Los perdedores de la globalizaci¨®n
Los trabajadores m¨¢s castigados por los cambios econ¨®micos se han quedado hu¨¦rfanos en el sistema pol¨ªtico y los sindicatos se han debilitado. Los gobiernos no tienen incentivos para proteger a loas damnificados de la internacionalizaci¨®n
Cada vez son m¨¢s los estudios que vinculan el desapego de una parte de la ciudadan¨ªa hacia el sistema pol¨ªtico con las consecuencias que las transformaciones econ¨®micas recientes est¨¢n teniendo en nuestras sociedades. Tanto en Estados Unidos como en Europa, las regiones cuyas estructuras productivas se han visto m¨¢s afectadas por la nueva competencia internacional, son las que m¨¢s han virado pol¨ªticamente hacia Trump, el Brexit, o los partidos de corte nativista y proteccionista. Como trato de mostrar en mi reciente libro Antisistema: Desigualdad econ¨®mica y precariado pol¨ªtico, los individuos que se ven econ¨®micamente m¨¢s vulnerables, especialmente tras la gran recesi¨®n, son m¨¢s proclives a votar a partidos que cuestionan el funcionamiento del sistema pol¨ªtico. Un cierto consenso empieza a emerger entre economistas, polit¨®logos y soci¨®logos: aunque los procesos de internacionalizaci¨®n y automatizaci¨®n de nuestras econom¨ªas tengan consecuencias netas positivas, tambi¨¦n generan ganadores y perdedores sistem¨¢ticos. Muchos individuos son capaces de aprovechar las oportunidades que ofrece una econom¨ªa m¨¢s abierta y din¨¢mica, pero otros ven c¨®mo estas transformaciones les condenan a perder sus empleos y a aceptar trayectorias laborales m¨¢s precarias y err¨¢ticas. Para los trabajadores menos cualificados y de menores salarios no es f¨¢cil adaptarse a los cambios que trae la nueva econom¨ªa: cambiar de sector o de ocupaci¨®n para convertirse en un ¡°ganador¡± de la globalizaci¨®n o de la automatizaci¨®n no siempre es posible. El proceso de ajuste deja cicatrices, concentradas entre ciertos grupos sociales.
Otros art¨ªculos del autor
Que los cambios econ¨®micos tienen consecuencias distributivas y que estas pueden degenerar en crisis pol¨ªticas no es algo que hayamos descubierto ahora. Una de las principales ense?anzas de la historia econ¨®mica de la primera mitad del siglo XX es que para sostener pol¨ªticamente un orden econ¨®mico internacional abierto era necesario que los sistemas pol¨ªticos nacionales fueran capaces de lograr que el crecimiento fuera inclusivo, es decir, que los Estados ofrecieran pol¨ªticas de compensaci¨®n transversales que suavizaran las consecuencias negativas asociadas a la exposici¨®n a los mercados globales. No es casualidad que la reconstrucci¨®n de un orden econ¨®mico internacional abierto tras la Segunda Guerra Mundial viniera de la mano de la mayor expansi¨®n del Estado del bienestar de la historia.
El nuevo contrato social exige un nuevo reparto de recursos econ¨®micos y del poder pol¨ªtico
?Por qu¨¦ hoy no somos capaces de compensar a los perdedores de la globalizaci¨®n y la automatizaci¨®n? Son procesos que hacen a nuestras econom¨ªas m¨¢s ricas en su conjunto, por lo que podr¨ªamos en principio transferir parte de esos beneficios a los grupos que est¨¢n encontrando m¨¢s dificultades. Si estamos de acuerdo en que la clave para parar el descontento social y pol¨ªtico respecto de estas transformaciones econ¨®micas es llevar a cabo pol¨ªticas p¨²blicas que permitan que todos los grupos se beneficien de ella. ?Qu¨¦ nos impide hacerlo?
El que sea un problema tan extendido nos hace ser esc¨¦pticos respecto a explicaciones coyunturales centradas en partidos concretos o en la tan manida falta de ¡°voluntad pol¨ªtica de nuestros gobernantes¡±. Las causas, creo, son m¨¢s profundas.
Una primera explicaci¨®n la proporciona el economista Dani Rodrik: a diferencia del pasado, las ¨²ltimas olas globalizadoras tienen m¨¢s consecuencias distributivas (generan m¨¢s ganadores y perdedores netos) y generan menos beneficios agregados para todos. En estas circunstancias, cabe imaginar, compensar es m¨¢s complicado: es m¨¢s f¨¢cil financiar nuevos programas sociales cuando se crece al 5% anual que cuando lo hacemos al 2%.
Otra explicaci¨®n es de naturaleza m¨¢s pol¨ªtica: los supuestos representantes de los ¡°perdedores¡± de estas transformaciones econ¨®micas han dejado de preocuparse de ellos. El economista Thomas Piketty muestra en su ¨²ltimo trabajo c¨®mo los partidos que tradicionalmente representaban a los votantes de clase trabajadora en Francia, Estados Unidos y Gran Breta?a (los partidos de izquierda) se han ¡°brahmanizado¡±: hoy son, m¨¢s que nada, los representantes de los segmentos de poblaci¨®n con m¨¢s alto nivel educativo. Los trabajadores no cualificados, de menos recursos, los m¨¢s castigados en definitiva por las ¨²ltimas transformaciones econ¨®micas, se habr¨ªan quedado hu¨¦rfanos en el sistema pol¨ªtico. Una interpretaci¨®n seguramente m¨¢s realista dir¨ªa que no es que los partidos socialdem¨®cratas se hayan deshumanizado y hayan voluntariamente dejado a su suerte a sus votantes m¨¢s vulnerables, sino m¨¢s bien que para ellos hoy resulta m¨¢s dif¨ªcil hacer compatible la defensa de los intereses de sus votantes tradicionales con los de otros grupos, que tambi¨¦n necesitan atraer para ser exitosos electoralmente.
Las pol¨ªticas de compensaci¨®n tienen que ser ambiciosas y sostenidas en el tiempo
Los perdedores econ¨®micos no se han vuelto d¨¦biles solo en las urnas. Una de las principales instituciones que tradicionalmente les garantizaban voz en el proceso de toma de decisiones, los sindicatos, tambi¨¦n han sufrido un proceso secular de debilitamiento. La consecuencia es que nuestros sistemas pol¨ªticos han facilitado que los perdedores econ¨®micos se vayan convirtiendo en una suerte de precarios pol¨ªticos: ciudadanos que se perciben incapaces de incidir en el proceso de toma de decisiones democr¨¢tica. La ausencia de pol¨ªticas de compensaci¨®n ser¨ªa por tanto una consecuencia m¨¢s de ello: no les protegemos frente a los cambios porque nuestros gobernantes tienen demasiados pocos incentivos para hacerlo.
Y ahora que empezamos a ver las orejas al lobo ?cambiar¨¢n las prioridades de nuestros l¨ªderes una vez que hemos visibilizado las dram¨¢ticas consecuencias pol¨ªticas que tiene la desatenci¨®n sistem¨¢tica de las demandas de protecci¨®n? Parece existir un cierto consenso en torno a la necesidad de una globalizaci¨®n m¨¢s inclusiva, ?pero es esperable que lo logremos?
La toma de conciencia por parte de nuestros l¨ªderes econ¨®micos y pol¨ªticos de la gravedad de este problema es una condici¨®n necesaria, pero no suficiente. En la medida que los perdedores sigan siendo electoral e institucionalmente marginales, las promesas de compensaci¨®n que les hagamos desde el sistema pol¨ªtico ser¨¢n in¨²tiles. La raz¨®n es que estas pol¨ªticas, para ser efectivas, han de reunir dos condiciones: que sean ambiciosas, y que sean sostenidas en el tiempo. Para lo primero ser¨¢ seguramente necesario un esfuerzo fiscal importante, que no ser¨¢ pol¨ªticamente f¨¢cil de gestionar. Para lo segundo, necesitaremos que las promesas de compensaci¨®n sean cre¨ªbles, es decir, que sus beneficiarios obtengan garant¨ªas de que no podr¨¢n ser f¨¢cilmente revertidas en el futuro. Y esto solo se consigue de una forma: que los perdedores recuperen la centralidad que han perdido en el proceso pol¨ªtico.
En ¨²ltima instancia, el nuevo contrato social que exige la nueva econom¨ªa requerir¨¢ no solo de un nuevo reparto de los recursos econ¨®micos, sino sobre todo del poder pol¨ªtico.
Jos¨¦ Fern¨¢ndez-Albertos es polit¨®logo y cient¨ªfico titular del CSIC. Su ¨²ltimo libro es Anti-sistema: Desigualdad econ¨®mica y precariado pol¨ªtico (La Catarata, 2018).
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