Entre ¡®Espa?a se rompe¡¯ y ¡®Espa?a nos roba¡¯
Hay que defender el di¨¢logo, pero tambi¨¦n las l¨ªneas rojas
La guerra de los relatos, que es el campo de batalla en la pol¨ªtica l¨ªquida del siglo XXI, donde se confrontan las l¨ªneas identitarias de los nosotros vs ellos, coloca al Gobierno entre dos fuegos: Espa?a se rompe y Espa?a nos roba. Y esto, parad¨®jicamente, puede serle ¨²til.
Desde la moci¨®n de censura qued¨® claro que el PP recuperaba uno de sus mantras estrella del zapaterismo: Espa?a se rompe. Ese mensaje, ahora con el aval del proc¨¦s, hunde sus ra¨ªces en los mitos de la derecha. La versi¨®n en esta fase de transici¨®n al sanchismo es ¡°se paga un precio a independentistas, populistas y amigos de ETA¡±. Con la brocha gorda caracter¨ªstica en la oposici¨®n, quienes presentaban a S¨¢nchez como modelo de lealtad al Estado con el 155 ?frente a Albert Rivera!, ahora lo caricaturizan en el poder como un vendido. ?Humillaci¨®n!, claman. M¨¢s madera, es la guerra¡ de los relatos.
Claro que S¨¢nchez, del otro lado, se enfrenta al fuego indepe con el relato de Espa?a nos roba, ahora en versi¨®n Espa?a nos roba la llibertat, Espa?a nos roba el Govern leg¨ªtimo, Espa?a nos roba a los l¨ªderes y los encarcela¡ entre cargas diarias para abortar las expectativas de di¨¢logo, desde los secuestrados en Estremera seg¨²n el imaginario turco de Rufi¨¢n, al ¡°tenemos que crear otro 1-O¡± de Torra, con su hoja de ruta dictada desde Berl¨ªn. A falta de Rajoy, cargan contra el Rey, con el apoyo de Podemos. La mentira grosera no les arredra ¡ªachacan esto al discurso del 3-O, pero al Rey ya le montaron una ordal¨ªa en agosto tras los atentados de Las Ramblas¡ª y van de performance en performance, sin pudor, como en Washington. El gran farol, como confes¨® Ponsat¨ª, irredento.
Y, s¨ª, todo esto, parad¨®jicamente, puede beneficiar a S¨¢nchez. Al quedar entre dos discursos radicales, le dejan el espacio central de la moderaci¨®n. Y, por tanto, margen de maniobra. Claro que corre el riesgo de no aprovechar su posici¨®n central (no confundir con equidistante, impensable entre quienes defienden el orden constitucional y quienes lo subvierten) si antepone la l¨®gica de partido a la l¨®gica de Estado. De momento emite se?ales positivas, no entrando al trapo de provocaciones ramplonas para salvaguardar el di¨¢logo, pero tambi¨¦n se?ales negativas, mirando para otro lado ante provocaciones que cuestionan la dignidad de las instituciones. Un presidente no puede callar ante todo. Comprar la versi¨®n indepe es peligroso, y esta semana S¨¢nchez lo ha hecho al sostener en el Congreso que la culpa de la fractura fue del PP. Eso es falso, aunque los errores del PP contribuyeran a empeorar las cosas. La conjura de los irresponsables no empez¨® en 2010 (la sentencia del Estatut, conviene recordarlo, anul¨® cosas inaceptables: fin de la cooficialidad entre castellano y catal¨¢n, acabar con las competencias compartidas entre Estado y Generalitat; limitar la solidaridad al esfuerzo fiscal... y un Poder Judicial catal¨¢n). Hay que defender el di¨¢logo, pero tambi¨¦n las l¨ªneas rojas. Ahora la esperanza est¨¢ depositada en S¨¢nchez. Y los peores temores tambi¨¦n. Es su momento.
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