Trump y las tinieblas
El presidente intenta avasallar a los medios y hacer irreconocible la realidad
Editoriales anteriores
El New York Times, el Boston Globe y otros 300 peri¨®dicos norteamericanos han publicado editoriales coordinados dando cuenta de los continuos, planificados y sistem¨¢ticos ataques de los que son objeto por parte del presidente Trump, con el prop¨®sito de desacreditarlos y en ¨²ltimo extremo de asfixiarlos para provocar su desaparici¨®n. Manifestar la solidaridad con estos medios no responde a ning¨²n reflejo corporativo, sino al deber de cualquier ciudadano ante una amenaza contra las libertades. Trump ataca a los medios de comunicaci¨®n porque, sin ellos, lo mismo que sin el control de instituciones a cuyo frente est¨¢ situando a sus ac¨¦rrimos leales por encima de cualquier consideraci¨®n de m¨¦rito o capacidad, cree despejar el camino para actuar como un aut¨®crata en el interior de una de las m¨¢s consolidadas democracias del mundo.
La estrategia de Trump contra la prensa es tanto m¨¢s aviesa por cuanto se propone enfrentarla a la desgarradora alternativa de convertirse contra sus convicciones en parte de la discusi¨®n p¨²blica, a fin de defenderse, o atenerse estrictamente a la funci¨®n de informar sobre los problemas del pa¨ªs, aun consciente de los riesgos a los que se expone. Solo que el inmenso poder del presidente de Estados Unidos, que Trump aspira a utilizar en su propio beneficio y no en el del pa¨ªs que se lo ha encomendado, no es suficiente para confundir a los ciudadanos comprometidos con el sistema democr¨¢tico, dentro y fuera de Estados Unidos. Estos saben que la prensa norteamericana comparte con los inmigrantes el inmenso honor de ser los chivos expiatorios de una forma de ejercer el poder que no har¨¢ Am¨¦rica m¨¢s grande, sino un monstruo de colosales proporciones. Tambi¨¦n que las mentiras a las que recurre Trump no buscan tanto desinformar a los ciudadanos como hacer irreconocible la realidad de la que intentan dar cuenta los peri¨®dicos, y que tratar a estos como si fueran agentes pol¨ªticos, declar¨¢ndolos enemigos, es una forma de marginar al Congreso y al Senado, donde residen los l¨ªmites democr¨¢ticos a su voluntad.
El hecho de que en Estados Unidos sea el poder el que distorsiona la agenda p¨²blica, colocando a la prensa en la diana, no exime a la prensa del deber de no distorsionarla, rindi¨¦ndose al sensacionalismo. Los peri¨®dicos norteamericanos no lo han hecho, pese al implacable acoso de Trump y su Administraci¨®n, y se han resistido hasta el ¨²ltimo momento a colocar en lugar destacado asuntos que solo son se?uelos, aunque les afecten directamente. Con esta resistencia han revelado una realidad de la que cabr¨ªa tomar nota en Europa, donde algunos Gobiernos ven con simpat¨ªa la deriva presidencial norteamericana: el populismo y el sensacionalismo son dos caras de una misma moneda, y ambos pueden acabar destruyendo la democracia. El presidente Trump est¨¢ decidido a alinear a Estados Unidos con las tinieblas, mostr¨¢ndose condescendiente con los reg¨ªmenes autoritarios y transformando la Am¨¦rica de Lincoln, Jefferson, Roosevelt y Obama en una reliquia para la melancol¨ªa. La prensa norteamericana acaba de decirle que no ser¨¢ ella la que podr¨¢ imped¨ªrselo, pero s¨ª la que lo confrontar¨¢ p¨²blicamente a su siniestro designio.
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