La tenacidad de L¨®pez Obrador
Si el candidato del Morena a la presidencia de M¨¦xico vence el domingo, su historia ser¨¢ la de alguien que ha cre¨ªdo siempre en su causa y, sobre todo, en s¨ª mismo. No tiene ni padrinos ni compa?eros y pondr¨¢ a prueba a todos
Su teolog¨ªa fue la conspiraci¨®n. Un poder invisible y absoluto le arrebataba una y otra vez la victoria que merec¨ªa. La mafia-del-poder dictaba su capricho en todos los ¨¢mbitos. Controlando medios, mercados, encuestas y votos, los poderosos se empecinaban en obstruirlo. Hoy M¨¦xico contempla una sinton¨ªa de acontecimientos que perfilan a Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador para ganar la presidencia. Los planetas y los mosquitos se coordinan para darle al candidato de Morena no solamente un triunfo arrollador sino para rehacer el mapa pol¨ªtico del pa¨ªs. Hay una conspiraci¨®n lopezobradorista en el sentido que Cornelius Castoriadis recordaba: todos respiran el mismo aire y al mismo comp¨¢s, todo sopla en una direcci¨®n.
Es el pol¨ªtico m¨¢s raro y m¨¢s talentoso que ha conocido M¨¦xico en muchas d¨¦cadas
La inminente victoria de L¨®pez Obrador es testimonio de una tenacidad asombrosa. Durante d¨¦cadas ha estado en el centro de la atenci¨®n nacional. Sus frases, su acento, sus dardos y sus tics se han vuelto parte de nuestra comida diaria. Hecha de m¨¢s derrotas que de victorias, el hombre que vino del tr¨®pico ha cre¨ªdo siempre en su causa y, sobre todo, en s¨ª mismo. Ha sido el pol¨ªtico m¨¢s temido y el m¨¢s amado. Un factor de polarizaci¨®n y, al mismo tiempo, una antorcha de esperanza. Lo hemos dado por muerto varias veces y est¨¢ m¨¢s vivo que nunca. Se crey¨® que su radicalizaci¨®n tras perder las elecciones en el 2006 ser¨ªa su fin. Tuvo una segunda oportunidad en 2012 y volvi¨® a perder la presidencia, ahora con un margen claro. Pocos creyeron que ten¨ªa futuro por delante. Al cerr¨¢rsele las puertas en su partido, emprendi¨® la marcha para formar una nueva organizaci¨®n pol¨ªtica. Parec¨ªa un salto al vac¨ªo, la obstinaci¨®n de un hombre que no admite su ocaso, el capricho que volv¨ªa a dividir a la izquierda. Su apuesta termin¨® siendo acertada: aquella aventura quijotesca se perfila a conquistar la mayor¨ªa. L¨®pez Obrador es un hombre de fe porque ha visto m¨¢s all¨¢ de lo razonable, porque es un creyente en lo inaccesible.
No es extra?o que la pol¨ªtica sea para ¨¦l la permanente construcci¨®n de adversarios
La fascinaci¨®n y el temor que suscita pueden explicarse por su extravagancia. L¨®pez Obrador no se hizo en la pol¨ªtica de las camarillas ni en la de los linajes. No ha ascendido presumiendo diplomas ni apostando a las recompensas de la disciplina. No es hijo del centro sino de la periferia. M¨¢s bien, es hijo de la periferia de la periferia. Se hizo, literalmente, sobre la marcha. Como nadie, ha recorrido el pa¨ªs de punta a punta. Hace a?os viajaba horas para reunirse, en un poblado remot¨ªsimo, con una decena de simpatizantes. Hoy llena las plazas. Se curti¨® con tosquedad en la batalla pol¨ªtica, ah¨ª donde se quiebran los l¨ªmites de lo posible, ah¨ª donde se cuestiona lo aceptable. Su singularidad es relevante. En el horizonte mexicano supone la aparici¨®n de un liderazgo radicalmente distinto, al mismo tiempo aut¨¦ntico e ind¨®mito, profundo y desbocado. Ser¨¢ el primer l¨ªder social que ocupar¨¢ la presidencia de M¨¦xico. Eso es L¨®pez Obrador: un espl¨¦ndido dirigente social. Hombre de instinto, terco, perceptivo, audaz, imaginativo, misteriosamente elocuente. Ah¨ª puede arraigar la intensidad de la devoci¨®n y el temor que provoca. El pol¨ªtico m¨¢s raro y tambi¨¦n en el m¨¢s talentoso que ha conocido M¨¦xico en muchas d¨¦cadas.
Reconocer lo evidente es, tal vez, lo m¨¢s extra?o. L¨®pez Obrador ha nombrado a nuestro elefante. Lo tenemos frente a nosotros todos los d¨ªas. Ocupa todos los rincones del pa¨ªs, todas las oficinas, todas las plazas y pocos se atreven a verlo. Es el privilegio que rompe al pa¨ªs. Si todos los pol¨ªticos, si todos los candidatos registran la desigualdad, solamente L¨®pez Obrador apunta el dedo al orden olig¨¢rquico y no teme nombrarlo. Su discurso embona con el ¨¢nimo contempor¨¢neo de M¨¦xico (y del mundo) porque refleja una sincera pasi¨®n antielitista. El dirigente de Morena registra como nadie el abismo de M¨¦xico. La polarizaci¨®n que vive el pa¨ªs no proviene del lenguaje ni de la estrategia pol¨ªtica de un l¨ªder: proviene de una larga acumulaci¨®n de agravios. L¨®pez Obrador los expresa y los encauza. ?Podr¨¢ repararlos? Sus denuncias exhiben la captura del poder pol¨ªtico, su utilizaci¨®n para el servicio de los intereses privados, la desverg¨¹enza de la corrupci¨®n, la atrocidad de nuestra guerra, la falta de oportunidades para millones. Diagn¨®stico irreprochable. Sus remedios son otra cosa.
L¨®pez Obrador se hizo a s¨ª mismo, y casi podr¨ªa decirse que a solas. Si no hay padrinos en su biograf¨ªa, tampoco hay compa?eros. Un insumiso no reconoce pares. Id¨®latra de s¨ª mismo, est¨¢ convencido de que la soluci¨®n para M¨¦xico es ¨¦l. Tiene la convicci¨®n de que, para terminar con la corrupci¨®n, basta su presencia. Si el presidente es honesto, todos ser¨¢n honestos, ha dicho. El aura omnipotente del l¨ªder transformar¨¢ m¨¢gicamente la realidad. La fe en s¨ª mismo contrasta con la sospecha por todo lo dem¨¢s: las instituciones son juguetes de la mafia, las leyes son irrelevantes, la sociedad civil es sospechosa. S¨®lo ¨¦l y el pueblo que ¨¦l encarna le merecen confianza. Quienes han hecho a L¨®pez Obrador han sido sus adversarios. Contra ellos se form¨®, contra ellos ha crecido. No es extra?o que la pol¨ªtica sea para ¨¦l la permanente construcci¨®n de adversarios. Mantenerse en pie es pelear. La pol¨ªtica no es la plaza de las conciliaciones sino la condensaci¨®n del conflicto. Al decretar la enemistad, al enlistar los agravios, al enfatizar la amenaza del enemigo, da cuerpo a una legi¨®n combatiente. Sus seguidores son mucho m¨¢s que votantes. No acompa?an moment¨¢neamente a un candidato, no buscan acudir una ma?ana a la urna para poner un l¨¢piz sobre el papel. Son parte de un movimiento social del que no hay precedente en la historia contempor¨¢nea de M¨¦xico. Nadie ha cultivado esa lealtad vehemente como lo ha hecho L¨®pez Obrador.
Llamando a lo que ¨¦l llama la Cuarta Transformaci¨®n de M¨¦xico se esculpe una escultura del tama?o de la del padre de la patria (Hidalgo) del creador del Estado laico (Ju¨¢rez) y del m¨¢rtir de la democracia (Madero). Pero ese deseo de gloria parece atemperado en su tercer intento por la presidencia por un plomo pragm¨¢tico. L¨®pez Obrador ser¨¢ un populista de manual pero es tambi¨¦n un pol¨ªtico pragm¨¢tico. Como alcalde de la Ciudad de M¨¦xico no fue un radical. Encabez¨® un moderado gobierno de izquierda. Mantuvo un di¨¢logo fluido y fruct¨ªfero con los empresarios de la capital. Su gobierno fue eficaz, opaco, disciplinado. El equipo que se ha adelantado a nombrar como parte de su gabinete tiene ese perfil. No hay asomo alguno de radicalismo sino, por el contrario, gestos visibles de moderaci¨®n. En ocasiones ha dejado entrever que la gran reforma debe ser, en realidad, una recuperaci¨®n de la modestia. El renacimiento del pa¨ªs, ha dicho citando a Francisco J. M¨²gica, surgir¨¢ ¡°de la simple moralidad y de algunas peque?as reformas¡±.
Se le acus¨® de ser el gran peligro para M¨¦xico. Despu¨¦s de doce a?os de sangre y mugre, de violencia y corrupci¨®n, es claro que para los electores mexicanos no hay mayor peligro que la continuidad de lo existente. Por eso hay que decir que el terremoto que provocar¨¢ la victoria de L¨®pez Obrador ser¨¢ el gran desaf¨ªo de M¨¦xico. A todos pondr¨¢ a prueba.
Jes¨²s Silva-Herzog M¨¢rquez es analista pol¨ªtico y profesor del Tecnol¨®gico de Monterrey.
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