Paracelso y la plaga del pecado
En la noche de San Juan de 1527, Paracelso arroj¨® a las llamas una copia del canon de medicina de Avicena. Con esto, lo que estaba haciendo Paracelso era completar un acto simb¨®lico, anunciador del nuevo pulso que iba a tomar Europa a?os despu¨¦s
Con la aparici¨®n de la s¨ªfilis, las pr¨¢cticas sexuales se convirtieron en el camino m¨¢s corto entre la vida y la muerte. Llagas, p¨²stulas, ronchones, fiebre oscura y ¨²lceras sangrantes, son algunos de los s¨ªntomas cl¨ªnicos de un mal que elevar¨ªa los ¨ªndices de castidad durante una ¨¦poca donde la lujuria y Venus reinaban con imperio. Algo parecido dec¨ªa Paracelso, el m¨¦dico y alquimista que aconsej¨® tratar la enfermedad con vapores de Mercurio.
En realidad, la s¨ªfilis es una enfermedad infecciosa de la que nadie conoce su origen, por lo cual surgen diferentes hip¨®tesis al respecto. Las hay para todos los gustos y algunas de ellas servir¨ªan para dar argumentos a la xenofobia. Por ejemplo, en Inglaterra, a la s¨ªfilis se le denomin¨® ¡°mal franc¨¦s¡± y en Francia se hizo llamar ¡°mal napolitano, en Turqu¨ªa ¡°enfermedad cristiana¡± y en Portugal ¡°enfermedad espa?ola¡±. Sumado a esto, cronistas de Indias como G¨®nzalo F¨¦rnandez de Oviedo o Francisco L¨®pez de G¨®mara, sosten¨ªan que el origen de la enfermedad resid¨ªa en el Nuevo Mundo, desde donde fue llevada a Europa por los marineros de Col¨®n. Llegados aqu¨ª, podemos admitir que el azote de la s¨ªfilis, por acci¨®n de sus hip¨®tesis, globaliz¨® el periodo de transici¨®n entre la Edad Media y los inicios de la Edad Moderna.
Con todo, las pr¨¢cticas de Paracelso van a ser muy importantes, no s¨®lo para la s¨ªfilis, sino para el desarrollo de la medicina. Porque desde los presupuestos alqu¨ªmicos, Paracelso simbolizar¨ªa la ruptura con el m¨¦todo gal¨¦nico, fundando las bases de la qu¨ªmica y de la medicina moderna. Hay que recordar que hasta entonces, las f¨®rmulas empleadas para tratar las enfermedades proven¨ªan de las plantas o de los animales y que, con la llegada de Paracelso, el conocimiento secreto de la alquimia abrir¨¢ nuevas posibilidades de curaci¨®n, convirtiendo el uso de los tres principios alqu¨ªmicos (mercurio, azufre y sal) en receta m¨¦dica.
Por decirlo a la manera gramsciana, mientras el mundo antiguo se extingu¨ªa y un mundo nuevo se dejaba ver en el horizonte, mientras tanto, en el tiempo intermedio surgir¨¢n las llamas de un fuego que reducir¨¢ a cenizas el antiguo canon m¨¦dico de Avicena, arrojado a la hoguera que la tradici¨®n estudiantil hab¨ªa prendido en las afueras de la Universidad de Basilea. El canon de Avicena que hasta entonces hab¨ªa representado la autoridad de la medicina, era condenado al fuego por Paracelso, el alquimista que avivaba las llamas de una fogata universitaria que vino a iluminar la nueva ¨¦poca.
Podemos admitir que el azote de la s¨ªfilis globaliz¨® el periodo de transici¨®n entre la Edad Media y los inicios de la Edad Moderna
En nuestro tiempo, la teor¨ªa alqu¨ªmica de la Naturaleza nos suena al misterio indescifrable de un alfabeto demon¨ªaco, m¨¢s cercano a la brujer¨ªa y a la magia tribal que a la medicina. Pero no podemos enjuiciar el pasado desde nuestro presente. Por lo mismo, en un futuro, cuando se estudien algunos de los procedimientos m¨¦dicos de nuestra ¨¦poca, habr¨¢ quien descubra teor¨ªas y pr¨¢cticas que rayan en la f¨¢bula. Hay que hacer el esfuerzo y reconocer el tiempo como imagen m¨®vil de la realidad para regresar a la ¨¦poca y situarse en el momento de cambio que estaba surgiendo en Europa.
Cuando en la noche de San Juan de 1527, el incendiario Paracelso arrojaba a las llamas una copia del canon de medicina de Avicena, lo que estaba haciendo era completar un acto simb¨®lico, anunciador del nuevo pulso que iba a tomar Europa a?os despu¨¦s. Porque en el a?o 1543, la imprenta dar¨¢ tres libros que cambiar¨ªan las estructuras ps¨ªquicas reinantes en la sociedad, transformando el pensamiento cient¨ªfico para siempre. Los dibujos anat¨®micos de Vesalio, fue uno de esos libros, la traducci¨®n del griego de los trabajos de Arqu¨ªmedes, otro y, por ¨²ltimo, un tercer libro, tal vez el m¨¢s importante de todos y que llevar¨ªa por t¨ªtulo: Sobre las revoluciones de las esferas celestes; su autor: Nicol¨¢s Cop¨¦rnico.
Pero mientras la Revoluci¨®n Cient¨ªfica se pon¨ªa en marcha, una enfermedad ven¨¦rea convert¨ªa el acto sexual en un asunto del demonio al que hab¨ªa que practicar el exorcismo con imaginaci¨®n. El mal de Venus no pod¨ªa aliviarse de otro modo y Paracelso, que identificaba imaginaci¨®n con operaci¨®n alqu¨ªmica, aconsej¨® tratar la s¨ªfilis inhalando vapores de Mercurio.
Si atendemos al dicho que se populariz¨® en la ¨¦poca y que advert¨ªa que pasar una noche con Venus era igual a pasar toda una vida con Mercurio, se puede asegurar que el remedio funcionaba.?
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento
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