Optimista
Hay quien enfoca una calle de Madrid y ve los bares de bote en bote. Yo veo un mendigo que duerme en un cajero
Como soy una mujer optimista, no me queda m¨¢s remedio que defender el pensamiento negativo. Ant¨ªtesis, dial¨¦ctica, una alegr¨ªa no tan loca, basada en la destrucci¨®n sistem¨¢tica de los v¨ªdeos de beb¨¦s supergraciosos y del oficio de coach ¡ªlo escribo en ingl¨¦s porque el oficio lo merece¡ª. La resiliencia, entendida como capacidad de adaptaci¨®n al cambio traum¨¢tico, es un mantra del pensamiento dominante. Si no eres resiliente, eres una loca, una cascarrabias, una tocapelotas. La habilidad para superar crisis afectivas ¡ªmuerte, desamor¡ª se traslada a la medicina, la educaci¨®n o el empleo, y convierte a cada individuo en alguien culpable: somos culpables de la crisis o de no haber luchado para vencer una enfermedad. De permanecer en el paro, porque se te nota en la cara que est¨¢s hasta los ovarios. Para explicar la resiliencia y su nube conceptual ¡ªflexibilidad, elasticidad, adaptabilidad, maleabilidad, disponibilidad para viajar, pluriempleo¡ª se utiliza la met¨¢fora de la forma del agua. Bruce Lee, actor-karateka, fil¨®sofo-publicista, muerto prematuro, sonr¨ªe: ¡°S¨¦ agua, amigo m¨ªo¡±. Porque el agua adopta la forma del c¨¢ntaro que va a la fuente y no se rompe. Polim¨®rfica e inalterable, llena cantimploras y botellas. Pero ?qu¨¦ pasa si la vasijita que contiene el agua resiliente es horrible? Si no me gusta la vasijita en la que vivo, el mandato de mi felicidad me obliga a romperla o a pegarle martillazos hasta se adapte a mis necesidades. Sin embargo, se nos canta que la vasijita no se puede cambiar y, entonces, somos nosotras quienes debemos hacerlo. En esa imposibilidad de cambios estructurales se sit¨²a tal vez el olvido repentino de un impuesto a la banca. Ante lo inmutable, he de ser resiliente. Pero me resisto a la crisis como oportunidad y al adiestramiento de los corazones. Me quejo porque el cintur¨®n me aprieta y porque miro m¨¢s all¨¢ de mi cintura. Reivindico un impuesto a la banca y el fin del terrorismo energ¨¦tico. Y no. No voy a hacer m¨¢s yoga.
Como soy una mujer optimista, y ya que hablamos de botellas, la veo medio vac¨ªa. Aunque me aseguren que est¨¢ medio llena, lo urgente es llenar lo que falta. Para alcanzar la felicidad. Hay quien enfoca una calle de Madrid y ve los bares de bote en bote. Yo veo un mendigo que duerme en un cajero. Hay quien se jacta de que los inmigrantes han entrado en el mundo hipotecario. Yo veo camas calientes. Medimos nuestros niveles de indignaci¨®n frente a la ignominia. Decidir lo que se ve es un problema cuantitativo, pero tambi¨¦n cualitativo. Como soy una mujer optimista, me puedo permitir no cerrar los ojos y practicar una tolerancia cero hacia las distintas modalidades de analfabetismo y hambre en el Primero, Segundo y Tercer Mundo. Tolerancia cero frente a los que convierten en pobres a los pobres. Si fuese una mujer triste, no querr¨ªa que nada ara?ase el espejismo de mi felicidad. Como soy optimista, llevar¨ªa a mis descendientes a un colegio p¨²blico en el que los educaran, no para la resiliencia y para ahormarse a las necesidades del mercado laboral, sino a uno en que les ense?asen m¨²sica dodecaf¨®nica, lat¨ªn, griego, filosof¨ªa, una historia que no ha terminado, juegos del lenguaje, baile, caligraf¨ªa, ciencias naturales y del cuerpo, dibujo art¨ªstico, destrezas memor¨ªsticas, a contar con los dedos y, sobre todo, a construir su sentido cr¨ªtico y su alegr¨ªa pinchando globos de agua y rompiendo vasijitas feas en todas las clases de trabajos manuales.
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