La sal y el az¨²car
Poner un final feliz a una novela te condena a la irrisi¨®n. Hablar de bondad en el mundo parece una ?o?er¨ªa. Y, sin embargo, el bien existe.
VIVIMOS TAN amedrentados y apaleados por el constante diluvio de noticias terribles que, cuando surge una bonita historia de bondad y altruismo, se nos esponja el coraz¨®n y respiramos de alivio. As¨ª ha sucedido con el portentoso salvamento llevado a cabo en Par¨ªs por el emigrante sin papeles Mamadou Gassama, ese chaval de Mal¨ª al que hemos visto literalmente volar edificio arriba para rescatar a un ni?o de cuatro a?os. Siempre sucede con las historias heroicas: personas que se arrojan a mares brav¨ªos para salvar a alguien que se ahoga, o que sacan a gente atrapada por las llamas, o que saltan a las v¨ªas del metro y rescatan por los pelos a alguien que ha ca¨ªdo. Hace falta mucha intrepidez, desde luego, para afrontar estas gestas formidables. Intrepidez y, yo dir¨ªa, una tremenda descarga de adrenalina y testosterona. Un c¨®ctel hormonal y gen¨¦tico que te impulsa a la acci¨®n antes de pensar.
Porque la inmensa mayor¨ªa de estos h¨¦roes ¨¦picos son varones. Ya ven, esa es una de las partes buenas de su biolog¨ªa. En Inc¨®gnito, ese formidable libro del neurocient¨ªfico David Eagleman que ya he citado repetidas veces, el autor explica que hay una determinada serie de genes que hace que sus portadores tengan una mayor predisposici¨®n a cometer delitos violentos. En concreto, muestran una probabilidad de violencia criminal un 882% mayor que quienes no los tienen. Desglosado en el n¨²mero medio de brutalidades cometidas anualmente en Estados Unidos, ser¨ªa as¨ª: los portadores de esos genes cometer¨ªan 3.419.000 agresiones con da?os f¨ªsicos graves (los no portadores, 433.000), 14.196 homicidios (frente a 1.468), 2.051.000 robos a mano armada (contra 157.000) y 442.000 agresiones sexuales (ante 10.000). Los ciudadanos con esos genes, en fin, concluye Eagleman, son obviamente mucho m¨¢s peligrosos. De hecho, el 98,4% de las personas que est¨¢n en el corredor de la muerte en Estados Unidos los poseen. Pues bien, esos genes se resumen en el cromosoma Y. Es decir, son los que hacen que los hombres sean hombres.
Sostengo que esa dotaci¨®n gen¨¦tica de los varones, tan mercurial, irracional y explosiva, es la que tambi¨¦n les lleva a estas gestas tremendas
Visto as¨ª, resulta un poco aterrador. Y, sin embargo, sostengo que esa dotaci¨®n gen¨¦tica de los varones, tan mercurial, irracional y explosiva, es la que tambi¨¦n les lleva a estas gestas tremendas, a estos estallidos de puro altruismo. Yo dir¨ªa que la heroicidad de ignici¨®n, la que arde como una hoguera en un instante, es m¨¢s propia de varones (aunque tambi¨¦n haya habido mujeres, por supuesto), mientras que las mujeres ejercitan m¨¢s una heroicidad tenaz, callada, reflexiva, el estoicismo de la generosidad constante, del sacrificio en fr¨ªo. Las mujeres son capaces de entregar sus existencias enteras por el bien de otros, en la m¨¢s completa oscuridad, sin fama, sin c¨¢maras, sin recepciones en el El¨ªseo. Maravillosas mujeres resistentes y emp¨¢ticas que son la sal de la Tierra, las sustentadoras de la vida.
Los hombres, en cambio, son el az¨²car. Es decir, son de una sustancia que produce un subid¨®n instant¨¢neo, como el chute de alegr¨ªa que ha producido Mamadou, tan atl¨¦tico, tan joven (22 a?os) y con esa carita de ni?o bueno y guapo. Y para colmo hemos completado el cuento con la visita a Macron, la nacionalidad francesa y un futuro laboral como bombero. En suma, hemos sido todos felices y hemos comido perdices durante algunas horas. Bienvenido sea este momento de benevolencia, este peque?o triunfo de la esperanza.
Escribo estas l¨ªneas dos d¨ªas despu¨¦s de la gesta del chico (ya saben que este art¨ªculo tarda un par de semanas en publicarse) y conf¨ªo en que a Mamadou le vaya razonablemente bien en el resto de su vida. Sin embargo, siempre es posible que surja alguna voz oscura, alguna miseria; alguien que intente ensuciar la imagen del muchacho. ?Se han dado cuenta de lo muy devaluados que est¨¢n los sentimientos positivos en nuestra sociedad? Poner un final feliz a una novela te condena a la irrisi¨®n, hablar de la bondad del mundo parece una ?o?er¨ªa. Y, sin embargo, el bien existe, y en realidad en mucha mayor medida que la violencia que se?ala ?Eagleman y que nos aterroriza cada d¨ªa. No estar¨ªamos aqu¨ª sin el triunfo de la solidaridad sobre la atrocidad. Por eso nos reconfortan tanto estos estallidos de luz, estos h¨¦roes de az¨²car tan vistosos.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.