¡°Pan tumaca¡±
El 'Diccionario' ha adoptado m¨¢s de 300 t¨¦rminos del catal¨¢n, pero no ¨¦ste... a¨²n
Parece incre¨ªble, pero se van vendiendo por Madrid bocadillos para el f¨²tbol o para el concierto de rock, o para el tren, que consisten en un pan abierto sobre el que se extienden dos o tres lonchas de jam¨®n sin m¨¢s gracia ni m¨¢s salero; a palo seco. Es decir, sin aceite y sin tomate restregado y sin un poquito de sal. Algo impensable en Catalu?a y otras zonas mediterr¨¢neas donde se saborea ese avance de la humanidad llamado pa amb tom¨¤quet (pan con tomate) para el que no hacen falta grandes hallazgos tecnol¨®gicos, sino algo m¨¢s importante: el sedimento de toda una civilizaci¨®n.
C¨®mo es posible que muchos bares madrile?os que sirven bocadillos y tapas no hayan descubierto a¨²n el invento catal¨¢n que popularmente se llama en gran parte de Espa?a ¡°pan tumaca¡±, con esa pronunciaci¨®n castellana tomada al o¨ªdo para adaptar, m¨¢s o menos, el sonido que se le da a tal expresi¨®n en el catal¨¢n de Barcelona (donde la ¡°o¡± se convierte en ¡°u¡± y la ¡°e¡± se pronuncia como ¡°a¡±).
El castellano ha incorporado desde hace siglos muchos t¨¦rminos del catal¨¢n que hoy figuran en el Diccionario de las Academias (al menos unos 300, sin contar sus derivados). En la lista figuran ¡°capic¨²a¡± (de cap-i-cua: cabeza y cola), ¡°a granel¡± (de granell: originariamente, mont¨®n de granos), ¡°alioli¡± (de all i oli: ajo y aceite), ¡°esquirol¡± (por L¡¯Esquirol ¡ªLa Ardilla¡ª, localidad barcelonesa donde en el siglo XIX fueron contratados muchos obreros a fin de paliar una huelga en Manlleu); ¡°salitre¡± (de salnitre: sal de nitro), ¡°panoli¡± (de pa en oli: pan con aceite; la idea de algo simple que se proyecta sobre alguien simple, o f¨¢cil de enga?ar); ¡°absenta¡± (de absenta: bebida alcoh¨®lica hecha con ajenjo), ¡°cantimplora¡± (de cantimplora)¡
Sin embargo, ¡°pan tumaca¡± no se ha consagrado todav¨ªa en el Diccionario, siquiera fuese como espa?olismo (puesto que en Am¨¦rica no se utiliza). El banco de datos acad¨¦mico sobre el espa?ol del siglo XXI, llamado CORPES (225 millones de registros entre 2001 y 2016), recoge s¨®lo cinco casos de ¡°tumaca¡± y apenas 14 de ¡°tom¨¤quet¡± (tres de ellos sin la tilde). Y peor nos lo pon¨ªa el Corpus del Espa?ol Actual, el CREA (160 millones de registros entre 1975 y 2004), con cinco apariciones de ese ¡°tom¨¤quet¡± tildado y dos sin el acento, por ninguna de ¡°tumaca¡±. Es decir, muy escasa presencia de ambas opciones para el radar acad¨¦mico.
Pero, claro, a ese corpus ling¨¹¨ªstico (principalmente literario) no llegan las cartas de los bares de tapas, ni las ofertas del d¨ªa trazadas sobre las pizarras de las terrazas de verano, ni los entrantes cuidadosamente descritos en el men¨² del restaurante; ni los 182.000 resultados que ofrece Google de ¡°tumaca¡± (aunque en este caso no sabemos sobre qu¨¦ total de palabras), ni los botes que comercializa la empresa riojana Cidacos y que se llaman precisamente Tumaca, disponibles en los supermercados espa?oles (¡°listo para untar¡±, anuncia el envase).
Con todo eso y con la alegre adaptaci¨®n castellana que ya va de boca en boca ¡ªdel cocinero al camarero y del camarero al cliente¡ª, la locuci¨®n ¡°pan tumaca¡± se abre paso entre manteles, barras y estantes, y desde all¨ª toca la aldaba de la docta casa.
Ojal¨¢ m¨¢s temprano que tarde ¡°tumaca¡± acabe formando parte del Diccionario; para ali?arlo mejor, para poner un nuevo toque exquisito del catal¨¢n en el castellano y, de paso, para retirarle de una vez al bocadillo madrile?o su hist¨®rica tristeza.
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