La adrenalina y el mito psicod¨¦lico
El adrenocromo, un metabolito de la adrenalina, se convertir¨¢ en un falso mito debido a la ret¨®rica alucinada de algunos escritos del universo psicod¨¦lico
Aunque se hiciera c¨¦lebre por narrar sucesos reales en forma de cr¨®nica, Hunter S. Thompson siempre supo que sus lectores agradecer¨ªan m¨¢s un falso mito que una verdad cient¨ªfica. Tal vez por eso, en su conocido relato Miedo y asco en Las Vegas, escribi¨® en primera persona sobre los efectos del adrenocromo, una sustancia m¨ªtica para la ¨¦poca.
Se trata un metabolito de la adrenalina del que Aldous Huxley tambi¨¦n hab¨ªa hipotetizado en su libro Las puertas de la percepci¨®n, tomando como referencia el trabajo del psiquiatra brit¨¢nico Humphry Osmond, el mismo psiquiatra que le pasar¨ªa a Huxley la dosis de mescalina que le llev¨® a experimentar nuevas operaciones enzim¨¢ticas para su cerebro. Pero vayamos por partes o mejor, por instantes.
En un primer instante, en su libro Miedo y asco en Las Vegas, el periodista Hunter S. Thompson cuenta c¨®mo el abogado Oscar Zeta Acosta le propone echar un vistazo a ¡°esa botellita marr¨®n que hab¨ªa en su estuche de afeitar¡±. Es entonces cuando el abogado le ilustra acerca de los beneficios y maleficios del adrenocromo, a lo que Hunter S. Thompson, asombrado, a?ade que tal sustancia solo se puede obtener de las gl¨¢ndulas suprarrenales de un ser humano vivo. ¡°Si se lo sacas a un cad¨¢ver no sirve¡±. El abogado confiesa que se lo ha comprado a un practicante de rituales sat¨¢nicos.
Llegados aqu¨ª, hay que apuntar que algunas tribus australianas aficionadas al canibalismo -como los grupos de clanes denominados Ngarrindjeri- estresaban a sus v¨ªctimas para mantener las gl¨¢ndulas suprarrenales con niveles altos de adrenalina y con ello servirse de ellas como alimento energ¨¦tico. Ahora volvamos a Huxley pues, en su trabajo, Las puertas de la percepci¨®n, el fil¨®sofo y ensayista brit¨¢nico nos cuenta c¨®mo el psiquiatra Osmond se fij¨® en la similitud existente entre la mescalina -sustancia alucin¨®gena que se obtiene de algunas especies de cactus- y la adrenalina -hormona que act¨²a como mensajero qu¨ªmico y que se produce en las gl¨¢ndulas suprarrenales-.
Hunter Thompson escribi¨® que sus manos ara?aban sin control el cabecero de la cama y sent¨ªa que se le hinchaban los ojos como si se le fuesen a salir de las ¨®rbitas. As¨ª estuvo hasta pasada la medianoche
Humphry Osmond descubri¨® que el metabolito de la adrenalina, el adrenocromo, produc¨ªa s¨ªntomas iguales a los observados por la mescalina. Con esto, Huxley planteaba la posibilidad de nuestro organismo para producir una sustancia qu¨ªmica capaz de causar profundos cambios en la conciencia; algunos de ellos ¡°an¨¢logos a los que se manifiestan en la plaga m¨¢s caracter¨ªstica del siglo XX, la esquizofrenia¡±.
En ese mismo instante, Huxley empieza a formular preguntas. Cuestiona si el desorden mental tiene por causa un desorden qu¨ªmico o, si al contrario, el desorden qu¨ªmico es efecto de angustias psicol¨®gicas que afectan a las gl¨¢ndulas suprarrenales. Esto ocurre a principios de los a?os 50 del pasado siglo.
Hay que recordar que la adrenalina es la primera hormona en ser descubierta. Se descubre en 1901, gracias al trabajo del qu¨ªmico japon¨¦s J¨kichi Takamine. Pero muchos a?os antes, para ser exactos en 1748, el m¨ªstico sueco Swedenborg, que en sus escritos visionarios conjugo la anatom¨ªa con la m¨ªstica, se interes¨® por ¡°un licor marr¨®n de gusto dulce que protege los ri?ones¡±.
El ¨²ltimo instante se corresponde con la experiencia del psic¨®logo y experto en drogodependencias Eduardo Hidalgo Downing. En su libro, El Adrenocromo y otros mitos sobre drogas (Amargord ediciones) nos relata su vivencia tras la ingesta de la citada sustancia. Hidalgo cuenta que se administr¨® la misma calidad de adrenocromo que en su d¨ªa tomase Osmond, pero en mayor cantidad.
A diferencia del psiquiatra brit¨¢nico, Eduardo Hidalgo no experiment¨® alteraciones en la percepci¨®n pero s¨ª que le invadi¨® una euforia poco com¨²n. Con todo, la experiencia fue muy diferente a la que se?al¨® Hunter Thompson en su libro cuando escribi¨® que sus manos ara?aban sin control el cabecero de la cama y sent¨ªa que se le hinchaban los ojos como si se le fuesen a salir de las ¨®rbitas. As¨ª estuvo Thompson hasta pasada la medianoche. ¡°Segu¨ªa siendo una ruina balbuciente nerviosa que vagaba por la habitaci¨®n como un animal salvaje, sudando a mares...¡±
En su relato, Hunter S. Thompson se sirve del adrenocromo para escribir acerca de sus efectos con la ret¨®rica psicod¨¦lica que caracteriza toda su obra, lo que convierte el metabolito de la adrenalina en un falso mito, tan falso como la anticiencia que trata enfermedades mediante soluciones con principios activos desactivados. Una exageraci¨®n como lo fue pensar que aquella sustancia solo ten¨ªa como fuente posible las gl¨¢ndulas suprarrenales de un ser humano vivo.
Porque en los tiempos en los que Thompson y Acosta atravesaron el desierto en un descapotable con el maletero cargado de drogas -inicios de los a?os setenta- ya exist¨ªa el adrenocromo sint¨¦tico, de igual principio activo que el segregado por las gl¨¢ndulas suprarrenales de un ser humano con estr¨¦s.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento
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