Un brote ganado a pulso de sarampi¨®n
La vacuna es segura, eficaz y barata. Tenerla y no usarla es injustificable
Ni a prop¨®sito lo podr¨ªan haber hecho los europeos mejor para tener un brote de sarampi¨®n. En la amplia y dispar regi¨®n se juntan pa¨ªses quebrantados por la crisis (Grecia, por ejemplo), los conflictos (Ucrania) y las modas (Alemania e Italia). Y el resultado, del que ha alertado la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS), es a estas alturas del a?o 41.000 casos y 37 muertes por una enfermedad f¨¢cilmente prevenible en una de las zonas m¨¢s pr¨®speras, en t¨¦rminos generales, del planeta.?
Por si a alguien le cabe alguna duda, hay que insistir en ello: la vacuna del sarampi¨®n est¨¢ inventada desde los a?os sesenta, es segura (no, las vacunas no provocan autismo), eficaz y barata (en EE?UU calculan que cuesta menos de un d¨®lar por ni?o; en Espa?a, donde se comercializa junto a la de las paperas y la rubeola en la triple v¨ªrica, menos de 40 euros).
As¨ª que solo hay una excusa para no usarla: no disponer de ella. Puede entenderse que el grueso de esta crisis recaiga en Ucrania, que lleva a?os inmersa en un conflicto con Rusia. O que Grecia, con el sistema sanitario devastado despu¨¦s de los a?os de recortes que acabaron oficialmente ayer, haya tenido problemas con su distribuci¨®n. Es lo que sucede a¨²n en muchos pa¨ªses pobres, donde se concentraban, hasta ahora, los peores efectos de esta y otras enfermedades prevenibles (casi 90.000 muertes por sarampi¨®n en 2016 en el mundo, seg¨²n la OMS). La otra posibilidad es que se tenga la vacuna, pero no se pueda o quiera pagar. En este sentido, la OMS menciona las ¡°peculiaridades¡± del sistema sanitario franc¨¦s, que es tanto como se?alar al copago. La conclusi¨®n es que tener la vacuna y no usarla es injustificable.
El problema con estos medicamentos es que, incomprensiblemente, cuesta hacerlos populares. Su principal beneficio es que salvan vidas (la del sarampi¨®n, seg¨²n la OMS, 20 millones desde 2000, cuando empez¨® el proyecto de vacunaci¨®n universal), pero como llevan m¨¢s de medio siglo haci¨¦ndolo, se nos ha olvidado lo que era el mundo antes de ellas. Adem¨¢s, es verdad que hay ni?os que sin recibirlas no enferman, pero eso es porque los peque?os y mayores de su entorno s¨ª que se han vacunado, y ellos impiden que les llegue el pat¨®geno.
Y, para colmo, en los ¨²ltimos a?os, a las vacunas les ha salido una competencia mucho m¨¢s atractiva: lo natural, lo alternativo. Cuando no se tienen ni?os, o mientras estos est¨¢n sanos, debe de ser gratificante ser de los listos, los que conocen la verdad oculta, los que se salen del reba?o de los que someten a sus hijos a tratamientos que solo sirven ¡ªeso dicen¡ª para enriquecer a la malvada Big Pharma. Es f¨¢cil ser original cuando los que no lo son nos cubren las espaldas. Como dijo Stanley Plotkin, el inventor de la vacuna contra la rubeola, en una entrevista el a?o pasado a este peri¨®dico: ¡°Los antivacunas no tienen base cient¨ªfica, les gusta sentirse especiales¡±.
Obviamente, estar as¨ª, en general, contra las vacunas es un capricho de ricos. Como el de beber leche sin pasteurizar (?alguien ha planteado beber agua sin potabilizar?). En los pa¨ªses pobres est¨¢n deseando que les lleguen estos medicamentos (y todos los dem¨¢s).
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