Extra?a aversi¨®n o fobia
En este pa¨ªs, la poblaci¨®n es lenguaraz y precipitada. Se lanzan acusaciones, se insulta, se hacen predicciones sobre la conducta de otros.
Uno de los mayores signos de civilizaci¨®n es, para m¨ª, la capacidad de pedir disculpas y la disposici¨®n a hacerlo, y por consiguiente veo a la actual Espa?a como uno de los pa¨ªses m¨¢s incivilizados que yo conozca. Da la impresi¨®n de que disculparse, rectificar, retractarse, reconocer una equivocaci¨®n o un comportamiento inadecuado (no digamos arrepentirse), se hayan convertido aqu¨ª en baldones insoportables que menoscaban la virilidad de los hombres y la dignidad de las mujeres. Las ¨²nicas disculpas que se oyen, desde hace ya muchos a?os, son gen¨¦ricas y forzadas por un clamor, nunca espont¨¢neas o motu proprio. Cuando un pol¨ªtico o un personaje p¨²blico suelta unas declaraciones o unos tuits improcedentes, y mucha gente se enfurece por ellos, s¨®lo entonces el metepatas dice algo como esto: ¡°Mis palabras eran una broma, o fueron pronunciadas en un ambiente distendido y jocoso, o se me calent¨® la boca y no supe refrenarme. Pido perd¨®n a cualquiera que se haya sentido ofendido por ellas¡±. Es decir, se presentan excusas m¨¢s o menos universales, y por lo tanto impersonales: ¡°A cualquiera que¡¡± Y ¨²nicamente porque el ofensor est¨¢ a punto de ser defenestrado por la indignaci¨®n que ha levantado.
Uno de los mayores signos de civilizaci¨®n es, para m¨ª, la capacidad de pedir disculpas y la disposici¨®n a hacerlo, y por consiguiente veo a la actual Espa?a como uno de los pa¨ªses m¨¢s incivilizados que yo conozca
En este pa¨ªs se dicen muchas cosas, sin cesar; la poblaci¨®n es lenguaraz y precipitada. Se lanzan acusaciones, se insulta, se hacen predicciones sobre la conducta de otros, se vaticina lo que alguien va a decir o hacer. A menudo se comprueba que las acusaciones eran infundadas, los insultos injustos y sin base, las predicciones y los vaticinios errados. Se llama ¡°fascista¡±, ¡°franquista¡±, ¡°machista¡±, ¡°mis¨®gino¡±, a cualquiera, simplemente porque esa persona no da a los injuriadores la raz¨®n en todo, los critica o les opone argumentos. Los argumentos nunca son contestados, se replica a ellos con el denuesto y el agravio. Si queda demostrado que quien fue tildado de franquista padeci¨® persecuci¨®n bajo Franco, o que quien lo fue de machista ha defendido en numerosas ocasiones a las mujeres, nadie reconoce su error o su destemplanza, jam¨¢s nadie se disculpa. Si ustedes se fijan, son incontables las entrevistas a celebridades en las que ¨¦stas aseveran: ¡°Yo no me arrepiento de nada¡±. A m¨ª me parece siempre una afirmaci¨®n brutal, porque no conozco a nadie, en la vida real, que no se arrepienta de un pu?ado de dichos o hechos. Las vidas suelen ser lo bastante largas como para que uno lamente algunas cosas, bien que llev¨® a cabo, bien que no se atrevi¨® a llevar a cabo. ?Por qu¨¦ admitir eso en Espa?a supone un enorme oprobio?
Hay centenares de ejemplos, pero uno reciente fue el de la alcaldesa Colau tachando fr¨ªvolamente de ¡°facha¡± al Almirante Cervera cuando lo desposey¨® de su calle en la Barceloneta para otorg¨¢rsela a un c¨®mico que ¡ªdesde mi personal punto de vista¡ª maldita la gracia que ten¨ªa. (Espero que se me permita re¨ªrme con lo que me hace gracia y no con lo que no me la hace; hoy en d¨ªa ya no se sabe.) Un mont¨®n de personas, incluidos varios descendientes de Cervera, le han salido al paso se?al¨¢ndole que ¨¦ste muri¨® en 1909, mucho antes de que existiera el fascismo en ning¨²n sitio; que fue m¨¢s bien liberal, y v¨ªctima de gobernantes irresponsables que le ordenaron fracasar sin remedio durante la Guerra de Cuba. ?Ha habido alguna rectificaci¨®n, matizaci¨®n o disculpa por parte de Colau, ha retirado su improperio producto de la ignorancia y la demagogia? En absoluto. Ella, como la mayor¨ªa de los espa?oles, es soberbia, y se considera tan infalible como hasta hace poco lo era el Papa. Yo me pregunto por qu¨¦ cuesta tanto reconocer: ¡°Me he pasado, he hablado atolondradamente; he sido injusto, me he excedido; retiro lo dicho y me disculpo¡±.
No s¨¦. Hace unos d¨ªas, mi ayudante ML-B deb¨ªa enviarle por mail una nota a CLM, la editora de Reino de Redonda, relativa a unos fallos observados por un lector en la traducci¨®n de nuestro libro Los Papas. Era ya la segunda vez que me advert¨ªa, y le coment¨¦ a ML-B cu¨¢n puntilloso era ese lector. En la nota, ella convirti¨® ¡°puntilloso¡± en ¡°plasta¡±, y en vez de envi¨¢rsela a CLM, por error se la mand¨® al amable se?or que se tomaba tantas molestias. Me lo comunic¨® compungida (¡°Dimito, soy imperdonable¡±, me dijo). Inmediatamente le escribimos otro mail al lector pidi¨¦ndole disculpas, y a¨²n no s¨¦ si nos las habr¨¢ aceptado. Comprender¨ªa que no. Pero era lo m¨ªnimo y no cuesta nada. Al contrario, uno se siente ligeramente aliviado del peso que lo agobia cuando ha sido grosero o injusto o desabrido o ha metido la pata. En Espa?a casi nadie siente ese peso, por lo visto. Los pol¨ªticos, por desgracia, influyen m¨¢s de lo que deber¨ªan en el resto de la gente; tambi¨¦n los periodistas, que si tratan indebidamente a alguien durante meses, a lo sumo confiesan su falta una sola vez, y en letra peque?a, o a veces nunca. Mientras eso no cambie, mientras la poblaci¨®n siga dedicada a arrojar venablos sin reflexi¨®n ni fundamento y jam¨¢s retirarlos, Espa?a ¡ªcon parte de Catalu?a a la cabeza en los ¨²ltimos tiempos, por cierto¡ª seguir¨¢ siendo un lugar habitado por individuos brutos e incivilizados.?
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