Las chanclas ponen al descubierto el lado oscuro de la globalizaci¨®n
La conexi¨®n entre contrabandistas, trabajadores prescindibles, recolectores de basura y los consumidores m¨¢s pobres: esta es una de las historias m¨¢s siniestras que puedas leer
Cuando haga las maletas para irse de vacaciones, no olvide meter las chanclas y tratarlas con respeto: es posible que hayan viajado m¨¢s que usted y que hayan presenciado cosas que no puede ni imaginarse. Las chanclas pueden parecer sencillas y baratas, pero son parte de una historia m¨¢s grande y complicada.
Son el calzado m¨¢s vendido del mundo, incluso por delante de las zapatillas de deporte. Se fabrican por miles de millones al a?o, a menudo en peque?as f¨¢bricas de China. Su venta aumenta a la par que la poblaci¨®n mundial. Aunque mil millones de personas en el mundo a¨²n andan descalzas, en el sur del planeta son el primer contacto con el mundo del zapato.
Para muchas personas probablemente no son m¨¢s que un calzado para la playa, pero en algunos lugares son un bien muy preciado para su uso diario. Las chanclas tambi¨¦n cuentan historias sobre c¨®mo funciona realmente la globalizaci¨®n sobre el terreno, tal y como descubr¨ª al seguirlas a lo largo de lo que llamo el rastro de las chanclas.
Son de pl¨¢stico, por lo que su historia comienza en la econom¨ªa de los hidrocarburos, en los campos petrol¨ªferos de Oriente Medio. La materia prima a partir de la que se fabrican la extraen los trabajadores migrantes de Siria y del sur de India, que viven en campamentos en el desierto y que trabajan en plataformas de perforaci¨®n durante turnos de 12 horas bajo un calor abrasador.
Algunos de los productos petroqu¨ªmicos que se extraen del crudo se transforman en peque?os gr¨¢nulos de pl¨¢stico en las enormes f¨¢bricas desiertas de la ciudad surcoreana de Daesan, un importante centro que produce a escala mundial los componentes a partir de los que se fabrica todo tipo de pl¨¢sticos. Esos gr¨¢nulos los crean equipos de trabajadores petroqu¨ªmicos que recorren la f¨¢brica para controlar la maquinaria que manejan a distancia desde los ordenadores.
El mercado m¨¢s grande de chanclas se encuentra en los pa¨ªses con rentas bajas. Etiop¨ªa, un Estado sin litoral del este de ?frica, es uno de los mayores consumidores
Los gr¨¢nulos de pl¨¢stico los compran millones de peque?as y medianas f¨¢bricas de chanclas de todo el mundo agrupadas en lugares donde la mano de obra es barata (como Vietnam y diferentes zonas de ?frica subsahariana). Los emigrantes rurales las fabrican en el sudeste de China, en peque?as f¨¢bricas de aldeas industriales que surgen entre las zonas de cultivo. Los residuos pl¨¢sticos se amontonan por el campo como monta?itas de color rosa y azul. Pero cuando China aument¨® de forma gradual la cadena de valor, la producci¨®n se desplaz¨® a otros lugares y determin¨® la vida de otros trabajadores que viven en la misma precariedad.
Distribuci¨®n de chanclas
El mercado m¨¢s grande de chanclas se encuentra en los pa¨ªses con rentas bajas. Etiop¨ªa, un Estado sin litoral del este de ?frica, es uno de los mayores consumidores de ellas, de las baratas. Segu¨ª los contenedores desde la costa de la regi¨®n de Somalilandia y por la frontera de Etiop¨ªa y descubr¨ª que muchas de las rutas de las chanclas se dise?an para evadir los impuestos de importaci¨®n.
Una matriz cambiante de contrabandistas muy especializados mueve estos contenedores asumiendo un gran riesgo personal. Cuando llegan al Mercato, el gran mercado central de Ad¨ªs Abeba, las chanclas de contrabando y las importadas de forma legal son indistinguibles, salvo por su precio: las de contrabando son m¨¢s baratas y atraen a una poblaci¨®n que vive con esmero de unos recursos escasos.
La historia de las chanclas termina, o eso pensaba yo, en un vertedero llamado Koshe, en las afueras de Ad¨ªs Abeba. All¨ª habl¨¦ con algunos de los doscientos escarbadores, como se hacen llamar, que recogen materiales de desecho, como metal, madera y pl¨¢stico, que se puedan vender a plantas de reciclaje. A nivel visual, el lugar es espectacular: inmenso y lleno de restos en descomposici¨®n de colores apagados junto a los escarbadores, vestidos con los mismos colores oscuros, que se funden con ese paisaje.
A medida que llegan los camiones de diferentes partes de la ciudad y descargan su contenido, se produce una intensa lucha entre escarbadores para conseguir las mejores piezas. Ellos interpretan la geograf¨ªa de la ciudad a partir de los barrios que producen la basura: Bole, con sus centros comerciales de lujo, produce algunos de los mejores residuos y provoca las luchas m¨¢s feroces. Muchas veces, las chanclas de pl¨¢stico que no se pueden reciclar acabar¨¢n tiradas en la basura durante m¨¢s de 100 a?os antes de que se descompongan.
Este rastro de las chanclas encaja con una imagen desconocida de la globalizaci¨®n, como un mosaico ad hoc de las conexiones cambiantes entre vidas y formas de salir adelante, en lugar del funcionamiento fluido de las cadenas productivas mundiales en el que nos han hecho creer. La conexi¨®n entre contrabandistas, trabajadores prescindibles, recolectores de basura y los consumidores m¨¢s pobres: esta es una de las historias m¨¢s oscuras de la globalizaci¨®n.
Un ep¨ªlogo desolador
Pero, como descubr¨ª despu¨¦s, el rastro no termina ah¨ª. La basura no es solo material inerte descartado, sino un agente activo para la construcci¨®n del futuro.
Rastrear un trozo de pl¨¢stico chino que supone un primer paso en el mundo del calzado para los pobres me llev¨® a un panorama de empobrecimiento
Las cosas se pusieron a¨²n m¨¢s feas de lo que podr¨ªa haber imaginado el a?o pasado, cuando Koshe, el vertedero a las afueras de Ad¨ªs Abeba, se derrumb¨®, lo que provoc¨® la muerte de m¨¢s de 113 personas y muchas m¨¢s resultaron heridas. Las causas a¨²n est¨¢n por determinar. El lugar se hab¨ªa cerrado en 2016 para dar paso a plantas de reciclaje privadas m¨¢s grandes, pero se reabri¨® brevemente en el momento de la cat¨¢strofe debido al malestar con las indemnizaciones y con el impacto de las nuevas plantas en la agricultura.
Esta situaci¨®n forma parte de una historia m¨¢s grande. La ciudad de Ad¨ªs Abeba est¨¢ creciendo y, seg¨²n lo hace, va absorbiendo las zonas de cultivo. El plan de ordenaci¨®n de la ciudad, que se ha aplicado de forma m¨¢s agresiva desde finales de 2015, es nefasto para las personas que viven en las mismas condiciones de precariedad que los escarbadores. Sus asentamientos irregulares y su agricultura de subsistencia se encuentran en un terreno que se est¨¢ vendiendo a constructores para edificar viviendas de lujo. A medida que la ciudad se expande, los terrenos marginales adquieren valor.
Etiop¨ªa tiene una de las econom¨ªas con un crecimiento m¨¢s acelerado del mundo. Se estima que ha crecido entre un 7% y un 10% al a?o desde el cambio de milenio. Sin embargo, los expertos informan de que esto no ha reducido los niveles de pobreza. El 33,5% de los et¨ªopes a¨²n vive en condiciones de extrema pobreza. El Gobierno, al vender las zonas de cultivo a constructores para obtener beneficio privado, acaba con las escasas oportunidades con las que subsisten las poblaciones m¨¢s pobres. Las viviendas de lujo para los et¨ªopes adinerados tienen su coste para los pobres.
Rastrear un trozo de pl¨¢stico chino que supone un primer paso en el mundo del calzado para los pobres me llev¨® hasta un panorama de empobrecimiento y desplazamiento. As¨ª que trate sus chanclas de la playa con respeto. Son mucho m¨¢s de lo que ve a simple vista.
Caroline Knowles es profesora de Sociolog¨ªa de la Universidad de Londres.
Este art¨ªculo fue previamente publicado en The Conversation Espa?a, que acaba de inaugurarse y se suma a la plataforma internacional de contenidos cient¨ªficos y acad¨¦micos
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