La Uni¨®n y los Estados
El problema no es la UE, sino los que elegimos para gestionarla. Muchos gobernantes defienden la democracia de manera compatible con el autoritarismo y ello supone una impostura. Los abusos se perpet¨²an porque se proclama que se han abolido
?Qui¨¦n tiene el poder y qui¨¦n puede ejercerlo? ?Qui¨¦n manda y qui¨¦n manda mandar? Esa es la cuesti¨®n.
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En las antiguas sociedades, el jefe se impon¨ªa por la fuerza y con la fuerza se manten¨ªa porque en esto consiste el poder pol¨ªtico, en poseer la m¨¢quina de emitir ¨®rdenes y hacerlas cumplir a la fuerza. Pero a medida que los grupos sociales se hacen m¨¢s amplios y complejos, este poder ef¨ªmero del Pr¨ªncipe es insuficiente para asegurar su gobierno. Y como la necesidad lo determina todo, hace quinientos a?os, Maquiavelo, como cualquier cient¨ªfico, ide¨® un cambio: en lugar de que el poder pol¨ªtico fuera propiedad de la persona f¨ªsica cre¨® un nuevo soporte, un nuevo due?o del caballo y la espada, un titular del poder m¨¢s estable y duradero, y lo llam¨® Estado.
Menudo invento, ?no os parece? Por arte de magia transforma una palabra en un organismo con vida propia, con su raz¨®n ¡°la raz¨®n de Estado¡±. Convierte algo inmaterial, una ficci¨®n en el nuevo propietario del poder y a los pr¨ªncipes y reyes en los agentes temporales que lo gestionan pero ya no lo poseen. Y as¨ª hasta hoy porque todo lo que empieza tarde o temprano termina y aunque a menudo nos obligan a caminar en direcci¨®n contraria, guste o no el Estado naci¨®n, la patria, con su soberan¨ªa, fronteras y poblaciones ha entrado en un proceso de fragilidad imparable.
?De qu¨¦ sirven nuestros tribunales frente a los grandes estafadores de impuestos o frente a un mercado sin intermediarios que fabrica la realidad a su gusto? ?De qu¨¦ sirven las fortalezas legales ante el masivo movimiento y tr¨¢fico de personas? M¨¢s de un mill¨®n de africanos, obligados a venir como esclavos, murieron en barcos negreros encadenados en asfixiantes bodegas. Dos siglos despu¨¦s, m¨¢s de un mill¨®n de africanos mueren en barcos de juguete frente a nuestras costas porque no les dejamos entrar. Y los modernos tiranos se r¨ªen, fanfarronean y dan voces (la copa vac¨ªa siempre hace m¨¢s ruido que la llena) mientras que los buenos dirigentes agachan la cabeza contra el pecho porque saben que estos desaf¨ªos ya no se solucionan descolgando el tel¨¦fono y llamando a la autoridad competente, saben que, por muy altas que construyan las murallas, los combates son demasiado grandes, demasiado mundiales para un solo Estado.
Hoy, los dirigentes dem¨®cratas, los oligarcas y los tiranos conviven en los mismos Gobiernos
Pero ?ad¨®nde ir?, porque habr¨¢ que ir a alguna parte, y aunque la historia se repite, nunca lo hace al mismo nivel, por eso no tenemos el libro de instrucciones que nos ense?e a manejar el futuro. Es probable que esta vez la alternativa al Estado no emerja de una filosof¨ªa total, revolucionaria, sino como respuesta a un elemental y cambiante inventario de necesidades e intereses sociales. Y claro, para ello hay que unir y no separar.
Este es el objetivo de la Uni¨®n, un lugar donde todo se discute hasta el delirio precisamente para concertar, que no es solo acordar sino aproximar y armonizar para seguir acordando. En fin, que sin buscarlo, estamos fabricando una buena f¨®rmula pol¨ªtica para unir voluntades, para crear lazos entre vecinos, para domesticarlos y as¨ª evitar que sigan destroz¨¢ndose, porque de eso se trata.
Quiz¨¢, y a pesar de todos nuestros miedos y dudas, estamos construyendo el sistema operativo del siglo XXI, un nuevo soporte del poder pol¨ªtico, un nuevo leviat¨¢n compuesto y dependiente, fr¨¢gil, d¨²ctil y por ello resistente, seguramente m¨¢s listo y necesariamente m¨¢s eficiente. Y cuando digo Uni¨®n no quiero decir un sistema pol¨ªtico integrado. Al contrario, cuando digo unitario, estoy diciendo compuesto de unidades y las unidades son contables, lo suficientemente distintas para ser muchas. La Uni¨®n no implica integraci¨®n, no es una suma, hay enlace y funci¨®n, m¨¢s que adici¨®n y fusi¨®n, est¨¢ compuesta de miembros m¨¢s que de partes.
La Uni¨®n es un instrumento como lo fue la cueva, no un fin, no genera entusiasmos, su bandera no hechiza a nadie y su himno es una bella sinfon¨ªa, no una marcha. No est¨¢ hecha de sentimientos, no nace del recuerdo del Holocausto ni se fortalece con homenajes a sus v¨ªctimas. No necesita crear un espacio uniforme sobre nuestros or¨ªgenes; al rev¨¦s, cuanta m¨¢s uni¨®n m¨¢s pensamos y sentimos nuestra aldea.
No hay nada imposible, dice el chorlito. Claro que hay imposibles. Este sistema de instituciones estatales y comunitarias con muchas sedes gobernadas en base al principio de subsidiaridad, no es nuestra nueva patria y no ser¨¢ nuestro nuevo Estado. Al contrario, es la Uni¨®n la que da una nueva vida a los Estados que ganan tama?o y ceden poder para seguir existiendo: econ¨®micamente (Grecia) y puede que tambi¨¦n democr¨¢ticamente (Polonia, Hungr¨ªa¡ Austria).
M¨¢s de un mill¨®n de africanos mueren frente a nuestras costas porque no les dejamos entrar
Pero no nos confundamos, una cosa es la Uni¨®n y otra su gesti¨®n. La Uni¨®n es un artificio, un invento para impedir que la sangre llegue al r¨ªo, no tiene voluntad, simplemente es el soporte de un poder que ejercen los gobernantes elegidos y ellos son los responsables de que el invento no se convierta en una monstruosidad. ?No debe esto perturbarnos? Porque el virus de la codicia y de la estupidez est¨¢ contagiando a los dirigentes. Muy raro es el gobernante que no tenga a su maestro de baile como su principal asesor y que al levantarse, antes de ver la luz, consulte su cotizaci¨®n en votos y se peine en consecuencia.
Todo muy d¨²ctil, muy transversal. Ya no est¨¢n a un lado los defensores de la democracia y al otro los dictadores legitimados por la fuerza de las armas. Ahora los dirigentes dem¨®cratas, los oligarcas y los tiranos conviven en los mismos Gobiernos, comen en la misma mesa y duermen en la misma cama, y cada uno domina el escenario en distinto grado seg¨²n el lugar y el momento. Y claro, esto no es nada tranquilizador.
Mirad hacia Oriente y al otro lado, mirad a algunos de nuestros vecinos y comprobar¨¦is lo que estoy diciendo. Muchos gobernantes defienden la democracia de manera compatible con cualquier forma de autoritarismo y ello supone una impostura terrible, puesto que as¨ª la democracia se convierte en un sistema que ayuda a perpetuar los abusos proclamando que estos han sido abolidos.
En fin, que el problema no es la Uni¨®n, el problema son los que elegimos para gestionarla. Y hay que acertar, porque en ning¨²n sitio est¨¢ escrito que esto tenga que salir bien.
Antonio Rovira es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional y codirector del m¨¢ster en Gobernanza y Derechos Humanos (C¨¢tedra J. Polanco. UAM / Fundaci¨®n Santillana).
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