Cat¨¢strofe cultural
El incendio del Museo Nacional revela que Brasil renunci¨® a velar por el saber
El fuego ha robado demasiadas veces el patrimonio de la humanidad. Las im¨¢genes de la biblioteca de Sarajevo arrasada por las llamas durante el asedio serbio o de la Biblioteca Nacional incendiada durante la ca¨ªda de Bagdad en 2003 sirvieron para resumir la dimensi¨®n de conflictos que no solo destruyeron el presente de los pueblos que los padecen, sino tambi¨¦n su pasado y, por lo tanto, una parte de su futuro. El nombre de la rosa, la c¨¦lebre novela de Umberto Eco, acaba con el incendio de una gigantesca biblioteca quemada por el fanatismo que prefiere las llamas al conocimiento. Pero lo ocurrido en el Museo Nacional de Brasil no es producto de una guerra o de un ataque intencionado: es fruto de la incompetencia y de la incapacidad del Estado brasile?o para proteger su patrimonio cient¨ªfico y cultural. Los recortes en tiempos de crisis no deber¨ªan servir nunca de pretexto para desatender una instituci¨®n de estas dimensiones.
El Museo Nacional de Brasil, uno de los centros culturales m¨¢s importantes del mundo, result¨® destruido en R¨ªo de Janeiro el domingo por la noche por un incendio. Todav¨ªa no se conoce la dimensi¨®n de los da?os, pero las primeras evaluaciones indican que se han perdido en torno al 90% de unos fondos de 20 millones de piezas, que incluyen casi todas las vertientes de la curiosidad humana. En junio, la instituci¨®n hab¨ªa celebrado sus 200 a?os. Se trataba de uno de esos museos sencillamente inabarcables: pose¨ªa los restos de Luzia, que con 12.500 a?os fue hasta muy poco la americana m¨¢s antigua, una enorme colecci¨®n de dinosaurios, meteoritos, todo tipo de objetos de pueblos ind¨ªgenas, grabaciones de idiomas desaparecidos, momias egipcias, restos de frescos de Pompeya.
Un antrop¨®logo brasile?o ha comparado el incendio con la destrucci¨®n de la Biblioteca de Alejandr¨ªa en la Antig¨¹edad, mientras que un periodista brit¨¢nico asegur¨® que es como si se hubiesen quemado a la vez el palacio de Buckingham y el Museo Brit¨¢nico. El edificio destruido, el palacio de San Cristobal, tambi¨¦n tiene un gran valor hist¨®rico, ya que fue el palacio imperial de Brasil, al que el museo se traslad¨® en 1892. No se sabe todav¨ªa lo que se ha perdido, pero nunca podr¨¢ saberse todo el conocimiento que no se producir¨¢ en el futuro por este desastre, que era perfectamente evitable: la prensa brasile?a no se cans¨® de denunciar el deterioro de la instituci¨®n. Tras varios a?os de recortes, el presupuesto del museo era rid¨ªculo: la previsi¨®n de gasto para 2018 era de 42.000 euros, tres veces menos que lo que invierte la C¨¢mara de Representantes en lavar sus 83 veh¨ªculos oficiales. La tragedia es que acababa de recibir un cr¨¦dito extraordinario de 4,5 millones de euros para, entre otras cosas, instalar un sistema antiincendios del que carec¨ªa. Pero el dinero no lleg¨® a tiempo.
La destrucci¨®n del Palacio de San Cristobal no tiene soluci¨®n. El precio que Brasil ha pagado por el descuido de su patrimonio cultural es enorme, una triste met¨¢fora de que la falta de atenci¨®n a las instituciones que vertebran un pa¨ªs, y la cultura es una de ellas, acaba por provocar da?os irreparables. Y no s¨®lo a Brasil, al mundo entero.
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