La decisi¨®n del general Lee
Sandel, que us¨® el caso del militar para concretar sus ideas, no puede ser calificado de liberal
En su libro sobre la justicia, el fil¨®sofo moral Michael J. Sandel presenta el caso del general Lee como un ¨²til ejemplo para concretar algunas de sus ideas. Este militar era conocido antes de la guerra de Secesi¨®n por sus opiniones contrarias a la secesi¨®n de los Estados sure?os y opuestas al esclavismo, hasta el punto de que el presidente Lincoln le ofreci¨® el mando del ej¨¦rcito de la Uni¨®n cuando estall¨® la guerra. Pero Robert E. Lee era virginiano y prefiri¨® obedecer a sus sentimientos de lealtad comunales. ¡°No pod¨ªa alzar la mano contra sus padres, sus hijos y su casa, su deber era compartir las miserias de los suyos¡±, escribi¨® despu¨¦s.
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Si Sandel cita este ejemplo no lo hace para describir un t¨ªpico conflicto entre la raz¨®n y el sentimiento, no lo presenta como un desgarro humano entre las emociones y la idea de justicia, entre lo entra?able y lo debido, sino porque, a su juicio, muestra muy bien la existencia de dos mundos de valores que son ambos exigentes para con el ser humano: el mundo de los principios de justicia universales y abstractos, por un lado, y los de la lealtad para con la comunidad en la que cada individuo se ha formado. Y ambos son para Sandel vigentes para la conciencia desde una perspectiva moral normativa, esto es lo relevante. De forma que el desgarro no lo era entre raz¨®n y emoci¨®n, sino entre dos razones igual de obligatorias, porque la fidelidad a la propia comunidad es un deber moral del sujeto: lo que hizo el general est¨¢ moralmente justificado. Moralmente. Hizo lo justo.
Claro que hay que recordar que Sandel es comunitarista, como expuso ya hace m¨¢s de veinte a?os en Liberalism and the Limits of Justice. De manera que concibe la pertenencia a una comunidad humana contingente como un bien primario para el sujeto, como un valor moral que genera un deber de acatamiento y lealtad, independientemente de su voluntad y de su conciencia subjetiva. Cada persona se ha formado en un denso haz de relaciones humanas y culturales propios de su comunidad, no existe como sujeto completo sino en relaci¨®n con ella, y por eso la comunidad tiene derechos sobre el individuo. El primer derecho es, claro, el de que los individuos respeten, mantengan y conserven los rasgos particulares y contingentes de esa comunidad.
Es discutible que la comunidad en que el ser humano ha crecido pueda exigirle obligaciones morales
El comunitarismo, como tantas otras cr¨ªticas al liberalismo seco y fr¨ªo del ¡°yo abstracto¡±, arranca de una afirmaci¨®n banalmente cierta (el individuo no existe sino como un ente socialmente creado) para llegar a conclusiones estrafalarias (la sociedad creadora ¡ª?qui¨¦n?¡ª tiene derechos de paternidad sobre el individuo). Que el ser humano existe y act¨²a ¡°en¡± y ¡°desde¡± un determinado ¡°mundo de vida¡± socialmente construido es algo que nunca han cuestionado los liberales, nunca han sido tan zafios. Pero de ah¨ª a la afirmaci¨®n de que la comunidad concreta en que el ser humano ha crecido pueda exigirle obligaciones morales, simplemente por estar ah¨ª antes que ¨¦l, va mucho trecho, y Sandel (como todos los comunitaristas) lo recorre sin justificarlo.
?Dir¨ªa Sandel lo mismo en el caso de un hipot¨¦tico ciudadano estadounidense de origen alem¨¢n que en 1942 hubiera regresado al Reich para formar parte de la Wehrmacht y defender su comunidad de pertenencia? ?Le considerar¨ªa moralmente justificado e incluso obligado, por mucho que fuera ¨¦ticamente injustificable? Lo dudamos, pero es dif¨ªcil entender c¨®mo podr¨ªa el individuo rechazar en tantos casos a su comunidad moral de pertenencia ¡ªo a algunos de sus rasgos¡ª si no es desde una abstracci¨®n principialista de rango superior a cualquier comunidad, algo que Sandel no admite como posible porque arruinar¨ªa su posici¨®n comunitarista. Sin mencionar el hecho de que la misma concepci¨®n de comunidad que maneja es altamente implausible en el mundo actual, esas Gemeinschaften en que piensa quedaron arruinadas hace mucho, si alguna vez existieron.
Seg¨²n la Fundaci¨®n Princesa de Asturias, el premio concedido a este fil¨®sofo moral lo es porque ¡°su obra es ejemplar sobre los fundamentos normativos de la democracia liberal¡±. Con todo respeto, y en virtud de lo expuesto, nos permitimos afirmar que hay un error en lo que se refiere a ¡°liberal¡±. Dem¨®crata ser¨¢, pero liberal desde luego no. Porque el general Lee eligi¨® moralmente el mal.
Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Soroa es abogado.
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