El d¨ªa que Obama invit¨® a su pa¨ªs a un sue?o
El 27 de agosto de 2008 el ahora expresidente de EE UU fue elegido candidato a la presidencia
El 27 de agosto de 2008, hace ahora una d¨¦cada, Barack Obama fue elegido oficialmente candidato a la presidencia de Estados Unidos durante la Convenci¨®n que el Partido Dem¨®crata celebr¨® en Denver,?un hecho de dimensi¨®n hist¨®rica que le llegaba en lo que era hasta entonces su peor momento de popularidad y en una fase de gran incertidumbre en la campa?a electoral. Necesitaba un vibrante discurso para cambiar el rumbo de los acontecimientos. Esta es la cr¨®nica que EL PA?S public¨® tras aquel discurso, el 29 de agosto de 2008, apenas dos meses antes de que Obama ganara las elecciones:
Escrita ya una p¨¢gina de la historia norteamericana, Barack Obama, el primer negro candidato a la presidencia de Estados Unidos, se lanz¨® ayer a completar su obra: convencer a sus compatriotas de que el sue?o al que los invita, estando lleno de riesgos y de incertidumbres ¡ªcomo tantos otros que este pa¨ªs ha acometido antes¡ª, es tambi¨¦n alcanzable y contribuir¨¢ a fortalecer la naci¨®n y catapultarla hacia una nueva era.
Obama abandona hoy el regazo de sus compa?eros de partido en Denver para encontrarse con el pa¨ªs real, un pa¨ªs que mantiene serias dudas sobre la viabilidad de ese sue?o o sobre la necesidad de embarcarse en aventuras arriesgadas de la mano de un joven inexperto, en medio de un mundo saturado de peligros en el que Estados Unidos es blanco de m¨²ltiples amenazas y responsable ¨²ltimo de la seguridad de medio planeta.
Como las encuestas prueban, los norteamericanos se debaten hoy entre la poes¨ªa que Obama encarn¨® perfectamente anoche entre las dos columnas griegas que le serv¨ªan como escenario de su discurso o la prosa que le ofrecen el Partido Republicano y John McCain. Quedan poco m¨¢s de dos meses para que cada uno venda su mercanc¨ªa, presente su causa, a favor de la seguridad de un hombre contrastado en mil batallas o de la regeneraci¨®n que el candidato dem¨®crata representa.
Este pa¨ªs no es refractario a los sue?os ni los desprecia sin m¨¢s; al contrario, el af¨¢n de superaci¨®n y la b¨²squeda de lo imposible est¨¢n en su misma naturaleza. No existe, pues, mayor resistencia a la elecci¨®n de un negro como presidente que el desconocimiento que frecuentemente se da entre diferentes razas. Obama va a encontrar en su camino hacia la Casa Blanca, dentro de este enorme y diverso territorio, alguna prevenci¨®n sobre el color de su piel, pero mucha menos de la que cab¨ªa esperarse en una naci¨®n donde los negros constituyen s¨®lo el 12% del total de la poblaci¨®n y en la que hace menos de 40 a?os estos luchaban todav¨ªa por los mismos derechos.
Cuando Robert Kennedy, en 1968, recorri¨® en tren el trayecto entre Nueva York y Washington para simbolizar su viaje hacia el centro del poder como candidato presidencial dem¨®crata, los negros lo saludaban desde un lado de las v¨ªas y los blancos desde el otro. Cuando el tren se alejaba, cada uno se retiraba con los suyos y la divisi¨®n continuaba.
Obama necesita juntar a los dos lados para ser presidente. Ya no hay v¨ªas ni leyes que los separen, pero subsiste en Estados Unidos una cierta incomunicaci¨®n entre blancos y negros que va a hacer m¨¢s dif¨ªcil el trabajo.
Y es un trabajo descomunal. No s¨®lo tiene que contagiar la efervescencia de su candidatura a muchos descre¨ªdos, sino que tiene que convencer a muchos m¨¢s de que, tras ese hermoso proyecto, hay un verdadero programa de buen Gobierno.
Obama parte de muy arriba y le va a costar mucho bajar su causa a la Tierra, descenderla a la comprensi¨®n de los sencillos electores. Hace poco tiempo, buscando votos en su ciudad de San Francisco, la presidenta de la C¨¢mara de Representantes, Nancy Pelosi, afirm¨® que Obama era "un l¨ªder con el que Dios nos ha bendecido en este tiempo". En uno de sus discursos durante las primarias, el propio Obama dijo: "Yo soy el que estabais esperando".
Esta divinizaci¨®n de su candidatura contribuye a mantener la fe de los suyos cuando los sondeos se ponen adversos o los republicanos aprietan. Pero deja a Obama al borde de la arrogancia y m¨¢s vulnerable al ataque del rival. Humanizar el mito, aproximarlo a familias como la suya misma, ser¨¢ uno de los esfuerzos de su campa?a en estas pr¨®ximas semanas.
En la Convenci¨®n Dem¨®crata que ayer concluy¨® en Denver ha habido muestras de lo que la candidatura de Obama es y tambi¨¦n de lo que quiere ser. Las l¨¢grimas abundantemente derramadas en el Pepsi Center al anunciarse su nombre (precisamente por Pelosi) como el del candidato oficialmente nominado, daban testimonio del hito hist¨®rico que este momento representaba.
Pero, inmediatamente despu¨¦s, el ex presidente Bill Clinton y Joe Biden, el candidato a la vicepresidencia, se encargaban de dar valor pr¨¢ctico a ese momento. El primero, presentando, desde su autoridad, a Obama como un l¨ªder listo para asumir la presidencia ¡ª"un l¨ªder capaz de cumplir con el cambio que todos sabemos que necesitamos", fueron sus palabras¡ª. El segundo, acusando a John McCain de ofrecer una mera prolongaci¨®n de los ocho a?os de George W. Bush.
De todo esto se va a discutir a fondo en esta apasionante campa?a. Obama, qui¨¦ralo o no, por su voluntad o arrastrado por la propaganda republicana, va a tener que enfangarse en duros debates sobre lo concreto. Ah¨ª es donde McCain lo espera. "El diablo est¨¢ en los detalles de Obama", escrib¨ªa ayer el columnista George Will. Este elegante pol¨ªtico con el swing de Fred Astaire va a tener que mancharse su traje de Armani en sucias batallas.
A tono con la divinizaci¨®n del personaje, el viaje que hoy empieza puede ser para Obama un calvario o un ascenso a los cielos. Obama dice estar preparado y ha asegurado a los suyos que va a ganar. Estados Unidos ya ha ganado.
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