Fontana

En 2004 se present¨® en Pontevedra el historiador Josep Fontana i L¨¢zaro, fallecido ayer. Lo trajo otro historiador, Xos¨¦ Fortes Bouz¨¢n, uno de los fundadores de la Uni¨®n Militar Democr¨¢tica (UMD), esa asociaci¨®n que se le mont¨® a Franco delante de sus narices, o sea, en el Ej¨¦rcito. Fontana vino a dar un curso magistral invitado por la Men¨¦ndez Pelayo que abarcaba, aproximadamente, el mundo desde 1945. Siempre fue un hombre de ambiciones y su m¨¦rito es que, cuando no pudo satisfacerlas, lo hizo habi¨¦ndolo intentado con m¨¦todo y elegancia. Aquel d¨ªa de septiembre nos encerramos media ma?ana en un aula universitaria. A mitad de la entrevista, cuando llev¨¢bamos dos horas, me dijo algo as¨ª como que si no ten¨ªa suficiente, pero yo no hab¨ªa ido como periodista, sino como intruso, o sea, como siempre; ser periodista a los 25 a?os era poder hablar con la gente que yo quisiera de los asuntos que yo propusiese, y eso hab¨ªa incluido a Santiago Carrillo cont¨¢ndome su encuentro con Stalin o a Isabel Allende habl¨¢ndome de los ¨²ltimos momentos de su padre en La Moneda. As¨ª, con decenas y decenas de mujeres y hombres a los que luego, si la charla hab¨ªa merecido la pena, yo les gratificaba con una p¨¢gina en Diario de Pontevedra.

En el caso de Fontana fueron dos. Con tal cantidad de texto y tan poca foto que me sorprende que Ant¨®n Galocha, mi director, trabajase aquel d¨ªa. Las ha recuperado Ram¨®n Rozas, las tengo delante y son, digamos, impresionantes. El entrevistador azuza al entrevistado, cita las revoluciones francesa y rusa, anima a justificar la violencia, llora la desaparici¨®n de la URSS. Fontana, un poco apabullado, dijo: ¡°No se puede llamar fr¨ªa a una guerra que ha causado millones de muertos¡±. De Irak avis¨® de que los norteamericanos lo ¨²nico que iban a tolerar era la victoria, ¡°que es una cosa que no tiene el menor sentido ni la menor utilidad¡±.

Ha corrido tanto el mundo que la entrevista parece de 1985. Uno de los ¨¦xitos de Fontana fue subirse a ese mundo y asumir su velocidad. Claro que 14 a?os dan para mucho, hasta para que el foco se mueva solo: ¡°Los Estados deber¨ªan dejarse de exhibir banderas y tocar trompetas¡±, dijo. Habl¨® de la victoria y de la derrota, y de la necesidad de los pa¨ªses por prolongar guerras que saben que no van a ganar por la mera imposibilidad de presentarse como derrotados. Y dijo esto, ya en piedra: ¡°La vieja idea aquella de los anarquistas, que dec¨ªan que ense?¨¢ndoles a los ricos qu¨¦ bueno ser¨ªa el mundo si todo fuera mucho m¨¢s justo se dejar¨ªan convencer, no suele funcionar. Y entonces ocurre que el que tiene un privilegio cuesta mucho que lo abandone¡±.