Principios sin repuesto
En pol¨ªtica, los imaginarios son reales y esto ha sido comprendido por la ultraderecha
El viejo chiste que hac¨ªa Groucho Marx en esa formidable s¨¢tira contra el fascismo que fue Sopa de ganso siempre regresa a la vida pol¨ªtica de un modo u otro. Hoy tenemos que modificarlo. En vez de ¡°estos son mis principios, si no le gusta tengo otros¡±, estamos forzados a afirmar: ¡°Estos son nuestros principios, si no les gustan no tenemos otros¡±. En un contexto geopol¨ªtico global en el que los fundamentos que la defin¨ªan est¨¢n siendo tensionados hasta el l¨ªmite, Europa se enfrenta hoy a una pregunta que parece formulada por la mism¨ªsima Esfinge: di qui¨¦n eres o perece.
Otros art¨ªculos de la autora
Lejos de poseer una hoja impoluta de servicios a la humanidad, Europa se parece m¨¢s bien a una casa vieja llena de fantasmas antiguos, aunque desde la II Guerra Mundial la vieja casa se ha empe?ado en exorcismos varios para mantenerse a salvo de ser abatida de nuevo por alguna dictadura. Pero lo que eran muros de contenci¨®n antitotalitaria hoy se est¨¢n transformando r¨¢pidamente en fronteras regidas por el miedo. Fronteras exteriores y fronteras interiores a la propia Europa, entre sus pa¨ªses, erigidas en el fragor de la disputa sobre c¨®mo fortificar m¨¢s y mejor la casa com¨²n hasta que deje de serlo.
Nada ser¨¢ f¨¢cil de arreglar en este nuevo contexto, no habr¨¢ recetas m¨¢gicas ni acuerdos sedosos, pero lo ¨²nico que parece claro es algo que J¨¹rgen Habermas ha puesto de relieve en un art¨ªculo reciente: es preciso definirse activamente, dar forma a la pol¨ªtica en vez de estar a la defensiva, a ver venir un miedo sin contornos ni forma, dif¨ªcil de gestionar y f¨¢cil de rentabilizar. Europa debe dar un paso adelante y hacer pol¨ªtica com¨²n, no dos pasos hacia atr¨¢s para improvisar pol¨ªticas de repliegue.
La apelaci¨®n al principio de Fraternidad hace unas semanas por parte del equivalente al Tribunal Constitucional franc¨¦s es un paso hist¨®rico
Los antiguos espectros est¨¢n saliendo a pasear a plena luz del d¨ªa, a la vez que el Mediterr¨¢neo se llena de cuerpos sin vida. Europa lo contempla at¨®nita incapaz de reaccionar y definirse, pese a la relaci¨®n que existe entre ambos procesos. Poco importa que diversos especialistas se empe?en en desmentir con cifras y hechos los discursos y nuevos imaginarios sobre una invasi¨®n de ultramar: las creencias infundadas o fundadas sobre miedos ancestrales son tozudas y se amplifican en la caja de resonancia de esas redes salvajes que hoy polarizan discursos de odio y temor. Mientras tanto, la casa com¨²n se empe?a en seguir esperando a los b¨¢rbaros del poema de Kavafis, esto es, aguardando a que la defina, a que modele su identidad y sus contornos, una amenaza imaginaria en vez de una pol¨ªtica real.
En pol¨ªtica, los imaginarios son reales, su realidad consiste en su efecto y esto ha sido perfectamente comprendido por la ultraderecha que hoy d¨ªa est¨¢ conectando con los miedos de amplios segmentos de poblaci¨®n literalmente machacados por la crisis y por el neoliberalismo salvaje en el que esta se incub¨®. Tiene raz¨®n Nancy Fraser al recomendar a la izquierda que, lejos de enzarzarse en una batalla de desprecio contra estos sectores, comience una r¨¢pida operaci¨®n contra reloj para reconectarlos a un proyecto pol¨ªtico que exorcice sus temores en vez de azuzarlos. O eso, o tendremos la alternativa ya conocida: el modelo del Leviat¨¢n que neutraliza el miedo a base de ser el que m¨¢s miedo logra imponer.
Europa nombra a su miedo como ¡°efecto llamada¡± pero lo que hay detr¨¢s es un miedo al cambio, a c¨®mo gestionar la llegada del otro y a si este aceptar¨¢ o no nuestras costumbres. Hace d¨¦cadas, Derrida ya medit¨® sobre la llamada de la hospitalidad y el cambio que produce en el que acoge. No es que el otro que llama a la puerta nos vaya a cambiar, es que nos cambia al llamar a nuestra puerta, antes incluso de traspasarla, porque nos interpela. Seg¨²n reaccionemos a la llamada nos convertiremos en una cosa u otra, pero en todo caso, en algo diferente. Probablemente el ¡°efecto llamada¡± no existe pero la llamada desde el Mediterr¨¢neo s¨ª nos va a cambiar.
Y aqu¨ª es donde entran en juego nuestros principios, nuestra capacidad de hacer pol¨ªtica y definirnos en y a trav¨¦s de ese cambio. La apelaci¨®n al principio de fraternidad hace unas semanas por parte del equivalente al Tribunal Constitucional franc¨¦s es un paso hist¨®rico en esa direcci¨®n. Hay quien alberga dudas de su efectividad, pero la fuerza de los principios nunca ha estribado en que sean vigentes en todo momento y lugar sino en la posibilidad permanente que tenemos de apelar a ellos. Reside en la fuerza de las palabras que nos interpelan y nos comprometen, que nos hacen ser lo que somos. No tienen repuesto.
Alicia Garc¨ªa Ruiz es Profesora de Filosof¨ªa en la Universidad Carlos III de Madrid.
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