Desde cero
Todos nos hemos cre¨ªdo durante cien a?os que lo que hagamos en nuestra vida diaria es irrelevante para nuestros futuros hijos y nietos
La idea que ha dominado la biolog¨ªa de los ¨²ltimos cien a?os, y que sigue en muy buena forma, resulta tranquilizadora en un sentido curioso. Nuestro cuerpo se construye con dos linajes celulares separados desde que el embri¨®n solo tiene unas pocas horas. El primero es la l¨ªnea som¨¢tica (de soma, cuerpo), que construye el cerebro, el h¨ªgado, los huesos y casi todas esas cosas que llevamos a rastras a lo largo de la vida. El casi se debe al segundo linaje celular, la l¨ªnea germinal, que son el pu?ado de c¨¦lulas que fabrican los ¨®vulos y los espermatozoides, y que por tanto dan lugar a la siguiente generaci¨®n de humanos.
Como esas dos l¨ªneas celulares son compartimentos estancos desde los inicios de la vida embrionaria, todos nos hemos cre¨ªdo durante cien a?os que lo que hagamos en nuestra vida diaria ¡ªforrarnos de boller¨ªa industrial, abrasarnos de estr¨¦s laboral, chocar contra la botella¡ª es irrelevante para nuestros futuros hijos y nietos. La biograf¨ªa deja sus cicatrices en la l¨ªnea som¨¢tica, en el cerebro, el h¨ªgado o los huesos, pero nuestra l¨ªnea germinal permanece ciega a todo eso y conserva nuestro material gen¨¦tico en su estado pr¨ªstino e inmaculado. Tras autoinfligirnos todas las tropel¨ªas existentes y las que nos inventemos nosotros mismos, podemos ponernos a tener hijos como conejos y generar nueva vida desde cero. Por eso digo que es una teor¨ªa tranquilizadora.
Por desgracia, se est¨¢ revelando incorrecta, o incompleta, que es el eufemismo que se suele usar cuando una teor¨ªa cient¨ªfica empieza a hacer agua, como por otra parte es su obligaci¨®n: las teor¨ªas irrefutables no son ciencia, sino teolog¨ªa.
En septiembre de 1944, un a?o antes de que la bomba de Hiroshima anunciara el fin de la II Guerra Mundial, el Gobierno holand¨¦s en el exilio promovi¨® una huelga de ferrocarriles en la Holanda ocupada por los nazis. En represalia, los nazis embargaron los transportes de comida al oeste del pa¨ªs. Y en noviembre, para colmo, se congelaron los canales. El resultado fue el Hongerwinter, el invierno del hambre: 20.000 muertos y cuatro millones de personas desnutridas. Sus efectos perduran hasta hoy, porque la hambruna no solo afect¨® a la gente que la padeci¨® directamente, como la ni?a Audrey Hepburn, sino tambi¨¦n a sus hijos y nietos que no han padecido ning¨²n hambre en su vida. Tienen obesidad, intolerancia a la glucosa, diabetes y enfermedad coronaria: una serie de adaptaciones al hambre que ya nadie necesita en Occidente. Los mecanismos (epigen¨¦tica) van quedando claros en estos a?os. Nada nace desde cero.
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