El ojo del dron esp¨ªa a los indios del Amazonas
Las tribus no contactadas representan uno de los ¨²ltimos misterios de la tierra
La imagen, captada a un centenar de metros de altura por un dron y hecha p¨²blica hace unos d¨ªas, muestra un claro de la selva y unas figuras diminutas que lo atraviesan en diagonal, caminando entre los ¨¢rboles abatidos. El dron mantiene la vertical unos minutos. Las figuras desaparecen. Eso es todo. La grabaci¨®n pertenece a la Fundaci¨®n Nacional del Indio (Funai), organismo brasile?o que tiene como objetivo proteger los derechos de la poblaci¨®n ind¨ªgena. Fue tomada hace un a?o en el rinc¨®n m¨¢s remoto del planeta, el valle del Javari, en el extremo oeste del Estado de Amazonas, a un paso de la frontera con Per¨². Para llegar hasta all¨ª y echar el dron a volar, los expertos de la Funai necesitaron recorrer ¡ªdesde su base en la zona¡ª casi 180 kil¨®metros en barca y 120 a pie a trav¨¦s de la selva. Las dos figuras que avanzan como hormiguitas en el v¨ªdeo son dos miembros de una tribu india que jam¨¢s ha tenido contacto con (nuestra) civilizaci¨®n.
Viven como se supone que viv¨ªamos hace cientos de miles de a?os, pertenecen a un grupo de cazadores-recolectores como los que poblaban la Tierra antes de que se inventaran las ciudades, la agricultura y los alfabetos, antes de que, seg¨²n algunos antrop¨®logos, todo se echara a perder. En la zona, seg¨²n La Funai, hay al menos 11 tribus m¨¢s aisladas de (nuestro) mundo, amenazadas por cazadores, madereros, buscadores de oro y, en el fondo, por los m¨¢s de 6.000 millones de habitantes del planeta que los miran por el ojo del dron caminar por el claro del bosque.
Nadie puede saber lo que pensaron esos dos indios al ver al dron, si es que lo vieron. Imaginar¨ªan que es un ave extra?a, desconocida, algo enigm¨¢tica por la forma circular y su particular manera de desplazarse sin movimiento en las alas, un p¨¢jaro raro y amenazante, probablemente maligno. ?Qu¨¦ p¨¢jaro puede quedarse quieto ah¨ª arriba? Pensaran lo que pensaran no se acercar¨ªan ni remot¨ªsimamente a una punta de la verdad. Hay muchas probabilidades tambi¨¦n de que nosotros tampoco adivinemos ni remotamente lo que son o lo que piensan esos dos hombres o mujeres, tambi¨¦n enigm¨¢ticos, que avanzan desnudos por la selva.
Y sin embargo¡
En junio de 2014, otro grupo de siete indios apareci¨® algo perdido en la ribera de un r¨ªo en el Estado brasile?o de Acre, tambi¨¦n fronterizo con Per¨². La Funai los recogi¨® y los recluy¨® en un poblado escondido en medio de la selva, para protegerlos de enfermedades inofensivas para nosotros pero mortales para ellos como la gripe com¨²n. Hay un v¨ªdeo de 2015 que muestra a tres de ellos en ese refugio. Uno est¨¢ tumbado en una hamaca, moribundo, precisamente de gripe. Los otros dos est¨¢n a su lado, inclinados sobre ¨¦l, muy juntos, casi pegados, uno con la camiseta de la selecci¨®n brasile?a, el segundo con el torso desnudo, los dos aferrados a dos peque?as lanzas que sujetan con una determinaci¨®n conmovedora mientras canturrean en voz muy baja una salmodia curativa. Cantan para sacar la fiebre del cuerpo del enfermo. No entendemos nada de lo que dicen en su ininteligible lengua pano, pero comprendemos, cientos de miles de a?os despu¨¦s, a pesar de las ciudades y los alfabetos, el miedo, el dolor, la esperanza, la impotencia y la tristeza que sienten por la muerte de un pariente o de un amigo. Son los mismos que los nuestros. Los mismos de todos.
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