Vis a vis

Tengo una querencia sonrojante. Cuando veo a una pareja me la imagino en harina. No es una parafilia. La imagen no me erotiza, pero, por razones equis, no puedo evitar visualizar al pr¨®jimo en el momento m¨¢s ¨ªntimo, cuando somos como somos y no como querr¨ªamos. De entre todos los uncidos el uno al otro, me fascinan sobre todo los matrimonios de largo recorrido. C¨®mo se miran, c¨®mo se ignoran, c¨®mo se atraen o se repelen sus cuerpos sin ellos quererlo. A veces, pese al tiempo y sus estragos, se nota que el chispazo de la pasi¨®n puede saltar en cualquier momento. Otras, lo que salta a la vista es que entre ambos no hay m¨¢s roce que el cari?o, la cobard¨ªa o la costumbre. En casi todas es obvio que pasaron los d¨ªas de no poderse quitar las manos de encima, de no soportar la idea de no verse, de no concebir la vida sin el otro. Casi siempre se transparenta qui¨¦n ama y qui¨¦n se deja. Qui¨¦n desea y qui¨¦n complace. Qui¨¦n se regala y qui¨¦n se alquila. Pero ?qu¨¦ sabe nadie lo que sucede en alcoba ajena, aunque lo que ocurra sea nada en absoluto? ?Qui¨¦n sabe lo que mantiene unida a una pareja, sean las cadenas, las hormonas, un miedo mortal o un aburrimiento de muerte? Puede ser el amor, el sexo, los hijos, la lealtad, el horror al vac¨ªo, la dependencia, el ni contigo ni sin ti, la alegr¨ªa y la n¨¢usea de estar vivos, que a veces son contrarios y a veces la misma cosa. Por todo, o por nada en concreto, se perdona la infidelidad, la traici¨®n, la soberbia, la decadencia, la amargura, el abandono y la pena. Estos d¨ªas, una pareja real con 20 a?os de casados y alguno de banquillo pasa sus ¨²ltimas noches juntos y libres. Sus pr¨®ximos encuentros no ser¨¢n en lecho palaciego sino en t¨¢lamo penitenciario. Mientras otros especulan con recursos de amparo, indultos y reg¨ªmenes abiertos, yo les imagino en ese cuadril¨¢tero sagrado en el que reyes y ladrones est¨¢n desnudos. El resto est¨¢ escrito.