Relaci¨®n indispensable
Hace falta una Europa fuerte y unida que corrija los desperfectos de Trump
De todos los desperfectos que el presidente estadounidense, Donald Trump, ha causado en su a?o y medio en el poder, uno de los m¨¢s graves y duraderos puede ser su intento de liquidaci¨®n de la alianza entre EE?UU y Europa.
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La alianza fue durante d¨¦cadas una condici¨®n necesaria para la prosperidad y la estabilidad a ambas orillas del Atl¨¢ntico. Sirvi¨® a los intereses de Washington y del orden global que tras la II Guerra Mundial consolid¨® a EE?UU como primera potencia econ¨®mica. Y garantiz¨® su influencia militar inigualada, que tuvo en la pen¨ªnsula m¨¢s occidental de Eurasia su base m¨¢s s¨®lida. La alianza sirvi¨® con similar eficacia a los intereses europeos occidentales: el paraguas estadounidense actu¨® como un seguro que contribuy¨® a los milagros econ¨®micos de la posguerra y el proceso de integraci¨®n. Todo esto est¨¢ en riesgo desde la llegada a la Casa Blanca de un presidente que llama ¡°enemigos¡± a sus socios europeos, que amenaza con dinamitar la OTAN y que insin¨²a una pinza con la Rusia de Vlad¨ªmir Putin que tendr¨ªa en la UE a su primera v¨ªctima.
La reuni¨®n de Trump con el presidente de la Comisi¨®n Europea, Jean-Claude Juncker, ofrece una muestra de los efectos desestabilizadores del presidente de EE?UU. En este caso, en la pol¨ªtica comercial, ejemplo de manual del m¨¦todo Trump. El m¨¦todo combina el cortejo de su clientela electoral en Estados golpeados por la desindustrializaci¨®n, la t¨¢ctica negociadora del acoso y derribo y la manipulaci¨®n grosera con la acusaci¨®n victimista ¡ªdirigida en particular a Alemania, potencia exportadora¡ª de un expolio inexistente. El mismo esquema se reproduce en su trato con la UE como socio pol¨ªtico y la OTAN como socio militar.
Las tensiones vienen de lejos y Trump no es el ¨²nico responsable. No es el primer presidente en exigir un mayor gasto militar de los europeos, ni el primero en abrir contenciosos comerciales. Una Europa ensimismada y dividida, en la que ganan posiciones los ¨¦mulos de Trump, tampoco est¨¢ en condiciones de ejercer todo su peso para salvar la alianza. El trumpismo tambi¨¦n avanza, como se?al¨® hace unos d¨ªas, sin mencionarlo, el expresidente Barack Obama en Sud¨¢frica[DEL].
EE?UU es m¨¢s que Trump, aunque es posible que Trump no sea coyuntural, porque refleja un cambio profundo de Estados Unidos, del mismo modo que el auge del populismo y el nacionalismo en grandes pa¨ªses europeos expresa un cambio tect¨®nico en la UE. El trumpismo ha venido para quedarse. Y, sin embargo, antes de dar por liquidada la relaci¨®n transatl¨¢ntica, convendr¨ªa evaluar los costes de su no existencia y considerar qu¨¦ ocupar¨ªa el vac¨ªo.
Una soluci¨®n puede consistir en reformar, para preservarlas, instituciones comunes como la OTAN o la OMC y mantener abiertos los canales ¡ªdiplom¨¢ticos, militares, empresariales, de los niveles de Gobierno regional y municipal, de la sociedad civil¡ª que, m¨¢s all¨¢ de los presidentes, constituyen la base de la confluencia de valores e intereses.
Nada de eso ser¨¢ suficiente si los europeos no arreglan antes su patio interno. Porque solo una Europa fuerte y unida, capaz de proteger a sus ciudadanos, puede hablar de t¨² a t¨² con Trump y ejercer su peso para salvar la alianza transatl¨¢ntica. Solo as¨ª estar¨¢ preparada para, si un d¨ªa Estados Unidos se desentiende definitivamente del amigo europeo, valerse por s¨ª misma en un mundo hobbesiano de potencias en competici¨®n.
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