El PP organiza su propia autopsia
La escas¨ªsima participaci¨®n de unas primarias traum¨¢ticas deslegitima al futuro l¨ªder
Ni popular ni partido, el PP ha emprendido un extra?o camino de autodestrucci¨®n que lo expone como un fen¨®meno espectral al trauma de las primarias. El mejor ejemplo proviene de su fantasmag¨®rica masa de afiliados. Tanto presum¨ªa Mar¨ªa Dolores de Cospedal de la musculatura pepera -m¨¢s de 800.000 militantes- que los datos de inscritos al proceso electoral delatan con bochorno la precariedad del apego al rumbo del partido.
El PP aparentaba un tama?o que no ten¨ªa, a semejanza de un juego de espejos y de un espect¨¢culo de ilusionismo. M¨¢s que una militancia entusiasta e implicada, el PP ten¨ªa una red clientelar, hasta el extremo de que la cifra de inscritos a las primarias -66.000 personas- equivale casi al n¨²mero de candidatos a los ¨²ltimos comicios municipales (62.000).
Es el contexto en que el candidato Garc¨ªa Hern¨¢ndez, alias Joserra, alertaba del peligro de hacer el rid¨ªculo. Y el rid¨ªculo ser¨ªa proclamar timonel del PP a un l¨ªder escogido entre el 7,6% de los afiliados. Porque carecer¨ªa de legitimidad. Y porque demostrar¨ªa una apat¨ªa sintom¨¢tica y precursora del batacazo en las pr¨®ximas citas electorales. Si el porvenir del PP no interesa en absoluto a su propia grey, menos a¨²n puede concernir o convocar a los votantes desprovistos de carn¨¦. Que fueron ocho millones en 2016 y que podr¨ªan reciclarse en otras opciones m¨¢s entusiastas del centro derecha (Ciudadanos) y del centro izquierda (PSOE).
Est¨¢n siendo las primarias del PP un torpe y contraproducente ejercicio de cultura plebiscitaria. No hay democracia si no hay participaci¨®n. Ni hay pluralidad cuando la proliferaci¨®n de opciones no representa tanto una exhibici¨®n de fertilidad como una expresi¨®n de fragilidad. Seis candidatos d¨¦biles no constituyen un partido fuerte, menos a¨²n cuando la epidemia de candidaturas ha sido la respuesta improvisada y precipitada a la espantada de N¨²?ez Feij¨®o.
El presidente de la Xunta hab¨ªa sido ungido impl¨ªcitamente como sucesor. Y parec¨ªa el depositario de un proceso incruento que aportaba la novedad de un l¨ªder extra?o a G¨¦nova, provisto de rasgos progres y reconocible en la superstici¨®n de la victoria. Un delf¨ªn perfecto que hubiera proporcionado a Rajoy la oportunidad de marcharse en paz, si no fuera porque el exilio de Santa Pola se ha convertido en la alegor¨ªa de un partido abandonado y desnortado.
En ausencia del patriarca, la prole marianista ha sido incapaz de conciliarse. No ha sabido desenvolverse en la cultura de las primarias, como si fuera un h¨¢bitat hostil. Y ha prevalecido incluso la exposici¨®n de las peores reyertas. Ninguna tan explicita como la que Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa y Mar¨ªa Dolores de Cospedal se han propuesto airear desde el antagonismo neutralizador y paralizante. Ni charr¨¢n ni gaviota. El logo del PP es la cabeza de la Medusa.
Y la campa?a no ha movilizado. Ha desmovilizado. Peor a¨²n, se ha convertido en una autopsia abierta al p¨²blico como la Lecci¨®n de anatom¨ªa?de Rembrandt. Igual que los espectadores del cuadro, asistimos a la disecci¨®n del cad¨¢ver. Y percibimos el hedor de un partido que ha conspirado contra s¨ª mismo cuando ten¨ªa la oportunidad de reconstruirse.
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