Un fen¨®meno dif¨ªcil de explicar
S¨¦ que todo empieza con una imagen, pero no s¨¦ por qu¨¦. No puedo anticipar su naturaleza, su origen, el instante en que nacer¨¢.
Se supone que yo deber¨ªa saber por qu¨¦ ocurre, pero la verdad es que no tengo ni idea.
S¨¦ que todo empieza con una imagen, pero no s¨¦ por qu¨¦. Tampoco puedo anticipar su naturaleza, su origen, el instante en que nacer¨¢. Me ha pasado muchas veces y nunca es exactamente igual, aunque siempre es parecido. Mientras ando por la calle, mientras recorro estaciones o aeropuertos, mientras hago la compra, o leo un libro, o estoy sentada delante del televisor, de pronto veo algo que en s¨ª mismo no es nada, excepto la promesa de una historia. Puede ser una persona o uno solo de sus rasgos. Puede ser una situaci¨®n o un objeto inanimado. Puedo existir o no, y eso es lo m¨¢s raro, porque a menudo esas im¨¢genes s¨®lo existen en el interior de mi cabeza.
No es un trastorno mental, es mi oficio. No estoy loca, escribo novelas. Y todas empiezan as¨ª, con una figura borrosa
No es un trastorno mental, es mi oficio. No estoy loca, escribo novelas. Y todas empiezan as¨ª, con una figura borrosa, a la que no consigo verle la cara, que se mueve o est¨¢ quieta, en alg¨²n lugar o en ninguno. A veces el escenario es importante, a veces no, porque me lo invento yo misma. No s¨¦ por qu¨¦ me pasa, pero tampoco me lo pregunto, porque cuando sucede me pongo tan contenta que me olvido de todo lo que no sea esa imagen, ese algo que a¨²n no es nada pero, con suerte, llenar¨¢ por completo algunos a?os de mi vida.
No es la ¨²nica cosa rara que me pasa. Despu¨¦s de unos d¨ªas de efervescencia, durante los que mi cabeza estalla varias veces para recobrar inmediatamente su forma, escojo un cuaderno, una pluma y empiezo a contarme a m¨ª misma el argumento. He dicho empiezo, porque no es tan f¨¢cil. La euforia es caprichosa, y nace, y se va, y parece que no vuelve, y vuelve a traici¨®n, y se esfuma. Llego a creer que me ha abandonado mientras las placas tect¨®nicas de un mundo que a¨²n no ha nacido permanecen en una calma enga?osa, una apariencia de inmovilidad tan perfecta como el fondo de un pozo al que no llega la luz del sol. Hasta que de repente algo se mueve y suena un ?clac! dentro de mi cabeza. Algo hace clac, y luego clac clac, y por fin clac, clac, clac, como si todos los engranajes de una m¨¢quina que nunca ha llegado a arrancar se pusieran en marcha a la vez, misteriosa, milagrosamente. Esto es todav¨ªa m¨¢s dif¨ªcil de explicar, pero los cabos sueltos saben anudarse, retorcerse sobre s¨ª mismos para adquirir el grosor, la espesura de una maroma que ya es capaz de sujetarme, de mantenerme a salvo aunque mis pies no toquen el suelo.
En ese momento, los personajes ya existen. Nunca tendr¨¢n rostro, quiz¨¢ ni siquiera tengan nombre todav¨ªa, pero est¨¢n ah¨ª, les oigo respirar, hablar, presiento su alegr¨ªa o su des¨¢nimo. En ese momento, aunque no haya escrito ni una sola palabra del texto todav¨ªa, ya estoy escribiendo un libro. Y me tiro las horas muertas pensando, tomando decisiones, calculando si acierto o me equivoco, hasta que me canso. Entonces me levanto para llenar p¨¢ginas y p¨¢ginas de mi cuaderno con una letra infernal, tan deformada por la velocidad que no la entiendo ni yo. Cuando comprendo que mi cabeza va mucho m¨¢s deprisa que mi mano, me pongo nerviosa y salgo a la calle, ando sin ir a ninguna parte, camino un par de horas sin objetivo alguno, m¨¢s all¨¢ de la ruta que trazan mis pasos, y no veo a la gente con la que me cruzo, ni los escaparates ante los que paso, ni los edificios entre los que camino. A veces me asombro de que no me atropelle un coche. A veces escucho una bocina furiosa y s¨¦ que es para m¨ª.
Hoy no he llegado a escucharla. Hoy, cuando ya ten¨ªa puestas las zapatillas, mi cuaderno abierto sobre la mesa del comedor con la pluma encima, como un programa de puro optimismo, se me ha ocurrido mirar el m¨®vil. Entre los m¨²ltiples avisos proporcionados por el sistema, he visto que me hab¨ªa escrito la responsable de esta revista y, durante un instante, hasta me he permitido el lujo de preguntarme por qu¨¦.
Le deb¨ªa un art¨ªculo y no he sido capaz de inventarme nada. Lo he intentado, se lo aseguro. He estado casi una hora delante del ordenador, pero mis personajes, los que me esperan en ese cuaderno que sigue abierto, se colaban entre las noticias, llenaban la pantalla, me sacaban la lengua.
Son m¨¢s poderosos que yo, y por eso he acabado cont¨¢ndoles todas estas cosas raras que me pasan.?
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