Gobiernos de furia
Las matem¨¢ticas de racionalidad pol¨ªtica han dejado de estar presentes en los ¨²ltimos movimientos
Primero fue el sorprendente resultado del Brexit. Segundo, la victoria contra las encuestas y contra todos los tipos de raz¨®n pol¨ªtica: Donald Trump. Tercero, Italia y su voto antisistema. Y cuarto, lo que ha sucedido esta semana en Espa?a, con la moci¨®n de censura y la salida del Gobierno de Mariano Rajoy, un ejemplo m¨¢s de esta era de los Gobiernos de la furia.
Muchas veces, para llegar al poder se han tomado caminos muy tortuosos. El caso m¨¢s notable es el de Winston Churchill, que necesit¨® de una guerra mundial y casi la aniquilaci¨®n del Gobierno de Neville Chamberlain para convertirse en el m¨ªtico primer ministro que fue.
Las caras durante el debate de la moci¨®n de censura lo dec¨ªan todo. No s¨¦ qu¨¦ era m¨¢s sorprendente, si el rostro de Pedro S¨¢nchez ganando o el de Rajoy perdiendo. S¨¢nchez puso en marcha la moci¨®n sin pactarla con los dem¨¢s. Era el rugido desde dentro, el estado de amenaza, la sensibilidad a flor de piel y la pol¨ªtica de esa nueva estructura de gobierno, que est¨¢ imponiendo las reacciones y las capacidades de las sociedades, para exteriorizarlas.
Como en cierto sentido le pasa a la campa?a que ha planteado el candidato de la izquierda en M¨¦xico, Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, inevitablemente estas situaciones de enojo, esta obvia depresi¨®n social y esta furia latente convierten los movimientos pol¨ªticos en una especie de cami¨®n, donde todo valor es reciclable y donde casi todo el mundo cabe.
A partir de aqu¨ª, ya veremos qu¨¦ Gobierno es el que puede manejar Espa?a. C¨®mo se sale de esta y c¨®mo ser¨¢n los acuerdos con quien vot¨® con S¨¢nchez, aunque no hubiera acuerdo previo. El trato era echar a Rajoy.
El manejo de la furia social no es nuevo, pero los sistemas para amplificarla y convertirla en pol¨ªtica, s¨ª lo son. En el mundo en el que vivimos la parte m¨¢s f¨¢cil es ganar o la elecci¨®n parlamentaria o en las urnas. Lo dif¨ªcil a partir de ah¨ª es poder y saber gobernar, m¨¢xime ahora que la acci¨®n del Gobierno se mide casi en tiempo real, y no por los resultados sino por las percepciones inmediatas y su correspondiente eco en las redes sociales. Ganar es una cosa. Gobernar otra.
Hay que ser conscientes de que este cambio de paradigma obliga a quienes gobiernan a tener en cuenta que la aplicaci¨®n de las leyes se cambia por la v¨ªa de hecho en cuanto hay una rebeli¨®n popular v¨ªa Internet. Me temo que habr¨¢ muchos ejemplos m¨¢s. La sorpresa en la cara de los pol¨ªticos marca el nacimiento de una nueva escuela de gobierno.
?Este es el fin de los pol¨ªticos? No lo creo. Sin embargo, estas situaciones son la plasmaci¨®n de un estado de ¨¢nimo, normalmente de enojo porque pocas veces la gente sale a las calles a mostrar su alegr¨ªa, pero s¨ª pueden salir a las redes e, incluso, ir a las urnas y generar fen¨®menos como los que estamos viviendo.
Porque, efectivamente, hoy se gobierna sobre Twitter y la capacidad de comunicaci¨®n de los nuevos tiempos no solo impone una nueva escuela pol¨ªtica para los que quieren hacer gobierno, sino que b¨¢sicamente ense?a ¡ªa todas las sociedades¡ª a vivir con las consecuencias de decisiones pol¨ªticas, tomadas en el v¨¦rtice del enojo, de la furia, de la desaprobaci¨®n o, sencillamente, de la insatisfacci¨®n.
En el caso espa?ol, la corrupci¨®n una vez m¨¢s vuelve a ser un elemento determinante. Los pol¨ªticos se llenan la boca diciendo que ¡°nada es verdad hasta que haya una decisi¨®n judicial¡±. Pues ah¨ª est¨¢ el resultado. El Partido Popular de Rajoy, que t¨¦cnicamente administr¨® una crisis espantosa ¡ªmal manejada, planteada e incrementada por el Gobierno de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, en sus ¨²ltimos a?os¡ª est¨¢ fuera. Ahora no hay ning¨²n programa que lo vaya a sustituir, pero s¨ª hay un hecho evidente. Conviene, en estas nuevas pr¨¢cticas y escuelas de gobierno, no perder de vista los efectos aterradores de lo que significa el voto. En definitiva, las urnas dieron en 1933 una estructura de poder a Adolf Hitler y a otros como ¨¦l, bas¨¢ndose en la democracia, para destruirla desde el sistema.
Realmente, determinar y establecer una utilizaci¨®n constructiva ¡ªno destructiva¡ª de los estados de ¨¢nimo se ha convertido en el mayor desaf¨ªo de las nuevas escuelas de gobierno. Los gobiernos van a tener que aprender a ver las se?ales de humo, o escuchar el ruido de cuando se acerca el tren que va a arrollar todas las pol¨ªticas.
Mientras tanto, todo en lo que se cre¨ªa y confiaba, las matem¨¢ticas de racionalidad pol¨ªtica, han dejado de estar presentes en los ¨²ltimos movimientos.
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