La pintora renacentista cuyos cuadros fueron atribuidos a hombres
Pintora cosmopolita y rompedora que plasm¨® en sus cuadros la Corte espa?ola del siglo XVI. De esp¨ªritu innovador, se fij¨® la meta de renovar el retrato renacentista.
Sus retratos m¨¢s exquisitos de la Corte espa?ola del siglo XVI ¡ªen concreto Felipe II o Isabel de Valois sosteniendo un retrato de Felipe II, ambos en las colecciones del Museo del Prado¡ª fueron atribuidos a otros creadores, y el nombre de Sofonisba Anguissola, como tantas veces ha ocurrido con las mujeres artistas, se sepult¨® en un olvido que hubiera parecido inveros¨ªmil a muchos de sus contempor¨¢neos, incluido Giorgio Vasari. Siempre se recuerda c¨®mo, tras visitar a la familia de la joven, el italiano considerado como el primer cr¨ªtico de arte de la historia subray¨® las habilidades de Sofonisba en la pintura y el dibujo. De hecho, Juan Pantoja de la Cruz, pintor de Felipe II y Felipe III y al que se atribuyeron durante un tiempo los citados cuadros de Anguissola, fue menos cosmopolita y menos rompedor que la artista nacida en Cremona hacia 1530 y que vivi¨® en Espa?a, N¨¢poles, Palermo y G¨¦nova. Pantoja de la Cruz fue, en ocasiones, incluso un simple copista de la italiana.
Pese a todo, la narraci¨®n impuesta ha eliminado sistem¨¢ticamente del relato a las creadoras, en especial a aquellas que no han tenido una existencia novelable y novelada como Artemisia Gentileschi ¡ªjunto con Frida Kahlo, m¨¢s popular por su vida tormentosa que por la fuerza de su trabajo¡ª. Gentileschi aprender¨ªa pintura con su padre, Orazio, pr¨¢ctica habitual en el Renacimiento y el Barroco, pues las ni?as no pod¨ªan entrar como aprendizas a un taller debido a la convivencia diaria con otros j¨®venes y a un hecho pintoresco a los ojos actuales: al acabar su formaci¨®n ser¨ªan demasiado mayores para encontrar marido. Sin embargo, en esa vida hasta cierto punto anodina de una joven aspirante a creadora en el XVII no tard¨® en cruzarse un hecho terrible que marcar¨ªa el destino de Artemisia y un inter¨¦s morboso que no ha dejado de crecer desde entonces porque Tassi, el socio de su padre, la violaba y la convertir¨ªa para la posteridad en una artista se?alada: la violencia de sus pinturas se achacaba no al gusto barroco por el realismo desbordado, sino al abuso sufrido en su c¨ªrculo familiar e ¨ªntimo. As¨ª, frente al v¨¦rtigo que despertaba la biograf¨ªa procelosa y la pintura apasionada de Gentileschi, el caso de Sofonisba carec¨ªa de inter¨¦s en el ¨¢mbito existencial y casi art¨ªstico. Al fin y el cabo, la pintora era, sencillamente, una retratista de corte convencional. Nada m¨¢s lejos de la realidad.
Anguissola naci¨® en el seno de una familia noble de Cremona y fue primero la esposa de Fabrizio de Moncada, hermano del virrey de Sicilia, y, despu¨¦s, del noble genov¨¦s Orazio Lomellino. Su familia la enviaba junto a sus hermanas ¡ªel Prado tambi¨¦n conserva una obra de Lucia Anguissola¡ª al estudio de Bernardino Campi, conocido retratista, para recibir una educaci¨®n art¨ªstica esmerada bajo la supervisi¨®n de la esposa del maestro, quien velaba por las buenas costumbres de las ni?as. Con Campi ¡ªy quiz¨¢s con Gatti despu¨¦s¡ª, Sofonisba aprendi¨® el arte del retrato, que llegar¨ªa a dominar con una pericia muy superior a la de su maestro, buscando unas poses desenfadadas, inusuales para la ¨¦poca, que hablaban del esp¨ªritu innovador de una artista admirada por sus contempor¨¢neos.
En 1559 fue invitada a la Corte de Felipe II ¡ªa trav¨¦s del duque de Alba¡ª y se traslad¨® a Madrid, donde ejerci¨® de dama de compa?¨ªa de la reina Isabel de Valois y continu¨® realizando sus apreciados retratos. Contradiciendo las costumbres de la ¨¦poca, Anguissola permaneci¨® soltera hasta 1571, cuando el propio rey, preocupado por esa inaceptable condici¨®n, se afan¨® por buscarle un marido de su agrado, Fabrizio de Moncada. Recordar¨ªa la an¨¦cdota siglos despu¨¦s el historiador de arte Ce¨¢n Berm¨²dez, al tiempo que subrayaba la faceta pedag¨®gica de la pintora con sus hermanas menores: ¡°Sofonisba ense?¨® a pintar a Minerva, que fue de raro ingenio, as¨ª en esta profesi¨®n, como en las letras, y a otras dos hermanas, llamadas Luc¨ªa y Europa, que dejaron obras en Cremona¡±. Asimismo, se refiri¨® al famoso cuadro en el que aparecen las hermanas jugando al ajedrez y a otro retrato de familia: ¡°Representaba el primero tres hermanas suyas traveseando con unos juguetes, y acompa?adas de una vieja, que parec¨ªan vivas y no les faltaba m¨¢s que hablar; y en el segundo se ve¨ªa a la propia Sofonisba, a Asdr¨²bal y a Minerva, sus hermanos, con el padre, pintados con tal viveza que quer¨ªan respirar¡±.
Admirada por sus coet¨¢neos, Anguissola domin¨® el retrato con una pericia muy superior a la de su maestro y busc¨® poses inusuales para la ¨¦poca
Sea como fuere, para la historia Sofonisba Anguissola ha sido una dama elegante y algo exc¨¦ntrica, rebelde frente a las costumbres de la ¨¦poca al tardar en casarse y obstinarse en pintar. En suma, una excepci¨®n, igual que Gentileschi, si bien de otro modo. La cr¨ªtica ha hablado de sus ¨¦xitos, de los regalos que recib¨ªa, de su origen noble, de su buena educaci¨®n, pero queda en buena parte como un misterio lo que pas¨® en ese viaje a Espa?a, por ejemplo. Cuando la historia se acerca a la producci¨®n de una mujer suele enfatizar su lado cort¨¦s, sus finanzas o su vida privada, sin detenerse en lo que impresion¨® a sus contempor¨¢neos: la manera en la cual Sofonisba abordaba el retrato y lo innovaba; esa radicalidad suya inexcusable bajo el aspecto de noble dama de vida ¡ªcasi¡ª tranquila. En Women Artists, 1550-1950, la primera exposici¨®n de mujeres artistas, celebrada en 1978, las profesoras Ann Sutherland Harris y Linda Noch?lin llegaron a decir que la invitaron a Espa?a porque sent¨ªan curiosidad hacia la joven virtuosa. Pero Sofonisba Anguissola fue mucho m¨¢s que una celebridad, una excepci¨®n, una mujer de ¨¦xito y de mundo que vivi¨® en diferentes pa¨ªses y no ¨²nicamente como acompa?ante de sus maridos. Tal y como sucede con otras artistas a lo largo de la historia ¡ªClara Peeters es un buen ejemplo: la holandesa mostraba orgullosa su destreza como pintora en sus autorretratos¡ª, Sofonisba era muy consciente de lo que buscaba: la innovaci¨®n en el retrato del Renacimiento, que en sus pinceles mezclaba un poco de Italia y un poco de Flandes. Era tan consciente de su compromiso pict¨®rico que reiter¨® una y otra vez la propia imagen en numerosos autorretratos ¡ªa veces acompa?ada por una mujer mayor, parte del protocolo de clase¡ª, estrategia de autoafirmaci¨®n art¨ªstica y, al tiempo, mensaje de tranquilidad a sus contempor¨¢neos. Al representarse pintando, tocando la espineta o como lectora evidenciaba sus or¨ªgenes nobles y se reafirmaba como mujer educada en una tradici¨®n culta e intelectual. Adem¨¢s, ofrec¨ªa una imagen ambigua, de cierto diletantismo, igual que a?os m¨¢s tarde suceder¨ªa con Angelica Kauffmann, la amiga de Goethe, cuando se pintaba dudando entre la m¨²sica y la pintura. Una mujer culta, pues, que no aspiraba a ser profesional.
No obstante, se trata de un simple camuflaje ¡ªen el caso de ambas artistas¡ª. Lo demuestra la propia Anguissola en el cuadro Bernardino Campi pintando a Sofonisba Anguissola, donde la rigidez de las l¨ªneas de su cabeza contrasta con la de Campi, realizada con la habitual viveza de la artista, una especie de juego, escrib¨ªa Germaine Greer, que subraya la falta de destreza del maestro. Es su modo de recalcar ese mundo propio suyo que se desvela prodigioso en las caritas de las hermanas mientras juegan al ajedrez: una expresividad inusitada para un momento gobernado por las convenciones en el retrato.
Ese descaro inesperado, ese arrojo con las rupturas del canon, fue lo que fascin¨® a Anton van Dyck cuando visit¨® a la artista en Palermo en 1624. Era una mujer de 94 a?os, la anciana que muestra el retrato del maestro flamenco, pero, como recuerda Van Dyck, a pesar de su avanzada edad conservaba una incre¨ªble capacidad para hablar de pintura y una portentosa sutileza, la que desvelan sus cuadros. Luego, la historia borrar¨ªa las huellas de Sofonisba Anguissola ¡ªocurre con tantas mujeres artistas¡ª, pero la agudeza de aquellos ojos que atrap¨® a Van Dyck sobrevive en sus retratos.
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