Nostalgia ochentera en Valencia
La primera edici¨®n del 4ever Fest en Valencia escenifica la capacidad de la ciudad para revivir su pasado en forma de conciertos
Si no fuera por el manto de dispositivos m¨®viles que bull¨ªan cual luci¨¦rnagas en la noche del viernes, uno podr¨ªa haber dicho ¨C sin temor a equivocarse ¨C que nos encontr¨¢bamos en medio de cualquiera velada de la segunda mitad de los ochenta. Puede que la congelaci¨®n de Walt Disney no sea m¨¢s que una leyenda urbana, pero los enigmas de la criogenizaci¨®n humana parecen no admitir secretos en una ciudad, Valencia, que vive ¨C en gran medida ¨C ensimismada en el recuerdo de un tiempo en el que formaba parte del circuito de conciertos mollares y sus discotecas eran lugar de peregrinaci¨®n obligada. Poco importa qu¨¦ fuera antes, si el huevo o la gallina (?marc¨® el cierre de la sala Arena ¨C homenajeada en una muestra de carteles dentro del propio recinto ¨C el declive o su testigo fue inviable por la propia ausencia de relevo generacional?), el caso es que la visita de Simple Minds y The Cult en la noche del viernes, dentro del 4ever Fest, propici¨® una estampa cercana al lleno total: logro indiscutible de un festival en su primera edici¨®n.
Aunque fuera merodeado por un p¨²blico abonado a una nostalgia de foto fija, inmovilizado cual esposa de Lot convertida en estatua de sal en alg¨²n momento de su post adolescencia. Apenas presto a desempolvar viejas pinturas de guerra dos o tres veces al a?o. Seguro que alguna vez han reparado en la turgente belleza de una de las miles de fallas que pueblan la ciudad a mitad de marzo: pues bien, el mismo efectismo de cart¨®n-piedra, tan pint¨®n como hueco, resuena todav¨ªa en cada inflamada vaharada ¨¦pica de la renovada cuadrilla de Jim Kerr o en el interminable cat¨¢logo de apolillados tics rockistas de la troupe de Ian Astbury.
"Vuelve a so?ar" era el apropiad¨ªsimo eslogan de la cita. Acertad¨ªsimo, teniendo en cuenta que visiona el pop y el rock como foco de fabulaci¨®n, como licencia ¨C m¨¢s que l¨ªcita ¨C para fantasear con que nuestro documento de identidad refleje veinte o treinta a?os menos, aunque la cruda realidad nos demuestre que es un poco absurdo telefonear a una ex pareja para tratar de revivir un amor¨ªo juvenil o intentar retomar aquel ilusionante proyecto de juventud que se disolvi¨® cual azucarillo entre los peajes de la vida adulta.
Pronto llegar¨¢ el lunes por la ma?ana. Y los sue?os volver¨¢n a ser eso: sue?os. Aunque las cosas con frecuencia parezcan distintas en esta ciudad, a veces tan estridente y sobreactuada, casi siempre tan barroca. El murci¨¦lago impreso en el logo del festival no es una casualidad. En honor a la verdad, el ajuste de su propio encuadre ha sido m¨¢s certero en el caso de Simple Minds que en el de los Cult. La deficiente sonorizaci¨®n de los segundos tuvo algo que ver, y quiz¨¢ tambi¨¦n que sus legados han gozado de distinta continuidad: la ¨¦pica se ha transfigurado en formas alternativas; la aleaci¨®n hard rock ha quedado m¨¢s anclada en un tiempo. El caso es que, si bien los escoceses despacharon un espect¨¢culo f¨²til pero m¨¢s que competente, los ingleses sonaron desangelados y desva¨ªdos.
Dentro de esa desigual competencia de t¨¢ndems del viernes, formada por vocalistas de cierto carisma y guitarristas con patente propia (en la que Jim Kerr y Charlie Burchill salieron mejor parados que Ian Astbury y Billy Duffy), obligado es destacar la solvencia con la que los hermanos Reid (Jim y William) llevan un tiempo sosteniendo el sulf¨²rico cancionero de The Jesus and Mary Chain, aunque sea con el solazo de la tarde azot¨¢ndoles el rostro. Cumplieron con lo previsto, al igual que los valencianos Los Radiadores y la alianza entre un locuaz Santiago Auser¨®n y Sexy Sadie, entregados a una alquimia discutible (la combinaci¨®n de los cl¨¢sicos de Radio Futura y Juan Perro con los de la banda mallorquina, temario desigual pero bien enhebrado) que encontraba ¨C no obstante ¨C pleno encaje en el fragor nost¨¢lgico y condescendiente de la noche.
Muy inferior fue la afluencia a la segunda jornada, la del s¨¢bado, escorada hacia proyectos que vivieron su ¨¦poca dorada en los ochenta (Killing Joke), en los noventa (The Prodigy, Manic Street Preachers) y hasta en los dosmiles (Kaiser Chiefs), si bien todos ellos han bregado sin desmayo ¨Cy con desigual fortuna¨C porque sus marcas pervivan con salud hasta el d¨ªa de hoy. A Design For Life, If You Tolerate This Your Children Will Be Next o Motorcycle Emptiness probaron que el argumentario de los Preachers ¨Cjalonado con piezas recientes ¨C luce con la vigencia de los cl¨¢sicos que no amarillean conforme van cayendo hojas del calendario. El suyo fue probablemente el mejor set del fin de semana, incluso con James Dean Bradfield asumiendo ligera afon¨ªa. Versionaron In Between Days, de The Cure.
Tambi¨¦n se atrevieron los Kaiser Chiefs, banda de segunda divisi¨®n que se las apa?a repetidamente para despechar apa?ados conciertos reciclando patrones new wave, a releer otro cl¨¢sico del pop brit¨¢nico, el Pinball Wizzard de The Who. Enmarcando ambas actuaciones (al margen de los valencianos The X), dos patentes meridianas: el rock industrial de Killing Joke y el pandemonium hardcore rave de The Prodigy. Esgrimiendo indiscutible sonido de marca, sin delegar ¨C hay que reconocerlo ¨C m¨¢s de la cuenta en pasajes lejanos y satisfaciendo de sobra a su parroquia, pese a que sus f¨®rmulas peinen canas a a?os luz de la vanguardia que una vez encarnaron.
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