Una piscina esquinada
Los vecinos del humilde barrio sevillano de las Tres Mil Viviendas buscan la mejor manera de sortear los asfixiantes efectos de la can¨ªcula en la capital andaluza
Esquinada en la enjuta sombra de mediod¨ªa de un edificio sin ascensor, sobre una acera recalentada y gris, aparecen brillantes los reflejos de agua de una piscina de pl¨¢stico medio vac¨ªa donde se refrescan tres chiquillos. Se alcanzan los 40 grados y lejos de un mando a distancia que active una m¨¢quina de aire acondicionado, donde se calibra la temperatura id¨®nea solo con articular dos falanges, algunos vecinos del desfavorecido barrio de las Tres Mil Viviendas de Sevilla montan un tinglado de verano para sofocar la can¨ªcula. Pocas veces tanta gente coincide tanto en opiniones como cuando se habla del calor en la calle, la sensaci¨®n es la misma para todos, pero no siempre puede solventarse de la misma manera.
Manguerazos de agua por la cabeza son algunas soluciones estivales que se ven por este barrio ubicado en el Pol¨ªgono Sur de Sevilla. Un pol¨ªgono poli¨¦drico donde residen cerca de 50.000 personas que, con un rese?able trabajo vecinal y el apoyo de las Administraciones en un comisionado espec¨ªfico para la zona, salen paso a paso del estigma que les ha acompa?ado durante d¨¦cadas de tr¨¢fico de drogas, inseguridad, analfabetismo, desempleo y delincuencia. Una estampa apenas salvada por la calidad del flamenco que rezuma de este rinc¨®n de Sevilla.
Tambi¨¦n esquinado, inaccesible, acotado entre v¨ªas y carreteras, es como se concibi¨® este pol¨ªgono de seis barrios en 145 hect¨¢reas. Durante la dictadura de Franco se desaloj¨® a la poblaci¨®n gitana que resid¨ªa en Triana y se la reubic¨® en este fondo de saco sin apenas servicios p¨²blicos, con una desigualdad que lastra el presente. Aunque ahora se organizan centenares de actividades durante el a?o, como las escuelas de verano que estos meses cuentan con 800 plazas gratuitas para sus residentes; y son decenas los premios que se han ganado por iniciativas ciudadanas innovadoras. Todo pasa mientras desde otra esquina, el padre de los chiquillos, en una silla de ruedas, mira la refrescante escena con la pierna vendada. Tiene suerte, vive en el bajo del edificio sin ascensor. No tiene que subir acalorado las escaleras y llegar hasta arriba sin una m¨¢quina que ofrezca la temperatura id¨®nea.
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