Mendicidad prohibida por culpa de Boko Haram
En Maroua, en el extremo norte de Camer¨²n, se confina a los menores desplazados en escuelas cor¨¢nicas
Es viernes, los altavoces llaman a la oraci¨®n del mediod¨ªa en las mezquitas. Grupos de hombres, j¨®venes y ni?os se dirigen hacia ellas. En las proximidades algunos hacen las abluciones, mientras que otros ya han iniciado las plegarias y se inclinan y alzan sobre las alfombras. Es una escena que se repite en cientos de ciudades de todo el mundo cada semana. Sin embargo, en Maroua, la capital de la regi¨®n del extremo norte de Camer¨²n, falta un elemento clave de esta estampa: los mendigos que normalmente se aglutinan en las cercan¨ªas de los lugares de oraci¨®n a la espera de que les caigan algunas monedas que les alegren el d¨ªa al tiempo que ayudan a los fieles musulmanes a cumplir con uno de los pilares de su religi¨®n.
Personas con discapacidades o privadas de otras oportunidades para sobrevivir que extienden sus manos al paso de los creyentes, para luego, si reciben algo, llenarlos de bendiciones. Tampoco se les ve recorrer las tiendas de la ciudad, en peque?os grupos, a la espera de que el coraz¨®n de los devotos comerciantes se apiade de ellos en el d¨ªa sagrado de los musulmanes. Mucho menos sentados en esquinas con ganas de que la conciencia de los transe¨²ntes se remueva.?
Igualmente, los ni?os tabil¨¦s, que hasta no hace mucho tiempo recorr¨ªan las calles de esa ciudad con sus latas o botes de tomate o de leche en polvo atadas con una cuerda que cruzan sobre su pecho, en busca de algo de comer o de la tasa que les impone el maestro cor¨¢nico antes de volver a casa, se han esfumado. Tambi¨¦n se echan en falta los menores que anta?o recorr¨ªan las calles vendiendo todo tipo de productos al caminante; desde galletas a destornilladores, pasando por ambientadores para el coche o escobillas para el w¨¢ter. Im¨¢genes fijas de muchas ciudades africanas que en Maroua desaparecieron hace algunos a?os.
Las amplias avenidas y bulevares sombreados por acacias y salpicados de socavones de la cuadr¨ªcula que se extiende entre los cauces (arenales que solo se llenan de agua en el culmen de la estaci¨®n de lluvias) de los r¨ªos Ferngo y Kalio, a los pies de los montes Mandara, est¨¢n limpios de estos personajes tan omnipresentes en muchas de las grandes urbes africanas. No se debe a una huelga de mendigos (como aquella sobre la que tan ir¨®nicamente imagin¨® Aminata Sow Fall). No, nada que ver con eso. En este caso es una de las consecuencias directas del peligro que representa la expansi¨®n de Boko Haram por el extremo norte de Camer¨²n. El grupo yihadista que tiene sus or¨ªgenes en la ciudad nigeriana de Madiuri, a 200 kil¨®metros al noroeste de Maroua.
El grupo yihadista que tiene sus or¨ªgenes en la ciudad nigeriana de Madiuri, a 200 kil¨®metros al noroeste de Maroua
Las cicatrices que varios atentados dejaron en le bar Le Boucan y en el Mercado Central de la ciudad en 2015 ya no est¨¢n visibles, aunque son muchos los ciudadanos que recuerdan aquellos d¨ªas con todo lujo de detalles. En ambos casos, se utilizaron ni?as que con cinturones de explosivos fueron enviadas en medio a la multitud antes de hacerlas explotar a distancia. Algunas de las medidas adoptadas por las autoridades para evitar la repetici¨®n de hechos similares fueron el toque de queda, impedir la circulaci¨®n de motos por la ciudad (medio que los terroristas suelen utilizar en sus desplazamientos) y la prohibici¨®n de la mendicidad y la venta ambulante.
Tres a?os despu¨¦s de aquellos sucesos, Maroua vuelve a respirar y se siente m¨¢s segura gracias, sobre todo, a la fuerte militarizaci¨®n de la zona y a las ¨²ltimas derrotas sufridas por Boko Haram a manos de los ej¨¦rcitos nigeriano y camerun¨¦s. Ahora, el toque de queda ha desaparecido, Le Boucan y otros muchos bares han retomado su actividad y las motos invaden cualquier espacio libre de la ciudad. Sin embargo, sigue prohibida la mendicidad y la venta ambulante.
La ONG no tiene ning¨²n programa previsto para la escolarizaci¨®n de estos ni?os y ni?as, solo su confinamiento
Los m¨¢s j¨®venes, especialmente los menos privilegiados, entre los que destacan los cientos de desplazados que han llegado a la ciudad huyendo de los ataques de fracciones de los yihadistas en busca de comida contra las aldeas fronterizas con Nigeria, se han convertido en sospechosos y son vigilados de cerca. "Hay peligro de radicalizaci¨®n. Por eso se les hace un seguimiento especial para evitar que se conviertan en kamikazes¡±, explica Ahmadou Moudadjamou, secretario general de la ONG Colectivo de Organizaciones de la Sociedad Civil Contra la Radicalizaci¨®n y el Terrorismo (COSC-CRT).
Su organizaci¨®n apoya a las escuelas cor¨¢nicas a las que acuden estos ni?os. Es m¨¢s, a trav¨¦s de los jefes tradicionales de los barrios de Maroua, identifican a los ni?os desplazados y los obligan a asistir a estos centros para controlarlos mejor.
¡°Aunque seguimos tanto a los ni?os como a las ni?as, tenemos especial inter¨¦s en estas porque ellas son las m¨¢s utilizadas como bombas¡±, afirma Moudadjamou. Su organizaci¨®n tambi¨¦n hace un seguimiento muy estricto de las madres, ¡°porque no se sabe qu¨¦ discurso tienen con sus hijas. Hay que prestar atenci¨®n a este aspecto¡±. COSC-CRT ha iniciado una primera fase de sensibilizaci¨®n de estas mujeres, algo que se ve como complementario al trabajo con las ni?as ¡°porque podemos conseguir que estas no se radicalicen, pero las madres pueden continuar con sus discursos¡±.
Esta perspectiva ignora que, en la mayor¨ªa de los casos, las ni?as que son utilizadas para cometer atentados no participan de forma voluntaria en ellos. No est¨¢n radicalizadas y se ofrecen como m¨¢rtires. Normalmente, son obligadas por los terroristas a mezclarse entre la multitud, desconocedoras (o atemorizadas) de que portan un cintur¨®n de explosivos y de cu¨¢l va a ser su fin.
Estos programas son responsables del gran n¨²mero de ni?as que acuden cada d¨ªa a las escuelas cor¨¢nicas de Maroua. El barrio de Fassao-Doulare acoge una de estas escuelas creada para acoger a menores desplazados. El jefe del barrio se siente orgulloso de obligar a estos ni?os a acudir todos los d¨ªas a las clases en tres sesiones: de 6.00 a 8.30, de 14.00 a 17.00 y de 20.00 a 21.00. "Una forma de tenerlos ocupados y controlados", explica.
Bajo un sombrajo fabricado con esteras de rafia y sacos de pl¨¢stico que antes contuvieron fertilizante (construido por la ONG), varias docenas de ni?as y ni?os se sientan en el suelo. Los ni?os est¨¢n a la derecha y las ni?as a la izquierda. Cada uno sujeta en la mano una tablilla de madera y recita los vers¨ªculos del Cor¨¢n all¨ª escritos y que tiene que memorizar antes de que el maestro le escriba unos nuevos. Una algarab¨ªa estridente, a la que las gallinas que picotean alrededor de la clase parecen ajenas, inunda el ambiente. Chicos mayores, con l¨¢tigos hechos de goma o palos, circulan entre los alumnos y golpean a aquellos que se distraen. Los ni?os que no tienen familia duermen ah¨ª, sobre esas mismas esterillas de pl¨¢stico en las que ahora se sientan. Antes pasar¨ªan gran parte del d¨ªa mendigando por las calles con sus latas atravesadas sobre el pecho. Ahora, lo tienen prohibido, por lo que dependen de lo que sus familias puedan aportar para su alimentaci¨®n, que es m¨¢s bien poco, al estar desplazadas.
Son ni?as y ni?os que solo aprenden el Cor¨¢n. Que dedican a?os a esta tarea. Que no acuden a las escuelas p¨²blicas. Que al igual que sus maestros ignorar¨¢n el franc¨¦s o las matem¨¢ticas. Que cuando lleguen a la adolescencia se dar¨¢n cuenta de que se han quedado atr¨¢s en una sociedad cada d¨ªa m¨¢s global, que no tienen las herramientas y recursos para acceder a trabajos bien pagados. ¡°Eso puede generales rabia y frustraci¨®n, lo cual s¨ª puede ser un elemento para su radicalizaci¨®n¡±, opina uno de los expertos del Centro de Estudios e Investigaci¨®n en Paz y Seguridad de la Universidad de Maroua, que pide mantener el anonimato. La ONG no tiene ning¨²n programa previsto para la escolarizaci¨®n de estos ni?os y ni?as, solo su confinamiento y seguimiento en escuelas cor¨¢nicas.
Los perjuicios y una err¨®nea identificaci¨®n de la situaci¨®n pueden crear en un futuro no muy lejano un problema mayor del que se pretende evitar en la actualidad.
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