El rapto de Europa
La buena noticia es que la UE, al fin, se ha politizado; la mala, que si no actuamos en consecuencia, acabaremos perdi¨¦ndola
Europa vuelve a ser un campo de batalla, aunque no lo sea, felizmente, por una guerra que la transforme en un paisaje lunar, como en aquellos tiempos no tan lejanos en los que, seg¨²n describ¨ªa Vonnegut, Dresde dej¨® de parecerse a una Florencia sobre el Elba. Lo que nos jugamos en esta otra contienda, como dijo Tsipras este martes en Estrasburgo, es de ¡°car¨¢cter existencial¡±, pues sucede que, una vez rota su promesa de prosperidad, la idea de Europa ha pasado a ser un significante vac¨ªo a la espera de ser rellenado de sentido. La disputa es, de nuevo, sobre su identidad, y me temo que ya no basta con defender a Europa. El dilema no consiste en Europa s¨ª o no. Se trata de saber qu¨¦ Europa queremos.
Cuando Farage y los suyos abandonen de una vez el barco, el Europarlamento dejar¨¢ de contar con fuerzas pol¨ªticas que solo quieren marcharse. La batalla se producir¨¢ entonces por la influencia dentro de la Uni¨®n y por el modelo que se quiera imponer. Se equivocan quienes piensan que la UE est¨¢ en decadencia: jam¨¢s la batalla pol¨ªtica se present¨® en un marco tan europeo. Y es en esa clave donde hay que interpretar las palabras de Orb¨¢n del verano pasado: ¡°Hace 27 a?os pensamos que Europa era nuestro futuro. Hoy, somos el futuro de Europa¡±. Recordaba con ellas que, lejana ya la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, el conflicto pol¨ªtico se articula ahora en t¨¦rminos identitarios, y de ah¨ª surge su abyecta bandera: ¡°Europa para los europeos¡±.
No se trata, por supuesto, de la Europa cosmopolita y liberal de Macron, o de la humanista e intr¨¦pida tierra de Odiseo a la que apelaba Tsipras; su Europa es aquella que antepone los valores cristianos a los derechos individuales; la que, al parecer, permite tambi¨¦n la imposici¨®n del libre mercado sin incluir en la ecuaci¨®n la libertad pol¨ªtica para Hungr¨ªa o Polonia. Esa es la enorme importancia de la votaci¨®n del mi¨¦rcoles en el PE.
La pugna por la identidad se libra encarnizadamente en el seno del Partido Popular Europeo. Las pr¨®ximas elecciones pueden colocar a la extrema derecha como segundo grupo del Europarlamento, incluso con Orb¨¢n a la cabeza, y ya ver¨¢n c¨®mo las viejas batallas entre Juncker y Schulz nos parecer¨¢n entonces amables duelos dial¨¦cticos, apenas una disputa sobre matices entre bienintencionados caballeros. Ahora m¨¢s que nunca estamos ante la confrontaci¨®n de modelos antag¨®nicos: uno que, con sus diferencias, incluye el liberalismo de Macron, la democracia cristiana de Merkel y la socialdemocracia; y el otro, los grupos de ultraderecha dispuestos al asalto definitivo de la fortaleza. La buena noticia es que Europa, al fin, se ha politizado; la mala, que, si no actuamos en consecuencia, acabaremos perdi¨¦ndola. @MariamMartinezB
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