Quiz¨¢s
Los espa?oles hemos aguantado m¨¢s corrupci¨®n institucional de la que somos capaces de soportar
Quiz¨¢s al cabo no fuera tan buen negocio. Quiz¨¢s eso es lo que est¨¢n pensando hoy los supervivientes, pocos ya, del selecto c¨ªrculo de poder que se arrog¨® el derecho de tomar decisiones en nombre de todos los espa?oles durante la Transici¨®n. La iniciativa de convertir a Juan Carlos I en el Mes¨ªas de la democracia, por el procedimiento de blindar f¨¦rreamente su imagen en todos los medios de comunicaci¨®n, era una espada de doble filo. Por una parte asegur¨® el prestigio y la popularidad de un monarca del que s¨®lo se publicaban alabanzas, en algunos medios con una frecuencia e intensidad que rozaban el rid¨ªculo o incluso se sumerg¨ªan completamente en ¨¦l. Pero por otra, en la medida en la que se convirti¨® en la medida de la excelencia y el s¨ªmbolo indiscutible de la nueva Espa?a, la imagen de Juan Carlos I estaba abocada a padecer el mismo desgaste que el sistema que lo elev¨® a unos altares que no siempre hab¨ªan alcanzado sus antepasados. Ese momento ha llegado, y su figura est¨¢ en crisis por el mismo motivo que ha provocado la crisis de las instituciones democr¨¢ticas que su persona simboliz¨® con tanto ¨¦xito. Quiz¨¢s, si el blindaje p¨²blico de Juan Carlos?I no hubiera sido tan absoluto, si se hubiera sentido expuesto a las cr¨ªticas que todos los espa?oles somos susceptibles de recibir por la buena o mala calidad de nuestro trabajo, si se hubiera fabricado la imagen de un rey m¨¢s humano y menos campechano, el juez De Gea no habr¨ªa llegado a tomar una decisi¨®n que marca un punto de inflexi¨®n a¨²n m¨¢s profundo que el encarcelamiento de Urdangarin. La luna de miel ha terminado. Los espa?oles hemos aguantado m¨¢s corrupci¨®n institucional de la que somos capaces de soportar. Quiz¨¢s el error ha sido no tomarnos en serio. Ni entonces, ni ahora.
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