Un trato parad¨®jico
Lo que se plantea es que el Govern pueda ejecutar sin reservas una pol¨ªtica de cohesi¨®n identitaria
?El polit¨®logo Angelo Panebianco se?alaba hace ya tiempo que por debajo de los arreglos de tipo federal que se han practicado en algunos pa¨ªses subyace una especie de trato ap¨®crifo entre las ¨¦lites pol¨ªticas centrales y regionales: yo reconozco tu soberan¨ªa a cambio de que t¨² me entregues el poder omn¨ªmodo para controlar a mi poblaci¨®n. Un pacto que no se distingue mucho del que existi¨®, en el sistema de gobierno indirecto de las monarqu¨ªas europeas, entre la corte y los poderes territoriales, seg¨²n lo cuenta Charles Tilly. Lo que pasa es que en el pasado la homogeneidad cultural de las poblaciones concernidas era un hecho bruto ya dado que a nadie preocupaba, mientras que en la actualidad es un dif¨ªcil objetivo a conseguir. Son tiempos de nacionalismo. El control que deseaban los poderes territoriales medievales era un poder de explotaci¨®n de rentas y fiscal, el que desean los de ahora es (adem¨¢s) un poder ideol¨®gico para (re)crear sociedades homog¨¦neas all¨ª donde existen unas complejas, mestizas y plurales.
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La institucionalidad realmente operante desde 1978, dijera lo que dijera la letra constitucional, obedeci¨® en gran manera a este tipo de acuerdo, de manera que lo que ahora se plantea como soluci¨®n a la crisis catalana no es sino llevarlo al extremo: entregar a Catalu?a las competencias exclusivas y blindadas en materia ling¨¹¨ªstica, cultural y de ense?anza, de manera que su gobierno pueda llevar a cabo sin restricci¨®n alguna una pol¨ªtica de cohesi¨®n identitaria de la sociedad, reformando en lo necesario a las personas que la componen para que se amolden al tipo nacional catal¨¢n predefinido por ese mismo gobierno. Un pacto profundamente antiliberal por cuanto entrega personas concretas de carne y hueso (los ¨²nicos sujetos morales relevantes) a cambio de relaciones de superioridad o lealtad entre entes ficticios meramente instrumentales. Las naciones son para las personas, no las personas para las naciones.
El profesor Jos¨¦ Luis Villaca?as expon¨ªa desde la teor¨ªa republicanista hace ya meses, de manera franca y desacomplejada, la necesidad de este concreto pacto para superar la crisis: ¡°Catalu?a alberga dos pueblos no suficientemente fusionados¡ Catalu?a tiene derecho a disponer de instituciones que sean capaces de garantizar que esas dos poblaciones¡ se socialicen sobre la base de la cultura catalana. Y necesita garant¨ªas del Estado de que no va a imponerse una representaci¨®n p¨²blica que amenace en su tierra a los que se sienten ante todo catalanes. A cambio, un compromiso de lealtad al Estado¡±. (El Mundo 19-10-2017).
Entregar el control de la construcci¨®n identitaria a las instituciones solo garantiza mayor apoyo social a la reclamaci¨®n de secesi¨®n
Nuestros gobernantes en Madrid no lo dicen as¨ª de claro, pero la idea subyacente a cualquier profundizaci¨®n del arreglo constitucional es esa y no otra. Dicha eso s¨ª con esos conceptos sonajero de cohesi¨®n y no segregaci¨®n (subrogados a los franquistas hoy indecibles de unidad y homogeneidad), de lo que se trata es de garantizar que las pol¨ªticas de nacionalizaci¨®n cultural puedan llevarse a cabo sin traba alguna. De reparto podr¨¢ discutirse en el tema de los dineros, pero en el de las personas no, esas todas para ti.
Es parad¨®jico se?alar que este tipo de arreglos transaccionales, aparte de su ilegitimidad moral, resulta que no tienen a la larga sino efectos delet¨¦reos para con la misma estabilidad pol¨ªtica que se supone deber¨ªan producir. Por un lado, porque desaniman precisamente a quienes son al final los sostenedores de la legitimidad del Estado, las masas poblacionales que en Catalu?a se sienten tambi¨¦n espa?olas y que se ven tratadas como moneda por su propio palad¨ªn; visto lo visto, parece que lo m¨¢s razonable para un catal¨¢n es volverse nacionalista, su resistencia a la culturaci¨®n exclusivista no le produce sino inconvenientes. As¨ª se desorienta y desincentiva a esos cuya aparici¨®n en la calle se celebraba pocos meses ha.
Pero, adem¨¢s, entregar el control de la construcci¨®n identitaria de las personas a las instituciones de obediencia ¡°solo catalana¡± lo ¨²nico que garantiza a medio plazo es que la reclamaci¨®n de secesi¨®n encuentre pronto mayor base social de apoyo, precisamente lo que le ha faltado en la intentona que ahora agoniza. Si no se hizo suficiente pa¨ªs como para triunfar en los cuarenta a?os pasados¡ se har¨¢ m¨¢s con los instrumentos que el Estado nos entrega en su visi¨®n cortoplacista. La supuesta soluci¨®n se revela al final como una ominosa predicci¨®n de que el futuro volver¨¢ a las andadas.
Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Soroa es abogado.
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