Recuperar la inocencia
El Ejecutivo de S¨¢nchez no gobierna, sino que se dedica a las maniobras de distracci¨®n y la propaganda
El pensamiento no existe, solo existe el posicionamiento. Al menos eso parece al seguir algunos debates pol¨ªticos. Como escribe Emmanuel Carr¨¨re en El Reino, llega un momento en todas las discusiones en las que el ¨²nico argumento que vale es el argumento ad hominem.Las cosas nos parecen muy distintas si las hacen o las proponen quienes est¨¢n cerca de nosotros o quienes est¨¢n un poco m¨¢s lejos. A veces, cuando lo hacemos nosotros, o los nuestros, se?alamos la importancia de los matices y la exactitud. Cuando es el adversario, apuntamos la importancia de la opini¨®n p¨²blica, de las percepciones: la mujer del C¨¦sar no solo debe ser honrada, adem¨¢s tiene que parecerlo. Somos Maquiavelos con nosotros mismos y Savonarolas con los dem¨¢s.
Una de las maneras de reforzar la posici¨®n es convertir los debates pol¨ªticos en dilemas morales: esto propicia una visi¨®n rotunda, donde las opciones concretas, con aspectos positivos y negativos, se convierten en elecciones entre el bien y el mal. El argumento moral da una especie de licencia y a la vez sabemos que tarde o temprano se volver¨¢ contra nosotros. Ofrece una claridad que es solo ilusoria: en realidad, ofusca.
Lo vemos cada d¨ªa en el Gobierno de Pedro S¨¢nchez. Tiene una debilidad parlamentaria y un estilo comunicativo efectista: en buena medida, no gobierna, sino que se dedica a las maniobras de distracci¨®n y la propaganda. En poco m¨¢s de cien d¨ªas ha habido momentos esperanzadores e iniciativas prometedoras, pero tambi¨¦n bruscos cambios de posici¨®n, dos ministros dimitidos, torpezas y esc¨¢ndalos que afectan a la credibilidad del presidente. Y tambi¨¦n intentos de superar la fragilidad en esca?os por otros medios, a veces con cierta torpeza y estratagemas discutibles. Naturalmente, todo se justifica porque los fines son buenos: pero los fines que perseguimos nosotros siempre nos parecen buenos. Y, por otra parte, tambi¨¦n se puede defender por otra raz¨®n, como ocurre con la treta para modificar los Presupuestos sin pasar por el Senado: a fin de cuentas, el Partido Popular tambi¨¦n hab¨ªa empleado esa triqui?uela. As¨ª, uno se vuelve tan bueno como el adversario al que acusaba de degradar las instituciones, y al mismo tiempo, por alguna raz¨®n, sigue siendo mucho mejor. Perder la inocencia es malo, pero a partir de cierta edad es peor recuperarla. @gascondaniel
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