S¨ª dijo lo que no dijo
¡°?Por qu¨¦ sabe que De Guindos compr¨® para especular?¡±. Y Montero respondi¨®. ¡°No he dicho tal cosa¡±
Pablo Iglesias preguntaba en 2012 en un tuit: ¡°?Entregar¨ªas la pol¨ªtica econ¨®mica del pa¨ªs a quien se gasta 600.000 euros en un ¨¢tico de lujo?¡±. Y adjuntaba la noticia de que el ministro Luis de Guindos hab¨ªa adquirido un inmueble por esa cantidad.
La semana pasada se conoci¨® que Irene Montero y el propio Pablo Iglesias, dirigentes de Podemos y pareja que espera gemelos, hab¨ªan comprado una casa por valor de 615.000 euros. Poco despu¨¦s, una periodista le plante¨® a Montero en una rueda de prensa: ¡°?No ve incoherencia entre lo que dijeron entonces [sobre De Guindos] y el hecho de ahora?¡±. Y la dirigente de Podemos contest¨® despu¨¦s de un circunloquio): ¡°Si lo que me est¨¢ preguntando es si pienso que un ministro o una ministra debe comprar viviendas para vivir y no para especular, lo pensaba ayer y lo pienso hoy¡±.
De inmediato, otra periodista pregunt¨®: ¡°?Por qu¨¦ sabe que De Guindos compr¨® para especular?¡±. Y Montero respondi¨®: ¡°No he dicho tal cosa¡±.
Los informadores guardaron 12 segundos de silencio estupefacto, tras los cuales la portavoz de Podemos se retir¨® con un tenue ¡°gracias¡±.
?Hab¨ªa dicho Irene Montero tal cosa?
Desde 1955, los estudiosos de la pragm¨¢tica (rama del conocimiento que naci¨® de la filosof¨ªa del lenguaje de Gottlob Frege) analizan el sentido de los mensajes humanos m¨¢s all¨¢ del significado exacto de las palabras que figuran en ellos. Y se basan a menudo en la ¡°m¨¢xima de relevancia¡± de Herbert Paul Grice: en una conversaci¨®n leal, tomamos como relevante todo lo que alguien expresa.
Supongamos que visitamos una ciudad como turistas y preguntamos a una persona por d¨®nde se va a nuestro hotel; y que ¨¦sta nos responde: ¡°No vivo aqu¨ª¡±.
Nuestro o¨ªdo recibe tres palabras (¡°no vivo aqu¨ª¡±), nuestro cerebro las toma por relevantes, les busca sentido y procesa obligatoriamente un silogismo completo en apenas unos milisegundos:
¡°He preguntado a una persona por d¨®nde se va al hotel. Me ha contestado que no vive aqu¨ª. Y eso me lo dice porque la gente que no vive en esta ciudad no suele conocer sus calles. As¨ª pues, lo que ha querido transmitirme es ¡®no s¨¦ por d¨®nde se va¡±.
En ese ejemplo vemos que las palabras ¡°no vivo aqu¨ª¡± forman el significado de lo que aquella persona dijo, y que ¡°no s¨¦ por d¨®nde se va¡± es el sentido real de su respuesta, que nuestro cerebro descodifica porque aplica inconscientemente la ¡°m¨¢xima de relevancia¡±: Si me ha dicho ¡°no soy de aqu¨ª¡±, es porque eso tiene relaci¨®n con mi pregunta y es relevante (o pertinente).
Sigamos con esa misma escena. Quien nos contest¨® se hallaba de paso por la ciudad, s¨ª, pero hace a?os vivi¨® en ella. Alguien que lo sab¨ªa y que presenci¨® el di¨¢logo le recrimina despu¨¦s habernos dicho que ignoraba por d¨®nde deb¨ªamos ir al hotel. Pero aquella persona le responde igualmente: ¡°Yo no dije tal cosa¡±.
Del mismo modo, Montero es preguntada sobre la diferencia entre la compra de Luis de Guindos y la suya, y responde que una cosa es comprar viviendas para vivir y otra para especular. Con ello, obliga al interlocutor a inferir que eso tiene relaci¨®n con la pregunta y a entender aplicable al caso la alternativa especular/vivir. La idea ¡°De Guindos compr¨® para especular¡± no estaba, pues, en las palabras, sino en el sentido. Pero ?qu¨¦ diferencia hay? Tanto en la mentira como en la negaci¨®n de lo que se ha obligado a inducir, el mensaje es insincero, enga?oso.
Irene Montero s¨ª dijo lo que no dijo. Y por ello no fue leal al negar haberlo dicho.
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