Por qu¨¦ Casado ser¨¢ el l¨ªder del PP
El viaje a la ortodoxia, la edad y el apoyo de Cospedal favorecen al segundo clasificado
Pedro S¨¢nchez, presidente del Gobierno. Pablo Casado, l¨ªder de la oposici¨®n. Resultar¨ªa extravagante plantearse un escenario pol¨ªtico similar hace apenas unas semanas. Pero ocurre que S¨¢nchez es el inquilino de la Moncloa. Y sucede que Pablo Casado aspira claramente al despacho principal de G¨¦nova 13. La aversi¨®n de Cospedal a Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa predispone la victoria del antiguo cachorro de Aznar. Y consolida una carambola elocuente: las primarias del PP puede ganarlas el segundo con el apoyo de la tercera.
Semejante expectativa proviene de un proceso electoral an¨®malo en el PP. No ya por la novedad de unas primarias en el partido del ungimiento digital, sino porque la escas¨ªsima participaci¨®n ¡ªhan votado 58.000 personas¡ª y el protagonismo de los compromisarios en la segunda vuelta contradicen el fervor democr¨¢tico o asambleario con que se hab¨ªa concebido el proceso.
Estaban previstas unas elecciones a medida de Rajoy. Y hubieran servido igualmente para la proclamaci¨®n unilateral de Feij¨®o, pero la retirada del bar¨®n gallego introdujo un est¨ªmulo imprevisible, incendiario, que ha aprovechado Casado perfectamente consciente de la idiosincrasia del cuerpo electoral. No participaban los votantes del PP. Ni siquiera se manifestaban, pocos o muchos, todos los afiliados. Lo hac¨ªa el n¨²cleo duro, el sector fan¨¢tico, la militancia practicante, de tal modo que el sonriente vicesecretario aprovech¨® la oportunidad de consolidar el mensaje de la ortodoxia: la patria, la familia, la seguridad, el liberalismo, la unidad territorial.
Los principios delimitan un planteamiento conservador. Y la renovaci¨®n se restringe al valor de la efebocracia y al significado del relevo generacional. Casado tiene 37 a?os. Se convierte en el yerno perfecto de un partido en cuyo sesgo sociol¨®gico proliferan los jubilados. Es un regreso a la pureza. Una regresi¨®n al aznarismo sin los pecados de la corrupci¨®n y con la devoci¨®n a las dos im¨¢genes que ayer ¡°decoraban¡± la sede del PP en el Barrio de Salamanca: la virgen del Pilar y Margaret Thatcher. All¨ª coincidieron sin coincidir Pablo y Soraya para depositar su voto, premonici¨®n de un duelo electoral que se promete cruento y despiadado.
La ¡°exvice¡± no puede reclamar para s¨ª el liderazgo de una lista unitaria cuando solo ha ganado con 1.500 votos de diferencia. Y Cospedal s¨ª puede movilizar su influencia para arbitrar la victoria de Pablo Casado desde la posici¨®n de ¡°king maker¡±. Ser¨ªa la manera de reciclar la bochornosa derrota, aunque el veredicto de anoche sobrentiende su agon¨ªa pol¨ªtica. En cuesti¨®n de unas semanas, la exministra de Defensa ha perdido el sitial en el partido y en el Gobierno.
Ser¨¢ la libre de Casado en la contienda del 21 de julio, quince d¨ªas cuya agitaci¨®n e incertidumbre puede incitar la implicaci¨®n de los patriarcas que han guardado silencio. Aznar y Rajoy no se molestaron siquiera en votar. Feij¨®o podr¨ªa decantarse expl¨ªcitamente por la candidatura de Pablo. Y el PP coronar¨ªa un l¨ªder que parece un ant¨ªdoto de dise?o a Ciudadanos.
La segunda vuelta no es una segunda vuelta. Responde al veredicto estricto de los compromisarios. Es la raz¨®n por la que no conviene sumar el pablismo y cospedalismo como ant¨ªdoto al sorayismo. La aritm¨¦tica es otra, abierta a nuevas incertidumbres, pero no puede decirse que la victoria final de Casado rectificar¨ªa a la militancia. Tanto por las apreturas del resultado de ayer como porque el partido reaccionar¨ªa al fin del marianismo con el marianismo. El 21 de julio, Soraya se expone a su propio refer¨¦ndum.
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