Reputaci¨®n
Hoy todo se juega en esa otra liga, la del prestigio
La reputaci¨®n es el gran valor de nuestro tiempo. La amenaza de verlo perjudicado incita a comportamientos que antes ten¨ªamos asociados a la salvaguarda a toda costa del poder o de la fortaleza econ¨®mica. En las ¨²ltimas semanas, Espa?a ha vivido una conmoci¨®n dif¨ªcil de explicar. Se desencadenaban tantas noticias al d¨ªa que se necesitaban tres cabezas para procesarlas. Solo si enfocamos hacia el repunte del valor de la reputaci¨®n entenderemos mejor lo que sucede. El relevo inesperado del Gobierno se debi¨® al descr¨¦dito de un partido mordido por varios frentes judiciales que desvelan su financiaci¨®n delictiva y hund¨ªan su reputaci¨®n. En la balanza opuesta, la acogida de los barcos solidarios cargados de inmigrantes recogidos en alta mar evidenciaba el deseo de recuperar el prestigio por parte del nuevo Ejecutivo espa?ol. Todo lo contrario que el nuevo Gobierno italiano, que rechaz¨® el barco porque basa su reputaci¨®n en el lema del Brexit, el trumpismo, Orban y dem¨¢s gemelos: lo nuestro, lo primero.
La salida del elegante Zidane del Real Madrid dej¨® tocado el prestigio de una instituci¨®n tan cotizada. Un a?o de poco compromiso en el d¨ªa a d¨ªa fue salvado por la categor¨ªa competitiva en puntuales grandes citas. Pero un entrenador inteligente detecta el aroma de final de ciclo, y ¨¦l pas¨® varios meses con su cuello en la guillotina como para no saberse prescindible. La directiva del club necesit¨® de inmediato reforzar su prestigio institucional y contratar un entrenador en alza. La opci¨®n de traerse al preparador de La Roja a d¨ªas del inicio del Mundial no era escollo frente a los intereses particulares. Anunciarlo antes de competir era fundamental, porque la cotizaci¨®n del entrenador podr¨ªa disminuir en caso de realizar un mal papel en la Copa del Mundo. En efecto domin¨®, el presidente federativo prefiri¨® el despido fulminante para armar su reputaci¨®n naciente. Como pasa en el deporte, y se ha contagiado para mal al resto de ¨¢mbitos, todo prestigio depender¨¢ finalmente de los resultados.
En la misma semana, un ministro de Cultura duraba d¨ªas en el cargo por su reputaci¨®n fiscal. Dimisi¨®n tambi¨¦n acelerada obligada por el prestigio de un nuevo Gobierno. En los tiempos de Rajoy, los casos de corrupci¨®n y mala praxis se lidiaban con aguante y un imp¨²dico acorazarse. No hab¨ªa ya prestigio que defender, solo posiciones de poder. Tras ver hundirse el barco de Rajoy, hasta Aznar, con una ristra inacabable de corruptos en su cartera de ministros e ¨ªntimos, corri¨® a ensalzar su propio prestigio personal. Hoy, todo se juega en esa otra liga, la del prestigio. Salvar la vida es salvar la reputaci¨®n.
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