Enrique y Meghan, la boda que une dos mundos
El enlace real ahonda en la desmitificaci¨®n con que los nietos de Isabel II han revitalizado la monarqu¨ªa, conecta con un Reino Unido multicultural y aporta luz en la grisura del Brexit
Hay algo entra?able en las bodas reales. Las quinielas sobre el vestido y la lista de invitados, las carrozas y el atrezo apolillado, el merchandising cutre, los excesos de los paparazi, los minutos de gloria de los forofos chupac¨¢maras, las quejas de los m¨¢s feroces republicanos que en todo ven signos de decadencia. Esta vez todo es igual. Y, al mismo tiempo, todo es distinto. Hasta los observadores menos entusiastas convendr¨¢n que, aunque solo sea por la foto de la reina tomando el t¨¦ con la suegra de su nieto, una afroamericana de California con rastas y un aro en la nariz, todo esto habr¨¢ merecido la pena.
Hoy, en el castillo de Windsor, se casan dos mundos. Que Meghan Markle sea extranjera es lo de menos. M¨¢s que nada porque los propios Windsor lo son. Solo que, cuando la Primera Guerra Mundial desat¨® un sentimiento antialem¨¢n en Inglaterra, Jorge V cambi¨® el apellido de Sajonia-Coburgo y Gotha por el de Windsor, en honor al castillo en el que hoy se casa su tataranieto Enrique, sexto en la sucesi¨®n al trono. La clave, m¨¢s que la nacionalidad de los novios, est¨¢ en esa proverbial capacidad de la familia real brit¨¢nica de adaptarse a los tiempos.
¡°Esta boda nos irritar¨¢ un poco a gente como yo, porque Meghan romper¨¢ bastante el protocolo¡±, confiesa, con fina iron¨ªa inglesa, William Hanson, experto en protocolo y etiqueta real. Quiz¨¢ para ahorrar los sarpullidos a Hanson, se ha optado por un festejo diferente de lo habitual. Nada de mesas formales, sino una recepci¨®n de pie con canap¨¦s. Eso, para los m¨¢s afortunados. Los 2.640 plebeyos que han sido invitados a poblar los jardines del castillo ¡°para que se sientan parte de la celebraci¨®n¡± -y para que no aparezca todo vac¨ªo en la tele- han recibido una carta en la que la familia real, con una riqueza estimada superior los 450 millones de euros, les sugiere que traigan ¡°un almuerzo de picnic, ya que no ser¨¢ posible comprar comida o bebida en el lugar¡±.
Si desde sus casas quieren adivinar qui¨¦n va por el novio y qui¨¦n por la novia, dada la dificultad de detectar las trasgresiones al enrevesado c¨®digo indumentario, Hanson recomienda fijarse en los contactos f¨ªsicos. ¡°Hoy en d¨ªa el contacto visual est¨¢ tolerado. Otra cosa es el f¨ªsico. Kate y Guillermo no se dan la mano en p¨²blico. La reina y el duque de Edimburgo no se tocan nunca. Es algo muy brit¨¢nico. Aqu¨ª solo mostramos emoci¨®n con los perros y los caballos¡±, bromea. As¨ª que ya saben: cada vez que un americano toque a un royal, chupito.
Esa relajaci¨®n del protocolo ha sido clave en el renovado vigor de la monarqu¨ªa brit¨¢nica. ¡°No debemos dejar que la luz del d¨ªa penetre en la magia¡±, advert¨ªa Walter Bagehot, referente del constitucionalismo ingl¨¦s. Siempre se ha dicho que la monarqu¨ªa, para su supervivencia, necesita es punto de lejan¨ªa y misterio. Pero resulta que los Windsor han ganado relevancia gracias a un proceso de desmitificaci¨®n, impecablemente orquestado por los hijos del heredero al trono.
¡°Una actriz de Hollywood mestiza y divorciada que fue a un colegi¨® cat¨®lico se va a casar con el hijo del pr¨®ximo rey. Una frase as¨ª sencillamente no podr¨ªa haber sido escrita hace una generaci¨®n¡±, arrancaba un editorial del conservador The Daily Telegraph, que llamaba a convertir la boda en ¡°un gran acontecimiento nacional¡±.
No conviene olvidar que, hace solo dos inviernos, las alarmas sonaron cuando una gripe impidi¨® a la reina, de 92 a?os, asistir a las misas de Navidad y A?o Nuevo. Volvieron a sonar en mayo del a?o pasado, cuando se convoc¨® de madrugada a todo el personal de la casa Windsor para comunicar que el duque de Edimburgo, de 96, dejaba sus funciones p¨²blicas. El sentir general era que la pr¨®xima exhibici¨®n de pompa mon¨¢rquica podr¨ªa ser un funeral. Pero entonces lleg¨® Markle.
Muchos quieren ver esta boda como un s¨ªmbolo de un pa¨ªs que ha cambiado. Otros advierten de que el racismo, en un pa¨ªs en que los cr¨ªmenes de odio se han disparado despu¨¦s del Brexit, no se resuelve mezclando un poco de sangre azul con otro poco de sangre mestiza.
La boda entre Meghan Markle y el pr¨ªncipe Enrique?har¨¢ a la monarqu¨ªa parecer m¨¢s inclusiva y conectada con un Reino Unido multicultural. Introducir¨¢ un toque de sue?o americano en el territorio del privilegio. Simbolizar¨¢ la relaci¨®n especial entre la gran monarqu¨ªa y la gran rep¨²blica. Inyectar¨¢, calculan los expertos, m¨¢s de 90 millones de euros a la econom¨ªa brit¨¢nica. Y aportar¨¢ un saludable toque de luz en un pa¨ªs que es un poco m¨¢s gris por el Brexit.
En busca de una funci¨®n desde el fin del imperio, la realeza brit¨¢nica ha encontrado en el Reino Unido del Brexit su papel de embajadores de una marca m¨¢s peque?a. Hasta el punto de que la monarqu¨ªa parece hoy lo ¨²nico ¡°fuerte y estable¡±, tomando prestado el eslogan electoral con el que Theresa May se fue a pique en 2017, en el constitucionalismo brit¨¢nico. Cuando el futuro es incierto, Reino Unido siempre ha mirado al pasado. Y la realeza, igual que el Brexit, encarna la nostalgia de un pasado glorioso.
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