Ser el primero
La constante presi¨®n medi¨¢tica en sucesos de relevancia no hace sino banalizar la informaci¨®n
Hay casos que se convierten en medi¨¢ticos nada m¨¢s nacer. Suelen ser tragedias. Se entiende m¨¢s cuando el protagonista es famoso. Pero a veces, pasa con v¨ªctimas an¨®nimas a las que solo la tragedia trae al foco p¨²blico: sucedi¨® con la desaparici¨®n de Diana Quer, la del ni?o Gabriel, la violaci¨®n m¨²ltiple de San Ferm¨ªn de 2016, la desaparici¨®n de la ni?a Madeleine, o, yendo un poco m¨¢s atr¨¢s, con las ni?as de Alcasser. Son casos que re¨²nen las dosis adecuadas de inter¨¦s, empat¨ªa, esc¨¢ndalo e incomprensi¨®n para retener la atenci¨®n de los ciudadanos. Todos queremos saber qu¨¦ pas¨®, en parte, para saber qu¨¦ sali¨® mal, si nos podr¨ªa suceder a nosotros; en parte porque parece que si se entiende el mal el ant¨ªdoto est¨¢ m¨¢s cerca. Y as¨ª, poco a poco, la necesidad de conocer m¨¢s al detalle el asunto (las circunstancias familiares, la ropa que llevaba la v¨ªctima, por qu¨¦ estaba en ese lugar a esa hora, c¨®mo se llevaban los padres, etc¨¦tera) lleva de manera irremediable al morbo. Es rebuscar en la basura.
Eso se mezcla con la intensificaci¨®n de una manera de consumir y producir informaci¨®n: ya no importa tanto contarlo mejor sino contarlo antes. Un buen titular (aunque sea tramposo), una exclusiva (por escabrosa y poco relacionada con el caso que sea) pueden bastar. Eso se traduce en m¨¢s visitas y sintonizaciones y eso, presuntamente, en m¨¢s anuncios. Es decir, m¨¢s dinero. El sensacionalismo siempre ha estado ah¨ª, pero en la prensa escrita se intensific¨® con Internet. La televisi¨®n permite ver el fen¨®meno de manera mucho m¨¢s clara: todo el mundo recuerda la cobertura del caso de las ni?as de Alcasser, la emisi¨®n en directo del programa que presentaba Nieves Herrero desde el pueblo la noche en que se encontraron los cuerpos de las tres ni?as desaparecidas. Para muchos, ese fue el momento en el que la televisi¨®n se lanz¨® a cruzar todos los l¨ªmites de la profesionalidad y el rigor en busca de la audiencia; fue el nacimiento de la telebasura. A?os despu¨¦s, lleg¨® la fiebre de los realities: programas en los que no ten¨ªa por qu¨¦ pasar nada, no hab¨ªa ficci¨®n ni trama ni guiones, solo seguimiento continuado de personas an¨®nimas o no. Experimento sociol¨®gico se llam¨®. Ahora hay programas que responden a eso, a una mezcla de sensacionalismo y realityzaci¨®n: todo es importante, todo se sigue al minuto, todo es opinable y no hace falta esperar a tener m¨¢s informaci¨®n o a que haya un contexto, ni siquiera a que se verifique. Lo explicaba la escritora Sara Mesa en un texto publicado en este peri¨®dico en el que analizaba el acoso medi¨¢tico a un hombre que hab¨ªa mantenido una relaci¨®n con la madre de Gabriel Cruz, el ni?o desaparecido en Las Hortichuelas. Los programas hac¨ªan una investigaci¨®n paralela, pero a diferencia de c¨®mo opera la polic¨ªa, no segu¨ªan las pistas para resolver el caso sino que buscaban pruebas que confirmaran su prejuicio: el hombre era culpable.
Eso seguimientos al minuto de presuntos sospechosos y de v¨ªctimas no solo llevan a la creaci¨®n de juicios paralelos medi¨¢ticos y entorpecen el trabajo de polic¨ªas y jueces instructores, tambi¨¦n pueden contribuir a ver la realidad como una ficci¨®n y a tomar partido por unos u otros como se hace en las series. Es decir, se puede producir una cierta heroificaci¨®n de los culpables, adem¨¢s de la culpabilizaci¨®n de inocentes. Las v¨ªctimas no merecen convertirse en m¨¢rtires: no eligieron el tormento, y seguramente ese protagonismo a costa de su desgracia no es deseado. Y desde el punto de vista informativo, ?qu¨¦ inter¨¦s tiene saber a qu¨¦ hora comparecen en el juzgado los condenados por la violaci¨®n m¨²ltiple de Pamplona, ahora en libertad provisional?
La constante presi¨®n medi¨¢tica no beneficia a v¨ªctimas ni a culpables, no refuerza el Estado de derecho ni las garant¨ªas de acusados y defendidos en los juicios, no profundiza en los casos, no sirve para dar una imagen m¨¢s completa de la sociedad ni para explicar por qu¨¦ suceden los cr¨ªmenes. Solo sirve para envolverlo todo en un lodo morboso que, en realidad, lo que hace, es banalizar la informaci¨®n y degradar las fuentes. No es bueno para el periodismo y ojal¨¢ deje de serlo tambi¨¦n para la audiencia.
Aloma Rodr¨ªguez es escritora y miembro de la redacci¨®n de Letras Libres.
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