Los viajes ?ilustran?
En el siglo XXI ya es casi imposible descubrir territorios ignotos, cualquiera puede ver en la pantalla de su tel¨¦fono im¨¢genes del rinc¨®n m¨¢s escondido del planeta. Todas las regiones de la Tierra est¨¢n cuadriculadas para el turista
?De verdad ilustran los viajes en el siglo XXI? Hace doscientos a?os la gente com¨²n viajaba mucho menos que nosotros, sal¨ªa poco de su comarca y los viajeros cumpl¨ªan con la funci¨®n de contar, a quien quisiera enterarse, de las maravillas, las rarezas y los horrores que hab¨ªa en pa¨ªses lejanos y ex¨®ticos. El viajero de entonces era una persona admirable porque hab¨ªa estado en lugares que sus paisanos no pod¨ªan ni imaginar y, para llegar hasta aquellas regiones ignotas, se hab¨ªa sometido a innumerables incomodidades y peligros que nadie pod¨ªa, naturalmente, comprobar, pero tampoco desestimar.
La idea de que los viajes ilustran viene de esa ¨¦poca en la que el viajero efectivamente descubr¨ªa nuevos mundos y despu¨¦s regresaba a ilustrar a su c¨ªrculo social que permanec¨ªa dentro del per¨ªmetro del pueblo, mientras ¨¦l sorteaba acantilados y se bat¨ªa contra fieras mitol¨®gicas.
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En el siglo XXI ya es casi imposible descubrir territorios ignotos, cualquiera puede ver en la pantalla de su tel¨¦fono im¨¢genes del rinc¨®n m¨¢s escondido del planeta, y el viajero de hoy ya no puede contar que ha visto un leprechaun en los alrededores de Skibbereen sin que Google lo desautorice de inmediato.
Hoy ya es dif¨ªcil que los viajes ilustren, cualquier regi¨®n de la Tierra est¨¢ cuadriculada para el turista, el flujo de gente que viaja est¨¢ controlado, gestionado y domesticado por la gran industria del turismo que provee sitios hist¨®ricos, monumentos, edificios emblem¨¢ticos, restaurantes, todo rumiado y digerido en una gu¨ªa, en un blog, en una app. El viajero de hoy es precisamente lo contrario del viajero de hace dos siglos: mientras aquel viajaba para descubrir lo que nadie hab¨ªa visto nunca, el de hoy viaja para ver, o experimentar, lo que ya han visto y documentado los dem¨¢s; el viajero de antes iba por delante y el de hoy lo que quiere es no quedarse atr¨¢s.
La era de la hiperinformaci¨®n genera una transparencia que nos ha dejado sin territorios ignotos y tambi¨¦n sin ese margen de bruma de donde sal¨ªan los leprechauns. Si Google hubiera existido en la antig¨¹edad las mitolog¨ªas no hubieran contado con la bruma informativa que las hizo florecer.
Antes hab¨ªa que inventarlo todo: la ruta, el medio de transporte, los sitios para pasar la noche
En la ¨¦poca de Dem¨®crito no hab¨ªa forma de fotografiar los viajes y el viajero, al no contar con el respaldo de las im¨¢genes, ten¨ªa que hacer un importante esfuerzo de atenci¨®n y de memoria para poder recordar m¨¢s adelante lo que hab¨ªa visto. Los viajes eran muy caros en los tiempos de Dem¨®crito porque hab¨ªa que inventarlo todo; la ruta, el medio de transporte, los sitios para pasar la noche, la comida, todo corr¨ªa a cargo de la inventiva, del arrojo y de los ahorros del viajero. El dinero que us¨® el fil¨®sofo para su viaje fue el de la fortuna familiar, que compart¨ªa con sus tres hermanos y que se fundi¨® sin ning¨²n miramiento.
Dem¨®crito sali¨® de su pueblo, Abdera, cruz¨® el mar Mediterr¨¢neo y desembarc¨® en la costa oriental de ?frica. Camin¨® por la orilla del mar Rojo hasta que lleg¨® a Harar, en Etiop¨ªa. Se sabe que mientras viajaba fue entrando en contacto con los magos caldeos, que le ense?aron teolog¨ªa y astronom¨ªa. Tambi¨¦n pas¨® una temporada con los sacerdotes egipcios aprendiendo geometr¨ªa, y con los gimnosofistas de la India que eran una tribu de vegetarianos contemplativos que lo ilustraron sobre la meditaci¨®n y el ascetismo. Despu¨¦s de todas esas experiencias volvi¨® a su casa transfigurado y sin dinero. Si comparamos el saldo de ese viaje con el de los viajes que hacemos en el siglo XXI, acabaremos concluyendo que la palabra viaje es demasiado amplia.
Aunque algo siguen ilustrando los viajes por su flanco vivencial, la facilidad y la comodidad con las que nos desplazamos hoy ha cambiado el sentido de los viajes, por la forma en que se hacen p¨²blicos en las redes sociales, y porque son ¨²tiles para elevar de manera instant¨¢nea el prestigio del viajero, que es tan cristalino como elemental: hay el instrumental necesario y un af¨¢n de que el viaje se propague en una colecci¨®n de im¨¢genes; quien hace un viaje a Sud¨¢frica o a China tiene m¨¢s prestigio que quien lo hace a, digamos, Pe?¨ªscola.
La vida empieza a ser la construcci¨®n p¨²blica de un rastro fotogr¨¢fico de la cotidianidad
Cada viaje tiene un prop¨®sito: hay quien viaja para emprender un negocio y quien lo hace para entrar en contacto con otras culturas; hay viajes para ver a la familia o para asistir, en una ciudad lejana, a un concierto o a un partido de f¨²tbol; hay multitud de viajes, pero en el siglo XXI hay uno que empieza a definir al viajero de nuestra ¨¦poca: el viaje donde el mayor est¨ªmulo es hacer fotos con el tel¨¦fono para colgarlas en Instagram. As¨ª como el viajero de hace dos siglos, o de hace veinticinco como es el caso de Dem¨®crito, se extasiaba ante una puesta de sol en el desierto, el viajero de hoy le da la espalda para hacerse un selfie y m¨¢s tarde publica la fotograf¨ªa de la puesta de sol cuyo centro es ¨¦l mismo, para que se extas¨ªen sus seguidores.
Es verdad que ya hab¨ªa en el siglo XX colecciones de fotograf¨ªas de viajes que iban a parar a un ¨¢lbum; hab¨ªa hasta el clich¨¦ del turista japon¨¦s, armado con su aparatosa Nikon, que en lugar de contemplar un paisaje lo fotografiaba, para contemplarlo m¨¢s tarde, una y otra vez, en un ¨¢lbum de consumo personal que ocasionalmente compart¨ªa con sus amigos. Pero el viaje para hacer fotograf¨ªas en la era de Instagram tiene otra orientaci¨®n: la colecci¨®n de fotos que antes era privada se ha hecho p¨²blica y lo p¨²blico ha a?adido el deseo de prestigio social que dan los viajes. Ya no se fotograf¨ªa un paisaje o un monumento, como hac¨ªa el turista japon¨¦s del clich¨¦, sino a uno mismo dentro del paisaje; m¨¢s que el viaje lo que importa es el testimonio p¨²blico de que se est¨¢ viajando.
Tambi¨¦n es verdad que no es necesario estar de viaje para hacerse selfies y publicarlos; una buena parte de la vida empieza a convertirse en eso, en la construcci¨®n p¨²blica de un rastro fotogr¨¢fico de la cotidianidad, por insulsa que esta sea.
El viajero de Instagram ve en el viaje el medio para conseguir su prop¨®sito, como lo har¨ªa el que viaja con el objetivo de hacer un negocio, o para encontrarse a s¨ª mismo, con la diferencia de que el viaje de estos converge en un acontecimiento concreto, mientras que el instagramer lo que busca es el viaje diseminado, de principio a fin, en una serie de im¨¢genes con las que nos insin¨²a: yo estoy aqu¨ª, y t¨², no.
Jordi Soler es escritor. Ha publicado recientemente Usos rudimentarios de la selva (Alfaguara).
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