Octavio Paz y el grillo c¨®smico
Siguiendo la tradici¨®n pitag¨®rica, las estrellas hacen m¨²sica y los grillos son los insectos encargados de interpretarla

En diciembre de 1990, durante la cena de gala ofrecida por el Ayuntamiento de Estocolmo a los premios Nobel, mientras el champ¨¢n ca¨ªa en cascada, el escritor mexicano Octavio Paz arrancaba su discurso inspirado por el est¨ªmulo m¨¢gico que tiene lugar entre la Naturaleza y la Literatura cuando ambas se identifican por completo. Frente a las autoridades y dem¨¢s invitados a la recepci¨®n, el escritor contaba que uno de los gestos m¨¢s antiguos del ser humano consiste en alzar la cabeza para contemplar las estrellas.
Con esto, Octavio Paz sigui¨® contando que, en una ocasi¨®n, hac¨ªa ya muchos a?os, mientras contemplaba con asombro el cielo estrellado, se dej¨® envolver por el mantra nocturno de un grillo, lo que le llevar¨ªa a escribir un tanka, poema escueto de tradici¨®n japonesa con el que recogi¨® aquel preciso instante.
Es grande el cielo
y arriba siembran mundos.
Imperturbable,
prosigue en tanta noche
el grillo berbiqu¨ª.
Asociar el temblor de las estrellas con la m¨²sica de los grillos es algo m¨¢s que un motivo po¨¦tico, es la evidencia pitag¨®rica de que el movimiento de los cuerpos celestes se rige siguiendo proporciones num¨¦ricas armoniosas que, a su vez, son proporciones musicales cuya sonoridad llega a nuestros o¨ªdos gracias a la mediaci¨®n de los citados insectos. De esta manera, y parafraseando a Octavio Paz, el entendimiento entre naturaleza y m¨²sica se nos presenta como una ¡°extra?a correspondencia entre la palpitaci¨®n nocturna del firmamento y la musiquilla del insecto¡±
Llegados aqu¨ª, hay que recordar el descubrimiento de Pit¨¢goras cuando, al hacer vibrar una cuerda estirada, se produce una nota. Si dividimos la cuerda en un n¨²mero exacto de segmentos, iremos reconociendo notas arm¨®nicas a lo largo de la cuerda. La sabidur¨ªa pitag¨®rica elev¨® tal asunto a escala c¨®smica, resultando que las distancias entre planetas corresponder¨ªan a intervalos musicales.
Por ello, siguiendo la tradici¨®n pitag¨®rica, las estrellas hacen m¨²sica y, ya puestos, los grillos son los insectos encargados de interpretarla. Como prueba, sirva el experimento que realiz¨® el cantante y compositor estadounidense Jim Wilson, una noche en la que grab¨® el canto de los grillos de su patio. Cuando llev¨® la grabaci¨®n al estudio con el fin de experimentar con ella, Wilson se dio cuenta de que, al ralentizar la grabaci¨®n, sonaba como si un coro estuviese interpretando la m¨²sica de las esferas. ¡°Suena celestial, suena como un coro de ¨¢ngeles¡±, dir¨ªa su amigo Tom Waits al respecto.
Lo asombroso es que aquel coro bajado del cielo no utilizaba voz alguna para interpretar, pues los grillos carecen de nuestro atributo humano. Por contra, lo que hacen los grillos es levantar sus alas y frotarlas entre s¨ª para producir una m¨²sica que recibe el nombre de estridulaci¨®n y que, bien mirada o bien o¨ªda, tiene brillo sideral. ¡°Extra?a correspondencia¡± a decir de Octavio Paz, entre ¡°la musiquilla¡± del grillo y el comp¨¢s del titileo de las estrellas; extra?a correspondencia entre la estridulaci¨®n del insecto y esa luz musical que percibe el esp¨ªritu, por decirlo ahora con las mismas palabras de ese otro poeta, tan nombrado como tan poco le¨ªdo, me refiero a Federico Garc¨ªa Lorca que, en su poema?Hora de estrellas, dec¨ªa salir desnudo a la calle y maduro de versos perdidos para dejarse envolver por ¡°lo negro, acribillado por el canto del grillo¡±.
De la misma manera, buscando los acordes que dan sentido al Universo, el escritor Octavio Paz viaj¨® a trav¨¦s de la oscuridad, concentrado en la musiquilla de un grillo que taladraba la noche, dej¨¢ndose llevar por ella, sinti¨¦ndose un eslab¨®n de la cadena vital del universo, un v¨ªnculo org¨¢nico que palpitaba al ritmo de las estrellas, tan eterno como perecedero y pr¨®ximo a la filosof¨ªa narrativa donde los sabios griegos se figuraban que los cuerpos celestes viajaban alrededor de la tierra encerrados en esferas de cristal, ya puestos (y en otra escala), semejantes a esas burbujas que contienen las copas de champ¨¢n de las recepciones literarias.
El discurso de Octavio Paz al que se hace alusi¨®n en este art¨ªculo fue publicado en un volumen de ensayos titulado Al paso (Seix Barral) y lleva por t¨ªtulo Brindis en Estocolmo. Posteriormente (2014) el citado texto fue incluido en el volumen que recopila poemas de Octavio Paz bajo el t¨ªtulo El fuego de cada d¨ªa, tambi¨¦n en la misma editorial.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
