Sin glamur
Es una afrenta que desde los centros escolares se establezca una desigualdad latente que premia a los barrios ricos frente a los humildes
Hay noticias con glamur y noticias sin glamur. Son noticias-paria que palidecen en la indiferencia ante otros acontecimientos que atrapan el inter¨¦s. No hay m¨¢s que ver el juego que dan las grabaciones furtivas. A la gente le encanta acceder al otro sin ser visto. Del formato televisivo Gran Hermano a las redes sociales, todo oscila alrededor del control y la vigilancia de unos sobre otros. El inter¨¦s por la intimidad ajena propuso el negocio del cotilleo. La filtraci¨®n de escuchas rebaj¨® el periodismo de investigaci¨®n al formato de periodismo de exhibici¨®n. La ficci¨®n no es ajena al recurso de ofrecer hechos reales para elevar los bajos instintos del curioseo a la categor¨ªa de pasi¨®n intelectual. Queremos saber todo del otro sin sentirnos culpables por el derribo definitivo del derecho a la intimidad. En un mundo sin intimidad todo se convertir¨¢ en fachada hip¨®crita, en sostener mentiras para ser valorado socialmente. Si lo ¨ªntimo es p¨²blico, estaremos obligados a mentirnos hasta a nosotros mismos.
Conviene protegerse de los excesos del glamur. A ratos es un complemento a la grandeza o la belleza, pero en general suele ser un aditamento que ayuda a hacer pasar por importante lo que es inane y vacuo. En el cine espa?ol hay una lecci¨®n interesante sobre la irrelevancia del glamur. Cuando la tendencia es imitar los delirios de grandeza superficial de Hollywood, con sus alfombras rojas y sus posados fant¨¢sticos, es pertinente recordar al gran Pepe Isbert, uno de los mejores actores de todos los tiempos. Contaba que lo m¨¢s molesto de rodar Bienvenido, Mr. Marshall en exteriores era el momento de buscar un sitio para hacer caca en mitad del campo. Los chavales le espiaban y ven¨ªan a molestar mientras se aliviaba el genio sin caravana propia. Suena tremendo, pero as¨ª se rodaban las obras maestras por nuestras tierras, el resto es cuento. Por eso, cuando llega la hora de hincarle el diente a la actualidad hay que renunciar a las tentaciones glamurosas y andar a buscar algo de esencia nutritiva entre tanta mediocridad e histeria cotidiana.
En estas ¨²ltimas semanas ha sorprendido el poco eco que encontr¨® una circular del departamento de Educaci¨®n de la Comunidad de Madrid donde se ordenaba a los centros escolares de Puente de Vallecas, Moratalaz y Ensanche de Vallecas aumentar el n¨²mero de estudiantes por aula por encima de la cifra legal. Este recurso se utiliza en situaciones de extrema emergencia. Pero aqu¨ª lleg¨® de tapadillo y con apariencia de normalidad. No es algo nuevo, porque se conocen los datos de inversi¨®n educativa y Madrid gasta 2.824 euros menos por alumno y curso que el Pa¨ªs Vasco. Vaya bestialidad que a nadie le importa un carajo.
Desde la salida de Cristina Cifuentes, el Gobierno auton¨®mico de Madrid ha adoptado un bajo perfil. La anterior presidenta pag¨® muy caro el presentarse como firme candidata a lideresa nacional. Bast¨® revelar un episodio chusco de su intimidad para cortarle las piernas. Sus sucesores han abrazado el anonimato y gobiernan en silencio y disimulo. Quitarte de la diana es una ventaja, pero a los ciudadanos de la capital los condena a un triste papel de agraviados sin derecho a protestar por su agravio. Es una afrenta que desde los centros escolares se establezca una desigualdad latente que premia a los barrios ricos frente a los humildes. Una perversi¨®n del sistema que a nadie parece importar, pero que es la m¨¢s grave disfunci¨®n que sufre nuestro pa¨ªs. No es glamurosa, ya lo sabes, pero en ella se generan muchos de los males que nos afectan.
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