El mapa
El interior del pa¨ªs se desertiza mientras las regiones de la periferia crecen a ritmo vertiginoso aumentando la distancia entre uno y otro territorio
La publicaci¨®n por este peri¨®dico del mapa de la evoluci¨®n de la poblaci¨®n espa?ola en el a?o 2017 no ha merecido ning¨²n comentario que yo haya visto de sus opinadores ni ninguna declaraci¨®n de los pol¨ªticos con responsabilidad directa en el tema. Que el pa¨ªs siga ahondando sus diferencias no solo econ¨®micas, sino tambi¨¦n demogr¨¢ficas, no parece importar a unos ni a otros, seguramente porque la mayor¨ªa residen en esa Espa?a creciente, la que cada a?o que pasa aumenta su poblaci¨®n, lejos de esa otra menguante que ve c¨®mo de d¨ªa en d¨ªa pierde la suya, incapaz de proporcionar trabajo y un futuro digno a quienes nacen y viven en ella. Desde hace d¨¦cadas esas dos Espa?as se alejan m¨¢s una de la otra, pese a que, en teor¨ªa al menos, una de las funciones del estado de las Autonom¨ªas es corregir sus desequilibrios.
El mapa habla por s¨ª solo. Mientras que, con excepci¨®n de Madrid y Guadalajara (¨¦sta por su proximidad a la capital y Madrid por motivos evidentes), el interior del pa¨ªs se desertiza poco a poco, las regiones de la periferia y de los dos archipi¨¦lagos crecen a ritmo vertiginoso aumentando la distancia entre uno y otro territorio. El rojo con que se pinta la p¨¦rdida de poblaci¨®n (que contrasta con el verde de las regiones que ven aumentar la suya) delata una desigualdad que afecta especialmente a las que desde hace ya tiempo pierden habitantes y entre las que se cuentan m¨¢s de la mitad. Son esa lista negra que integran Extremadura y las dos Castillas junto con Arag¨®n, Asturias y Le¨®n (estas dos ¨²ltimas en ca¨ªda libre tras el desmoronamiento de su principal pilar econ¨®mico a lo largo del siglo XX, la miner¨ªa, sin que se haya sustituido por otro), y que completan las provincias interiores de Galicia y Andaluc¨ªa, salvo Sevilla, tambi¨¦n afectadas, al contrario que sus hermanas costeras, por el virus de un mal que amenaza con desertizarlas, sino del todo, s¨ª en su gran parte. Incluso las capitales de algunas de esas provincias pierden poblaci¨®n, como les sucede a Le¨®n, a ?vila o a Zamora.
?C¨®mo corregir esto? La pregunta se la hacen a menudo los habitantes de esa Espa?a perdedora, pero la soluci¨®n no la tienen ellos. La soluci¨®n a la desigualdad demogr¨¢fica nacional pasa por actuaciones estatales, como saben los soci¨®logos, pero esas tambi¨¦n parecen casi imposibles dada la insolidaridad creciente entre los espa?oles, que miran cada uno por sus intereses, tanto a nivel individual como territorial. Mientras las comunidades m¨¢s ricas sean las que m¨¢s exigen, las pobres tienen muy poco que hacer. Que cada uno se salve como pueda es el mensaje.
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