La guerra hispano-espa?ola

En Francia, la llegada al poder de socialistas y comunistas bajo la primera presidencia de Fran?ois Mitterrand en 1981 excit¨® la confrontaci¨®n ideol¨®gica entre la izquierda y la derecha. Entre los historiadores se puso de moda analizar la historia francesa como una sucesi¨®n de graves crisis pol¨ªticas que fracturaban la sociedad y lanzaban al pa¨ªs entero a un conflicto civil m¨¢s o menos expl¨ªcito.

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Editorial | Catalu?a y las libertades

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La escisi¨®n se remontaba, claro est¨¢, a 1789, y se repet¨ªa a lo largo de la etapa contempor¨¢nea. Los historiadores de la revista Vingti¨¨me Si¨¨cle utilizaron el t¨¦rmino ¡°guerras franco-francesas¡±, que reflejaba la opini¨®n mayoritaria de los franceses de estar profundamente divididos. As¨ª pues, contra lo que muchos creen, la historia de Espa?a no es ¨²nica ni excepcionalmente conflictiva sino bastante com¨²n en Europa. Tal vez la diferencia sea que hoy no existan tantas diferencias ideol¨®gicas irreconciliables en la sociedad espa?ola como anta?o.

El aumento de las desigualdades con la crisis no ha roto el consenso socialdem¨®crata sobre el papel protector del Estado que defienden en general casi todos los partidos. Otra cosa es que cuando se gobierna lo que se hace sea contradictorio o hip¨®crita con lo que se promete. O que el ascensor social se haya averiado por culpa del paro estructural y la ineficacia de los servicios p¨²blicos de empleo, la falta de una pol¨ªtica p¨²blica de vivienda, la segregaci¨®n educativa, el fracaso escolar o la intolerable pobreza infantil, por ejemplo. Pero nadie dice estar contento con esas injusticias y todas las fuerzas pol¨ªticas prometen trabajar a favor de la cohesi¨®n social.

Tampoco el discurso antiinmigraci¨®n ha sido relevante en Espa?a a diferencia de lo que ocurre en muchos pa¨ªses europeos donde esta cuesti¨®n marca hoy la agenda pol¨ªtica. Por eso, la decisi¨®n del Gobierno socialista de acoger al barco de rescate Aquarius con sus 630 refugiados a bordo ha sido tan aplaudida.

Lo mismo se puede decir del amplio consenso en torno a la igualdad de derechos para el colectivo LGBT o sobre las reivindicaciones feministas del pasado 8-M.

Ahora mismo, solo la cuesti¨®n del modelo territorial, agravada desde 2012 con el proc¨¦s separatista, nos sit¨²a en un escenario de guerra hispano-espa?ola. Una fractura que desde el constitucionalismo solo puede encararse dejando a un lado las luchas partidistas y arm¨¢ndose de mucha paciencia. Lo fundamental en este momento es no hacer ninguna concesi¨®n al deseo de los nacionalistas de confundir la parte con el todo. Porque no hay un conflicto con Catalu?a ni hay que dialogar con Catalu?a, como a veces se dice desde el buenismo. El conflicto es entre catalanes, la fractura es interna en la sociedad catalana y, por tanto, la soluci¨®n solo puede partir del di¨¢logo en Catalu?a entre catalanes y desde el Gobierno espa?ol con todos ellos. Si se asume esto, lo dem¨¢s vendr¨¢ por a?adidura.