Suiza como laboratorio
Dominan los debates y los referendos debido a los amplios derechos pol¨ªticos del pa¨ªs
Suiza est¨¢, una vez m¨¢s, ante un espectacular refer¨¦ndum. Una iniciativa que podr¨ªa transformar radicalmente el sistema financiero del pa¨ªs, incluso liquidarlo, est¨¢ dando titulares en la prensa internacional cinco semanas antes de que se abran las urnas. El Financial Times brit¨¢nico informa (con preocupaci¨®n) del denominado refer¨¦ndum monetario (Vollgeldinitiave), asunto del que en Espa?a trata EL?PA?S con cierto humor, y Die Presse,en Austria, con alarma.
Los suizos nos sentimos halagados por el inter¨¦s, aunque en realidad estemos ya un tanto mal acostumbrados: en los ¨²ltimos tiempos, las votaciones sobre la prohibici¨®n de los minaretes (aceptada), la renta universal de ciudadan¨ªa (rechazada) y el desmantelamiento de la radiodifusi¨®n p¨²blica (rechazada) han recibido amplia cobertura internacional.
Los comentaristas internacionales suelen expresar admiraci¨®n por el radicalismo de numerosas iniciativas que en Suiza se discuten con la m¨¢xima seriedad. Esto es algo que cuesta relacionar con la rep¨²blica alpina y sus ciudadanos, tan cautelosos. Pero donde se considera que uno de sus ¡°privilegios¡±, como escribe el S¨¹ddeutsche Zeitung, es el hecho de que ¡°ideas heterodoxas, incluso extra?as, sean sometidas una y otra vez al test del voto popular¡±.
Al menos cuatro veces al a?o se llama a los suizos a las urnas
Aqu¨ª, las cosas se ven tambi¨¦n de forma mucho m¨¢s cr¨ªtica. ¡°Suiza se ha convertido en el laboratorio de querulantes, ingenuos y chiflados, que con sus ideas primitivas dominan los debates durante meses¡±, lamentaba recientemente el director de una publicaci¨®n econ¨®mica suiza.
Lo que convierte a Suiza en un laboratorio de este tipo son sus amplios derechos pol¨ªticos, a los que tambi¨¦n se denomina democracia directa. Y los referendos son uno de sus elementos centrales. Quien quiera inscribir una petici¨®n en la Constituci¨®n solo tiene que encontrar a 100.000 conciudadanos que la apoyen con su firma.
Es esto lo que hace tan popular el derecho pol¨ªtico suizo. Desde que existe, es decir, desde 1891, se ha intentado en 457 ocasiones imponer una petici¨®n pol¨ªtica a trav¨¦s de la iniciativa popular. Pero ni siquiera la mitad de ellas lograron llegar al menos a la votaci¨®n en refer¨¦ndum. Y solo una fracci¨®n de ellas rid¨ªculamente peque?a ¡ª22 en 127 a?os¡ª fueron finalmente aceptadas por el pueblo. Pero esto ni siquiera desempe?a un gran papel. Toda iniciativa que se emprende queda oficialmente registrada, es examinada y publicada. Este procedimiento ennoblece cualquier idea, por extravagante que sea, elev¨¢ndola a la categor¨ªa de petici¨®n popular que merece un debate social serio. Ciertos proponentes se jactan incluso de haber elevado a la decisi¨®n popular una idea que se les ha ocurrido, literalmente, mientras estaban de cervezas.
Que la democracia directa en nuestro pa¨ªs haga posible algo as¨ª no solo ha llamado la atenci¨®n de la prensa internacional. El movimiento internacional en favor de una renta universal de ciudadan¨ªa vio en Suiza un terreno ideal para una discusi¨®n ejemplar. Se recaud¨® dinero internacionalmente para apoyar la recogida de firmas y financiar la campa?a del refer¨¦ndum en Suiza. Tambi¨¦n en el caso de la iniciativa monetaria existe una red internacional de activistas que quieren reformar el sistema financiero no solo en Suiza, sino en el mundo entero.
Esto suscita la impresi¨®n de que uno podr¨ªa comprar un refer¨¦ndum en Suiza para desencadenar un debate multinacional sobre cuestiones de principio. Pero tambi¨¦n se percibe un cierto desgaste: al menos cuatro veces al a?o se llama a los suizos a las urnas. La cantidad de referendos y elecciones abruma. Esto conduce a una selecci¨®n natural de aquello sobre lo que, de hecho, se discute con toda profundidad y extensi¨®n.
Podr¨ªamos decir que m¨¢s de un siglo de experiencia con las iniciativas populares nos ha creado callo. Como impulsores de este laboratorio, a los suizos les encanta debatir ideas, que unos consideran primitivas, otros, visionarias. Pero, a fin de cuentas, la decisi¨®n raramente cae del lado de la osad¨ªa de lo radicalmente nuevo. Suiza sigue siendo, ahora como siempre, no solo un laboratorio, sino tambi¨¦n un basti¨®n de la estabilidad.
Edgar Schuler es jefe de la secci¨®n de Opini¨®n del Tages-Anzeiger de Z¨²rich.
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