La federaci¨®n es la ¨²nica salida
Si la pol¨ªtica del palo no tiene sentido ante Catalu?a, la del avestruz tampoco
En Porta a porta, el programa pol¨ªtico de m¨¢s audiencia en la RAI, se debati¨® el d¨ªa 12 sobre la suerte del Aquarius. El fondo italiano del tema fue cuidadosamente evitado por los portavoces pol¨ªticos. Solo el del Partido Democr¨¢tico aludi¨® positivamente al gesto de S¨¢nchez; los dem¨¢s se entregaban a la cr¨ªtica de Europa. No reparaban en las muertes que el diktatde Salvini hubiera provocado ni en lo que su extremismo xen¨®fobo, ahora probado, puede suponer para la democracia en Italia.
Algo similar, la desviaci¨®n de la mirada, est¨¢ sucediendo con el reto pol¨ªtico que representan, de un lado la recuperaci¨®n del Gobierno catal¨¢n por el m¨¢s duro independentismo, y de otro, las perspectivas y los obst¨¢culos que se alzan ante la nueva pol¨ªtica socialista de di¨¢logo (como negociaci¨®n) y apertura hacia una reforma constitucional. En este ¨²ltimo aspecto, despuntan ya los primeros s¨ªntomas de wishful thinking, al tomar por moneda contante la t¨¢ctica del disimulo ahora utilizada por Torra, mientras la recuperaci¨®n de la senda del 1-O reemprende su marcha bajo la superficie. Alarma por ello la declaraci¨®n del PSC confiando en que el relanzamiento de la acci¨®n diplom¨¢tica puede limitarse a la promoci¨®n de la marca Catalunya. Si el palo no tiene sentido, la pol¨ªtica del avestruz tampoco. Los puentes pierden sentido si desde la otra orilla es alzado un muro. El encuentro S¨¢nchez-Torra deber¨¢ aclarar las cosas.
Por otra parte, ante la dif¨ªcil perspectiva de afirmaci¨®n del proyecto federal, seg¨²n acaba de concretar l¨²cidamente el manifiesto de Alternativas, se suceden las cortinas de humo en vez de aportaciones positivas. Pueden verse favorecidas adem¨¢s por una cierta confusi¨®n que preside el discurso socialista, al hablar de plurinacionalidad, sin concretar en qu¨¦ sentido es utilizado el concepto. Si plurinacionalidad implica la existencia de varias naciones ya consolidadas en un Estado, el espa?ol, tal y como piensan muchos catalanistas y los nacionalistas vascos, no cabe la federaci¨®n, sino relaciones bilaterales de soberan¨ªa en una confederaci¨®n destinada al fracaso inmediato, como todas las confederaciones. Otra cosa es si nos atenemos a la realidad hist¨®rica, cultural y pol¨ªtica, que nos lleva a la antip¨¢tica expresi¨®n ¡°naci¨®n de naciones¡±, reconociendo que los estrangulamientos experimentados por la construcci¨®n nacional que sirvi¨® hist¨®ricamente de eje, propiciaron en Espa?a, a diferencia de la tambi¨¦n plural Francia desde 1789, la supervivencia y la afirmaci¨®n de las nacionalidades perif¨¦ricas, singularmente Catalunya y Euskadi. Vinculadas no obstante al tronco espa?ol por el predominio de identidades duales. En tanto que realidad sociopol¨ªtica, Espa?a no es Yugoslavia ni el Imperio austroh¨²ngaro, y son los ciudadanos catalanes y vascos quienes mantienen este v¨ªnculo. A pesar de la presi¨®n ideol¨®gica de los independentistas, quienes invocando al ¡°pueblo¡± ¡ªcatal¨¢n o vasco¡ª se presentan como titulares exclusivos y excluyentes de su naci¨®n.
Porque las naciones, sujetos colectivos portadores en la edad contempor¨¢nea de una identidad basada en la historia y de una dimensi¨®n pol¨ªtica, no necesariamente estatal, distan de ser simples mitos o f¨¢bulas. Aunque la mitolog¨ªa, lo que Anderson llam¨® ¡°la invenci¨®n de la naci¨®n¡± pueda intervenir en su forja y proyecci¨®n por los nacionalismos. Suplanta entonces eficazmente a la historia, seg¨²n vemos en la fe independentista fundada sobre las interpretaciones m¨ªticas del 1714 catal¨¢n o en la sabiniana de los fueros como independencia.
Pero la especificidad derivada de la estructura foral vasca o de la evoluci¨®n catalana, tanto en el Antiguo R¨¦gimen como siendo luego vanguardia industrial de un pa¨ªs atrasado, no son invenciones. Y tampoco lo fue la larga marcha de una identidad espa?ola, que tiene un antecedente tan lejano como la alusi¨®n a la ruina ¡°Spaniae¡± de la cr¨®nica moz¨¢rabe, y que cobra forma en la Edad Moderna. Claro que el de los Reyes Cat¨®licos no era el Estado espa?ol, pero s¨ª fue la plataforma para un desarrollo hist¨®rico, con identidad com¨²n expresada por las elites durante el Antiguo R¨¦gimen, y culminado en 1812. En ese punto de inflexi¨®n de la guerra de Independencia, cuya depreciaci¨®n como mito, celebrada por los nacionalismos, surge de una ceguera voluntaria. Las causas de su ulterior entrada en crisis hasta el ¡°pa¨ªs moribundo¡± del 98, primero, y por el franquismo despu¨¦s, son materiales, nada m¨ªticas, viniendo a plasmarse en una construcci¨®n nacional ag¨®nica, ante la cual emergen los nacionalismos perif¨¦ricos. Y en su estado actual la federaci¨®n es la ¨²nica salida.
Antonio Elorza es profesor de Ciencia Pol¨ªtica.
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