Mala
Quiz¨¢ haya que perder el miedo a disentir; la bondad parece costosa
Acaban de otorgarle el premio RBA de novela negra a Walter Mosley, que en 2005 declaraba en una entrevista con Rosa Mora: ¡°Si eres negro, no puedes ser bueno¡±. La po¨¦tica de Mosley reside en el convencimiento de que es dif¨ªcil comportarse con rectitud en un mundo en el que tus criaturas mueren si no tienes dinero para pagar el hospital. Mosley casi se alegra de que el salvajismo de Trump haya sacado de su escondite a la serpiente agazapada. El espejismo de equidad y libertad que destruye la utop¨ªa fraterna. Mosley resta responsabilidades al delincuente para depositarlas en el capitalismo: si has nacido en el lado bueno, buscar¨¢s la especulaci¨®n y el monopolio; si has nacido en el malo, puede que delincas con menos finura. Nos hacemos malas porque no hacerse mala es ser tonta. O porque nacimos en Silo¨¦, Pan Bendito, el barrio m¨¢s s¨®rdido de Detroit. Malas seg¨²n se mire. La violencia engendra violencia mientras se vende el estribillo de que, como existe libertad de elecci¨®n, el individuo siempre es culpable de su pobreza y su enfermedad. Contamos con cierto margen para elegir que dota de sentido a la acci¨®n pol¨ªtica y al posicionamiento ¨¦tico y est¨¦tico. Sin embargo, las contradicciones se invisibilizan arteramente de modo que la cr¨ªtica y la rebeli¨®n frente a las inercias resultan cada vez m¨¢s valiosas. Quiz¨¢ haya que perder el miedo a disentir asumiendo que la bondad parece cada vez m¨¢s costosa y acaso convendr¨ªa rescatar un pensamiento moral y laico que no se desactive con el r¨®tulo de la mojigater¨ªa.
Mosley escribe sobre bondad y maldad en un campo art¨ªstico y literario en el que a menudo se opera a partir del prejuicio maniqueo de que el arte, por definici¨®n, nunca lo es. Lo mismo sucede con quienes se dicen ¡°apol¨ªticos¡±: personas conformes con el statu quo que ya ni siquiera perciben que con su neutralidad hacen pol¨ªtica. Como ya anunci¨® Hannah Arendt, no solo es que los monstruos sean/parezcan personas comunes, sino que adem¨¢s la realidad est¨¢ recorrida por maldades ajenas a toda sofisticaci¨®n, m¨¢s simples que el mecanismo de un chupete. La literatura parte de la realidad y la construye buscando palabras para expresar pertinentemente la cuadratura del c¨ªrculo o reduciendo esa operaci¨®n matem¨¢tica a pantalla de separaci¨®n respecto a las cosas que ocurren: hay algo deshonesto en escribir dif¨ªcil de lo f¨¢cil o f¨¢cil de lo dif¨ªcil. Por su parte, el periodismo selecciona sus demonios cada d¨ªa. Nos los se?alan en funci¨®n del lugar donde nacimos. Me interesa la literatura que desdice el enmascarado y simplificador manique¨ªsmo de algunos medios en una realidad plena de matices, y los medios que le paran los pies a las cortinas de humo y la complejidad impostada de cierta literatura en una realidad a veces f¨¢cil de contar. No digo que la literatura deba ser siempre transparente o que los monstruos no existan. Los monstruos est¨¢n debajo de mi cama y en el tangible m¨¢s all¨¢ de los ordenadores. En el rostro escondido del jefe de todo esto. Creo en el coraz¨®n de las tinieblas y en que lo personal es pol¨ªtico. Frente a la relativizaci¨®n del mal, quiz¨¢ haya que contraponer la historicidad del mal. Leo a Mosley y a Patricia Highsmith que, por no ser moralista, es profundamente moral cuando nos seduce con la amoralidad de Ripley en una sociedad hip¨®crita y corrupta, con cucarachas que tienen las de perder por el mero hecho de serlo o con una maltratada rata de Venecia que se come la cara de un lactante. Nos cae simp¨¢tica.
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