Los otros
La profunda crisis europea se revela en esa visi¨®n de la inmigraci¨®n como una suerte de quinta columna con capacidad de subvertir los rasgos b¨¢sicos de Occidente
Ha sido una semana de escalofr¨ªos. Quiz¨¢ el m¨¢s desolador fue el de esos ni?os separados de sus padres en la frontera estadounidense, pero hubo otros. Con la misma expresi¨®n burocr¨¢tica de la crueldad ¡ªesa ausencia de mirada ¨¦tica que ha acabado por penetrar en nuestros esp¨ªritus nacionales¡ª, Salvini propuso crear un censo para gitanos mientras en Alemania el ministro de Interior amenazaba a su canciller con cerrar la frontera. El ¨²ltimo acto de esta tragedia lo protagonizaba de nuevo Trump, justificando sus medidas migratorias con una supuesta deriva europea: la transformaci¨®n de nuestra cultura, la p¨¦rdida de nuestras viejas esencias.
Lejos de ser simples an¨¦cdotas, son s¨ªntomas del expansivo absurdo pol¨ªtico en el que estamos, esa quiebra de consensos que parec¨ªan sustentar nuestro mundo, la sensaci¨®n de vivir una situaci¨®n l¨ªmite para eso a lo que llamamos Occidente. Porque hace tiempo que decidimos dejar de pensar el conflicto pol¨ªtico en t¨¦rminos ideol¨®gicos y nos lanzamos con paso marcial a la guerra entre culturas. Hace tiempo que Huntington venci¨® a Fukuyama. La p¨¦rdida de nuestra posici¨®n hegem¨®nica nos aboca a un esfuerzo inane: reforzar el sentimiento de una cultura occidental que creemos disuelta desde un ¡°nosotros¡± esencialista y reaccionario.
No hace mucho nos refugi¨¢bamos en los grandes valores que supuestamente conformaban nuestra identidad, esos que solo tienen sentido si se aplican a la humanidad en su conjunto. Ahora optamos por la defensa de lo propio desde la afirmaci¨®n de identidades culturales o nacionales. La profunda crisis europea se revela en esa visi¨®n de la inmigraci¨®n como una suerte de quinta columna con capacidad de subvertir los rasgos b¨¢sicos de Occidente. Pero la sola idea de volver a reducir lo plural a la unidad, lo distinto a la uniformidad, el conflicto a la armon¨ªa, la apelaci¨®n a un dispositivo de orden superior (la raza o la naci¨®n) produce escalofr¨ªos porque ya lo vivimos. Aprendimos entonces que banalizar lo que ocurre en un pa¨ªs concreto estuvo a punto de derrumbar el sentido y la supervivencia de aquello que nos pertenece a todos: nuestra perenne permeabilidad, la ¡°habilidad para vivir con los otros¡±, esta vez s¨ª, nuestra verdadera identidad. @MariamMartinezB
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