Dos gotitas
Terrorismo, palabra clave que se extiende para acabar con todo derecho civil vigente hasta ayer
Para los miles de personas que han visto requisados sus aerosoles, colonias, cremas cosm¨¦ticas, botellitas de agua, tarros de miel y lociones de afeitado en los aeropuertos del mundo la noticia de la identificaci¨®n de los dos agentes rusos que envenenaron con gas t¨®xico al antiguo esp¨ªa Skripal y su a hija Yulia en Londres ha significado un agravio. Todo viajero pensaba que se sacrificaba por el bien de la seguridad mundial. En su nombre han sido requisados millones de corta¨²?as. Pasar por los aeropuertos es el ¨²nico desnudo tolerado hoy d¨ªa. Tan solo existe un grado mayor de confesionario contempor¨¢neo, el que consiste en dejarte mirar el historial de b¨²squedas en Internet. El alma de nuestra era reside en esos dos espacios. Es cierto que el control aeroportuario se relaja en funci¨®n del riesgo de cada pa¨ªs. Y en las estaciones de tren, pese a la contrataci¨®n multitudinaria de seguridad privada, las condiciones de revisi¨®n se relajan tanto para no incordiar demasiado, que con que te quites la chaqueta y, si llevas una bomba, la entregues en la entrada, ya es m¨¢s que es suficiente. Pues bien, ahora sabemos que los agentes secretos rusos transportaban en un frasquito de perfume de Nina Ricci el gas nervioso letal.
No consiguieron matar al antiguo esp¨ªa ruso exiliado en Inglaterra y a su hija, pero s¨ª los dejaron en coma y causaron la muerte de una sin techo que encontr¨® el frasco entre la basura y se puso dos gotitas en las mu?ecas. Una vez m¨¢s, por pobre que seas, la coqueter¨ªa acabar¨¢ contigo. Es otro s¨ªmbolo de nuestro tiempo. La sospecha de que los verdaderos seres peligrosos eluden los controles que padece la gente normal se ha confirmado. El da?o no est¨¢ en la cantidad ni en los mililitros que contiene un envase, sino en las ganas de matar, algo que por ahora no va camino de moderarse, v¨¦ase el valor del empleo frente al tr¨¢fico de armas en nuestra relaci¨®n con Arabia Saud¨ª. El bochorno es tr¨¢gico cuando se sabe que otros agentes criminales rusos en casos similares, ya identificados, viven sin ning¨²n tipo de cortapisa en su pa¨ªs de origen. Es decir, que la impunidad y el grado de juego sucio empiezan a codearse sin problema con los niveles de la guerra fr¨ªa, tantas veces retratados en novelas que hoy nos quedan algo lejanas. Lejanas porque entonces distingu¨ªamos entre el bien y el mal, pero las redes de desinformaci¨®n que se han apoderado de Internet y nuestra mayor complejidad cr¨ªtica nos tienen confundidos.
De hecho, acabamos de jugar el Mundial de f¨²tbol en Rusia bajo el elogio generalizado hacia unas medidas de seguridad draconianas. Responde a esa estela de autoritarismo que recorre las democracias, donde se est¨¢ dispuesto a sacrificar la libertad por dos factores muy en alza: la comodidad y la seguridad. Mientras tanto, el cineasta Oleg Sentsov prosigue muy deteriorado su huelga de hambre tras un juicio farsa. Y hace poco vi una pel¨ªcula muy estimulante sobre el amanecer ruso al rock alternativo donde se relatan las peripecias de los cantantes V¨ªktor Tsoi y el muy talentoso Mike Naumenko, cuya preciosa canci¨®n Leto (Verano) da t¨ªtulo a la cinta. Su director, Kirill Serebrennikov, se encuentra tambi¨¦n en oportuno arresto domiciliario por acusaciones de fraude fiscal. Son dos gotitas en un mar en calma donde el discurso en contra del poder establecido no es ya sanamente subversivo, sino que es considerado terrorismo, palabra clave que se extiende para acabar con todo derecho civil vigente hasta ayer. Mientras tanto, no viajen con l¨ªquidos, salvo si es veneno mortal.
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