¡®And the Oscar goes to... El Quijote¡¯
La Academia deHollywood anunci¨® que a partir de 2019 crear¨¢ una nueva categor¨ªa de premio, la de mejor pel¨ªcula popular
Hace unos d¨ªas, la Academia de los Oscar anunci¨® que a partir de 2019 crear¨¢ una nueva categor¨ªa de premio: la mejor pel¨ªcula popular. Es una forma de tratar de ganar espectadores por el declive progresivo de la audiencia de la ceremonia, que cada vez, por lo visto, interesa menos.
Da la impresi¨®n de que la Academia se ha metido, entre otros, en un l¨ªo est¨¦tico. Porque existe el premio a la mejor pel¨ªcula que no est¨¦ en ingl¨¦s, o el de la mejor pel¨ªcula de dibujos animados (largometraje de animaci¨®n, en la jerga). Ambas categor¨ªas remiten a algo demostrable. Pero, ?c¨®mo se mide lo popular? ?Por el n¨²mero de entradas vendidas?
Pongamos que la Academia de Hollywood establece que, para poder optar al premio de la mejor pel¨ªcula popular, es necesario haber vendido un n¨²mero determinado de entradas. Si esa es la premisa, ?qu¨¦ sentido tiene el premio? ?Por qu¨¦ no se lo otorgan a la que m¨¢s entradas haya vendido? ?No ser¨¢ esa la m¨¢s popular? ¡°S¨ª¡±, responder¨¢n los de la Academia, ¡°pero no se trata de elegir la m¨¢s popular, sino la mejor de entre las m¨¢s populares¡±.
No les falta raz¨®n. La popularidad puede ser mensurable, aunque var¨ªa de una ¨¦poca a otra, incluso de un a?o a otro. Y esta no va relacionada necesariamente con la calidad est¨¦tica. Las pel¨ªculas m¨¢s taquilleras ¡ªm¨¢s populares¡ª de los ¨²ltimos a?os no pasan por lo general de malas copias de? videojuegoss ideadas para preadolescentes, que son los que de verdad van al cine, llenas de ruido, chatarra y palomitas. Pero eso no siempre fue as¨ª, no tiene por qu¨¦ ser as¨ª.
Una secuencia de Amadeus ¡ªuna buena pel¨ªcula popular¡ª recrea bien el estreno en Viena de La flauta m¨¢gica, de Mozart: ni?os en la platea junto a sus madres, espectadores comiendo un bocadillo mientras asisten, embobados, a la representaci¨®n, aplausos a destiempo, risas, el p¨²blico cantando en pie, acompa?ando a los artistas. Un ambiente m¨¢s parecido al de un concierto actual de una banda de rock en una plaza de toros que al de un teatro de ¨®pera en el siglo XX o XXI.
El conde de Montecristo fue concebido y vendido como un follet¨ªn. John Ford, para muchos el mejor cineasta de todos los tiempos, se consideraba un artesano y no un artista. ¡°Me llamo John Ford y hago w¨¦sterns¡±,dec¨ªa, como declaraci¨®n de principios y de vida.
Y muchos de los primeros enamorados de El Quijote no sab¨ªan leer o no lo leyeron: lo escuchaban en las ventas, que eran las cafeter¨ªas de las gasolineras de la ¨¦poca, le¨ªdo por otros que s¨ª sab¨ªan o que s¨ª ten¨ªan un ejemplar. Despu¨¦s llegar¨ªan los especialistas y los fil¨®logos a excavar durante siglos en ese libro sin fondo. Pero el origen es ese: un tipo leyendo en voz alta a un c¨ªrculo de gente callada.
A Cervantes, que suspender¨ªa ahora cualquier examen universitario sobre Miguel de Cervantes, que no entender¨ªa muchas de las interpretaciones que se hacen de su obra, que se encoger¨ªa de hombros o saldr¨ªa corriendo al enterarse de otras, no le importar¨ªa que incluyeran su Quijote en la categor¨ªa de los que optan al Oscar a la mejor pel¨ªcula popular.
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