Mayores de 45, abst¨¦nganse
Una sociedad que no reconoce el talento de las personas no ya mayores, sino de mediana edad, est¨¢ enferma
Confieso que experimento un dolor casi f¨ªsico cada vez que leo el ep¨ªgrafe ¡°mayores de 45 a?os¡± como una categor¨ªa referida a los excluidos para tantas cosas fundamentales en nuestra vida, como por ejemplo el empleo. ?De verdad creemos que ser mayor de 45 a?os impide incorporarse a un trabajo con entusiasmo, desarrollarlo con excelencia, colaborar en el triunfo del proyecto o acceder a un cargo de decisi¨®n? Al parecer, esta creencia est¨¢ firmemente arraigada en el mundo laboral a tenor de los datos que ofrece la EPA, seg¨²n los cuales el a?o 2017 cerr¨® con la certeza de que la mitad de todas las personas en paro (y muchas de ellas en desempleo de larga duraci¨®n) tienen m¨¢s de 45 a?os.
No solo el ¨¢mbito profesional minusvalora a las personas mayores, sino que, en una ¨¦poca de m¨¢ximo encandilamiento hacia la juventud, ser mayor de 45 a?os supone, con demasiada frecuencia, una condena. A esta situaci¨®n alude el llamado edadismo, una forma de discriminaci¨®n poco conocida, pero que afecta a millones de personas en sus vidas cotidianas. El psiquiatra Robert Butler acu?¨® el t¨¦rmino en 1968 para referirse a la discriminaci¨®n de las personas mayores, basada en prejuicios y estereotipos respecto a la edad. Sabemos que cerca de un 30% de las personas de m¨¢s de 45 a?os en nuestro pa¨ªs afirman haber sufrido discriminaci¨®n por su edad, seg¨²n el Instituto Nacional de Estad¨ªstica, un porcentaje comparable al sexismo o al racismo, las otras dos grandes discriminaciones de nuestro tiempo.
En 2008, cuando Hillary Clinton concurr¨ªa a las elecciones presidenciales de Estados Unidos, el reaccionario conservador Rush Limbaugh, ante m¨¢s de 14 millones de oyentes en su programa de radio, espet¨® un argumento ins¨®lito contra su candidatura: ¡°?Pero, de verdad alguien quiere, d¨ªa tras d¨ªa, ver envejecer en directo a una mujer?¡±. Y es que, a la discriminaci¨®n por edadismo, se suma la del machismo imperante en nuestra sociedad, de modo que, para una mujer, envejecer es a¨²n m¨¢s terrible que para un hombre. A Limbaugh jam¨¢s se le ocurri¨® denostar a Ronald Reagan o George Bush por su edad, ni mucho menos la de Trump. Y es que, mientras los hombres maduran, las mujeres envejecen, como asever¨® la brillante Susan Sontag.
A la discriminaci¨®n por edadismo se suma la del machismo imperante, as¨ª que para una mujer envejecer es m¨¢s terrible que para un hombre
Los motivos del edadismo son m¨²ltiples, tantos como elementos conforman nuestros prejuicios y estereotipos. Mucha gente cree que la discriminaci¨®n en el empleo se debe, exclusivamente, a que no se desea pagar sueldos mayores de los que se destinan a la juventud. Sin embargo, la media de los nuevos salarios que se ofrecen a las personas en paro, seg¨²n la EPA, no muestra grandes diferencias por edad, y castiga especialmente a las mujeres mayores de 45 a?os que desean incorporarse o (re)incorporarse al mercado laboral, tanto como a los j¨®venes.
El esfuerzo denodado por permanecer j¨®venes a toda costa implica una desafecci¨®n respecto a la madurez, una percepci¨®n muy arraigada, incluso inconsciente, de que los cambios que conlleva el envejecimiento son indeseables. Esta creencia es muy dif¨ªcil de revertir cuando tantas situaciones apuntan realmente a desempleo, soledad y p¨¦rdida de reconocimiento social. A la b¨²squeda del elixir de la eterna juventud, nuestro pa¨ªs resulta ser el primero de Europa en operaciones de cirug¨ªa est¨¦tica y el tercero del mundo. El sue?o de la juventud eterna es uno de los grandes mitos contempor¨¢neos.
Sin embargo, nos enfrentamos a un fen¨®meno de envejecimiento poblacional nunca antes visto, y ser¨¢ uno de los retos fundamentales de nuestro siglo dar las respuestas adecuadas a esta nueva situaci¨®n. La vejez no es una enfermedad sino una fase de la vida, y deber¨ªamos, en consecuencia, ser capaces de construir una sociedad para todas las edades. Todo depender¨¢ de la construcci¨®n social que realicemos en torno al envejecimiento. ?Adoptaremos la ¡°venerable ancianidad¡± tradicional de la cultura china o apostaremos por la ¡°triste vejez¡± de la sociedad griega?
Por ahora, nuestra imagen social de las personas mayores es bastante pobre y ausente. En una sociedad individualista como la nuestra, cumplir a?os se relaciona con mayores posibilidades de vivir en soledad, y es por ello que el aislamiento social ha alcanzado la categor¨ªa de problema de salud p¨²blica en Occidente. Una sociedad que no reconoce el talento, la belleza y la sabidur¨ªa de las personas no ya mayores, sino de mediana edad, est¨¢ enferma. Otorgar respeto, prestigio y valor se impone como obligado para evitar tanto dolor humano, completamente injusto e innecesario.
Sara Berbel S¨¢nchez es doctora en Psicolog¨ªa Social.
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